Con la consigna “Por la tierra, por el territorio y por nuestros derechos”, se realizó el segundo Encuentro Nacional de Mujeres de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT) de Argentina. LatFem y Marcha estuvimos ahí y conversamos con Nélida Almeida, promotora de género de la organización en Misiones, sobre la resistencia campesina y las redes de cuidado feministas en los territorios.
Por Maru Waldhüter y María Paz Tilibetti | Fotos: Pedro Ramos
Nélida Almeida es una joven trabajadora de la tierra de la provincia de Misiones y forma parte de Productores Independientes de Puerto Piray (PIP), una organización que reúne a más de 70 familias productoras de ese municipio ubicado al noroeste de la provincia y que hoy es parte de la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Tierra (UTT). Allí, en plena selva paranaense, las mujeres campesinas encabezaron la lucha para frenar el monocultivo de pino por parte de la multinacional forestal Arauco (ex Alto Paraná) que expulsó a familias campesinas e indígenas de sus territorios.
En 2013, tras casi 20 años de lucha, lograron recuperar las tierras para las familias con la sanción de una ley que ordenó la expropiación de 600 hectáreas de la empresa para ser destinadas a la agricultura familiar. Sin embargo, a 8 años de la sanción de la ley, la empresa aún no cumple con la entrega del total de las tierras. En 2017, Arauco entregó a las familias las primeras 166 hectáreas y a comienzos de este año el gobernador Oscar Herrera Ahuad y la empresa firmaron las escrituras que reconocen formalmente la propiedad de las tierras de las familias que la trabajan. Desde la recuperación, las y los productores de PIP-UTT se dedicaron a “curar la tierra” y diversificaron los cultivos en sus colonias. Hoy producen maíz, porotos, batata, mandioca, sandía y otros alimentos sanos y sin agrotóxicos que comercializan a través de redes de comercio justo para todo el país.
En el marco del Segundo Encuentro de Mujeres Trabajadoras de la Tierra, conversamos con Nélida, promotora de género de la UTT en Misiones, sobre la resistencia campesina y las redes de cuidado feministas en los territorios. “No hay nada más feminista que luchar contra el agronegocio”, aseguró. Además, denunció incumplimiento por parte del Estado provincial y de la empresa en la entrega de las tierras y las constantes amenazas que sufren las familias productoras.
¿Qué significa este Encuentro de Mujeres Trabajadoras de la Tierra?
Este es el segundo Encuentro de Mujeres Trabajadoras de la Tierra. El nombre que lleva se lo pusimos entre todas, que es “Por la tierra, por el territorio y por nuestros derechos”. Estamos muy emocionadas y muy contentas ya que es un espacio que nos brindamos todas para poder construir en conjunto, charlar sobre nuestras experiencias, y sobre los que nos pasa. También para hablar de políticas públicas y de cómo podemos erradicar, entre todas y con acción, las violencias que vemos todos los días desde nuestros territorios rurales.
Recién una compañera decía que en el último Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, No binaries y Bisexuales, que se hizo en La Plata, recordaba a otra compañera gritando “atrás de este brócoli estamos nosotras”. ¿Cómo viven esta posibilidad de reencontrarse y reconocerse para volver a conversar sobre los temas que las convocan?
Es muy importante lo que dijo esa compañera, porque hay historias detrás de cada lechuga, de cada mandioca, de cada producto y alimento que nos representa. Cuando empezamos a charlar vemos que en las provincias hay una ausencia del Estado en cuanto a políticas públicas, nos damos cuenta de que todas las compañeras no tenemos los derechos básicos asegurados, como el acceso al agua, a servicios, a la educación, entre otros. Nosotras tenemos que transitar largas distancias para poder llegar a lo que es el centro de las ciudades, entonces, ni siquiera podemos decidir formarnos o recibir educación. No tenemos ni siquiera esa posibilidad. Y también, por ejemplo, ante todo esto que desata el cambio climático se nos echa a perder las producciones y eso también es lo que venimos charlando, remarcando la necesidad de políticas de asistencia para estos casos de inclemencias del tiempo que no podemos evitar.
Así es como vivimos. Por ejemplo, en las zonas rurales tenemos nuestras casas que son precarias y muchas veces, ante la caída de granizo o de vientos fuertes, se nos destruyen. Y en esa línea, también, contar que muchas de las mujeres no somos propietarias de las tierras y creemos que para que la soberanía alimentaria realmente sea efectiva nosotras también tenemos que tener tierras para poder pensar y decidir sobre qué producir y cómo producir. Ahora se empieza a pensar la agroecología como una alternativa de producción, pero nosotras somos las que desde hace muchísimo tiempo venimos fomentandola.
Hablabas del cambio climático y de cómo las está afectando en las producciones, pero el cambio climático tiene que ver justamente con el accionar humano, pero particularmente con determinadas empresas y políticas extractivistas que avanzan sobre los territorios. En ese sentido, en PIP tienen una experiencia muy concreta de lucha. ¿Nos podés contar un poco cómo es esa historia de lucha y de recuperación de sus territorios?
Fue una lucha impulsada y encabezada principalmente por mujeres. Esta empresa instaló monocultivos en nuestras colonias. Frente a esto, los hombres se tienen que ir porque ya no hay más trabajo, no hay changa, y se quedan las mujeres. Entre compañeras nos empezamos a dar cuenta de cómo nos estaban contaminando y cómo nos estábamos enfermando: muchas compañeras embarazadas que tienen sus hijes con problemas motrices, algunas compañeras con cáncer, incluso compañeras que fallecieron. Todo eso fue lo que nos juntó, en principio a luchar en contra de la multinacional Alto Paraná, que ahora es Arauco, una empresa de capital chileno.
Después de muchos años de lucha, a la que se fueron sumando los varones, en el 2013 sale la Ley XXIV-11 de expropiación de 600 hectáreas para la agricultura familiar. Actualmente tenemos 166 hectáreas que fueron cedidas en el 2017 y están pautadas las otras entregas por etapas de corte para el 2021. Ahora, nosotras ya tendríamos que tener las 600 hectáreas, pero hay un incumplimiento de parte del Estado provincial de Misiones y de la empresa, que no sólo no nos están dando los que nos pertenece sino que siguen desmontando en forma clandestina. El año pasado plantaron pino y eso significaría tener que esperar otros 15 años más para que nos den esas tierras. Es algo lamentable, la verdad. Nosotras nos enteramos por unas compañeras que estaban en el lugar y que nos dijeron “están desmontando otra vez”. Entonces fuimos, ocupamos ese lugar y plantamos maíz y dijimos “¡Basta! Esto es nuestro” y no nos estaban avisando, correspondía que ellos se acerquen a nuestra comunidad, a nuestra organización, a decirnos que iban a desmontar y sacar los pinos. Nosotras tenemos que estar alertas todo el tiempo.
Escuchando a las compañeras en el Encuentro queda muy claro cómo las mujeres están al frente de los campos, al frente de las casas y también al frente de las luchas. ¿Qué significa asumir esos roles?
Nuestros roles son importantísimos, siempre cuando se nos pregunta cuál es nuestro rol en nuestros territorios, cómo es que hacemos tantas cosas, que es impresionante lo que hacemos. Ser generadoras de conciencia o hablar de agroecología no es algo de ahora, si bien recién se está hablando de agroecología o de soberanía alimentaria, somos nosotras y fuimos nosotras las que tras generaciones y generaciones la llevamos a la práctica con nuestras ancestras, nuestras abuelas, que venían cuidando los montes, los bosques y venían denunciando este avance. Porque tenemos compañeras en esta lucha por la tierra hace más de 20 años en el país.
En Misiones, tenemos compañeras que fueron hostigadas, perseguidas; compañeras a las que les destruyeron las casas, a las que amenazaron con que le iban a matar a los hijos para que dejen de luchar. Porque los varones no estaban en el territorio, estaban trabajando afuera y nosotras, con nuestras madres y abuelas, estábamos en la casa y, a pesar de estar sometidas todo el tiempo a ese miedo, seguimos. Es una lucha que sólo se ve así en los territorios y que es impulsada por las mujeres.
¿Qué significa para vos ser Promotora de Género?
Ser promotora de género es cuidarnos entre nosotras. En mi caso, si tengo que salir, pasa una sola vez el colectivo al día y tengo que hacer 15 kilómetros para poder acceder a una comisaría, como a cualquier servicio básico. Entonces, como no hay posibilidad, somos nosotras otra vez las que nos juntamos, las que contamos nuestras experiencias, las que decidimos formarnos. La UTT nos brindó muchas herramientas para poder conocer nuestros derechos, porque nosotras no sabíamos que existían muchos tipos más de violencias, en nuestros territorios violencia era solo un golpe, pero vemos que son muchos los tipos de violencias que existen. Entonces, nosotras estamos haciendo lo que muchas veces no hace el Estado, y lo hacemos porque si no lo hacemos nosotras no lo hace nadie.