Por Lucas Abbruzzese
Algunas reflexiones acerca de lo que provoca Diego Simeone como DT y la ebullición de fanáticos como consecuencia de conseguir resultados sin importar las formas.
“El resultado a veces es impostor. Jugar bien no garantiza el éxito, pero casi siempre. Mirar el resultado es quedarse con la parte superficial. No vale ganar y sólo ganar, hay que jugar bien”, afirmó alguna vez Xavi Hernández.
El Barcelona quedará en la historia de la vida no por todo lo que ganó y seguirá ganando, sino por las formas. Desempolvó el fútbol de antes, es de La Máquina, del Santos, de la Naranja Mecánica. Fue todos en uno. Remó contra la corriente y le demostró al mundo que las formas sí importan, que no da lo mismo cómo conseguirlo, sino que se juega para gustar, para el público, para quedar en la memoria de la gente. Y para permanecer allí, el goce lúdico será eterno. Si no, la alegría será momentánea por un resultado.
Atlético Madrid deforma este juego precioso. Su prioridad es defender –ante Barcelona, Bayer o Getafe- para luego atacar –de vez en cuando, claro-. No son pocos los que lo justifican a través de que posee presupuestos mucho menores que los grandes de Europa. Con esa lógica habría que pensar que jugar bien depende sólo de la plata, cuando en realidad es un saber. Es el conocimiento del juego, sus secretos, conceptos, lo que va a causar que un elenco funcione.
Desde ese punto, no gustar es una elección. Defensa y Justicia, por poner un ejemplo de los algunos que hay en Argentina, como no cobra fortuna entonces debería revolear todas las bochas. Pero no. La cuida, la tira para atrás, triangula, toca. Se anima a dar otro espectáculo, a brindarle a la gente la posibilidad de ver buenas yerbas. También se puede mencionar al Rayo Vallecano, ese equipo español que con un presupuesto infinitamente menor al de los poderosos, sale jugando todos los tiros, se anima en el Camp Nou y es reconocido por su estilo. Ya ganó. No le hace falta salir campeón.
El fútbol, ya lo había denunciado Dante Panzeri, pasó de importarle la técnica a sacar a flote, a través de sus voceros, a cuestiones como el esfuerzo, correr, el sacrificio, la lucha, las pretemporadas que exterminaban jugadores más que los formaban y más y más. En la actualidad, el gran ícono de este estilo es Simeone y su Atlético Madrid, equipo al que le importa poco y nada la pelota y la tenencia. No gusta porque no le interesa ni quiere. Su misión es el marcador, no formar ni enseñar ni gozar. Gana y con eso basta para algunos. Porque ganar, en una sociedad exitista y resultadista, lo es todo.