Por Ricardo Frascara. Dudas a partir de la idea de que ningún partido internacional de fútbol es sólo un amistoso ni un ensayo de jugadores. Falencias que van más allá del cambio de un jugador.
Acabo de leer un libro del que ya he rescatado algunas palabras para esta sección. “Herr Pep” me ha ratificado cosas que intuyo o que me mostró la experiencia. Pero fundamentalmente, en sus páginas he aprendido, y eso es una maravilla. Debería ser un libro de texto en todas las escuelas de técnicos del mundo. El autor, el periodista Martí Perarnau, encontró la manera de transmitir, junto con hechos de un año de trabajo en el Bayern Munich, el claro desarrollo de una idea, la fuerza de un personaje, Josep Guardiola, para encarar con fervor y razones, el concepto del trabajo sobre una base por completo futbolística. El Pep de esta historia es un fanático del fútbol con mente de ajedrecista; no en vano es amigo del ruso Garri Kasparov, campeón mundial 1985/2000.
Sin moverme del sillón donde estaba leyendo; sin abandonar el libro de tapas negras (el único color lo aporta la remera roja del uniforme muniqués de Guardiola) de mis manos, tomé el control y encendí la TV cuando iniciaban su partido Argentina (2º en el ranking FIFA) y Portugal (9º). No voy a detallar este 0-1 porque los lectores ya lo habrán visto o estarán anoticiados; simplemente tengo que transmitir mi desesperanza. Sin embargo, a la vez, debo renegar de mi impaciencia porque aparezca el team que espero. Hay que darle tiempo. De cualquier manera, admito que el trabajo del Tata Martino me desalienta. No por el resultado, sino por el concepto. No veo una mano firme al timón. Y me mantengo fiel a mi campaña “por un seleccionado sin pasaportes”. Voy a hacer contrapeso en mi balanza: estos partidos ya estaban concertados. Y no hubo tiempo desde que asumió el DT para movilizar cambios estructurales. Bueno. Pero, aún así, no vislumbro la pequeña luz al fin del túnel. Sólo vi más de lo mismo.
Sé y creo rotundamente en que un cambio de un hombre –salvo Messi- no modifica el rumbo ni el nivel de un equipo. Y ahora se volvió a ver. Con el agregado de que las variantes fueron para mal. Con Messi y Di María, aunque era un equipo sin ideas ni variantes, tenía la pelota. Sin ellos, quedó en la cancha una bolsa de gatos. Y no debería ser así. Guardiola me acaba de demostrar cómo el Munich necesita imperiosamente en su formación al francés Ribery y al holandés Robben, a muerte; “son unas bestias”, como dice el DT. Pero su equipo puede jugar y ganar sin ellos. O sea, los mejores son igualmente prescindibles, porque Pep tiene su estructura construída. Saca un ladrillo, coloca otro en su lugar, y la pared no se derrumba. En cambio, en Manchester yo veía un seleccionado argentino con las paredes temblando ante cada una de las poquísimas cargas a fondo de los portugueses. El Tata cambió un par de ladrillos y un techo se vino abajo.
Está bien, de acuerdo, la posición mía es cómoda, no sólo no voy a la cancha sino que critico y nada más. Es que justamente me quejo porque no sé cómo los que saben, no saben. Es decir, para aclarar mi mente: Martino sabe de fútbol, lo demostró desde que calzó los zapatos con tapones, entonces ¿por qué sucede que se diluyen ataques del seleccionado al no invadir el área más de dos tipos, o hasta uno solo? ¿Por qué se enredan los relevos en la defensa? ¿Por qué si tiene que sacar a Messi, pone a Gaitán?!!! No sé, me pierdo.
Guardiola, pese a las estrellas del fútbol europeo con que cuenta, exige humildad a sus jugadores y que se adapten al modelo de juego posicional que él sostiene como estructura. Y dice: “Yo soy un fan de los extremos y aquí tengo extremos brutales. Pero para que puedan intervenir con ventaja hemos de construir antes un proceso de juego que les otorgue esta ventaja a partir del primer paso, desde la salida del balón de atrás. Y esto es un proceso largo y complicado”… Y esto es un proceso largo y complicado, es claro que sí, pero hay que empezarlo. Por eso digo que no podemos pensar en una Argentina campeona en Moscú, sólo porque fuimos subcampeones en Brasil “y tenemos a Messi, el mejor del mundo”. Hay que construir un edificio desde el foso. Martino es el arquitecto que tiene que aportar sus planos y controlar paso a paso la obra. Cuenta con cuatro años para alcanzar el objetivo. Pero en los partidos que se jueguen en el transcurso (Copa América del 11/6 al 4/7 de 2015, en Chile, por ejemplo) debemos ya poder seguir la partitura y tener la orquesta armada. Sólo con el tiempo llegará a sonar como un instrumento triunfal.