Por Noor Jimenez Abraham – @noor_j_abraham *
Bajo el lema “Infancia trans, sin violencia ni discriminación. Sumate” se realiza la campaña por la que Gabriela busca incentivar la responsabilidad social frente a niños y niñas transexuales.
“Mamá, no soy un nene, soy una nena”, cuenta Gabriela que categóricamente le expresó su hija apenas empezó a hablar. “Lo insiitió, lo dijo durante dos años, hasta que en un momento, a los 4, sentenció: Me llamo Luana, y si vos no me decís Luana, no te voy a contestar”. Desde octubre de 2013- a partir de la entrega de su DNI, Luana –Lulú- se convirtiió en la más joven de las personas trans en el mundo que obtuvo el cambio resgistral.
Un niño o una niña trans puede mostrar la no aceptación de su género con el habla, como fue el caso de Lulú, o a través de dibujos, de la vestimenta, de su comportamiento; por eso es importante que las personas adultas puedan interpretar esas manifestaciones. “Luana comenzó a expresar esta disconformidad con el cuerpo; a ella se le caía el pelo y no tenía ninguna enfermedad, era su estado emocional. Cuando empezó a hablar me decía ”yo nena”, tenía dos años, y yo, estaba criando a un varón”, relata Gabriela.
El proceso
Una persona transexual no está de acuerdo con el género que se le asignó al nacer a partir de sus genitales – género biológico. “Vos nacés con testículo y pene y te dicen que sos varón, y quizás una persona no se autoprcibe así -enfatiza la mamá de Luana-: en ese momento yo no tenía información, pasé dos años buscando que alguien me dijera qué pasaba”.
Hoy la niña tiene 8 años y es una referente en cuanto a la temática. La mayoría de las personas trans adultas guardan recuerdos de haber manifestado su disconformidad con el género asignado desde que eran pequeñas y también de haber sido disuadidas por el entorno, que suele pretender acallarlas y convencerlas de aceptar la normatividad.
Gabriela cuenta lo difícil del proceso, que le llevó dos años para lograr entenderlo:“Tenía la verdad que me estaba cacheteando todos los días y no la podía ver. Cuando buscaba ayuda con profesionales me confundían más de lo que yo estaba”. Fue al ver un documental de National Geographic que hablaba sobre la infancia transgénero cuando vio reflejada la historia de su hija: “Como si te dijera los 10 tips. Ahí empecé a aceptarla, a comprenderla, a escuchar, es como si fuera un antes y un después del documental”.
Las instituciones
Luana asiste a una escuela pública en la zona Oeste de la provincia de Buenos Aires. A partir de la visibilización de Lulú, se modificó la comunidad educativa a la que la niña pertenece. “Antes la escuela era una tortura para Luana y Luana lo era para la escuela ”, relata Gabriela en diálogo con esta periodista. “Ella se convirtió en una bisagra, un ícono . Hoy, después de dos años y medio, y de nuestra visibilidad, la escuela tiene otra escucha, los docentes, otras ganas”.
Este año, al comezar el ciclo lectivo, la escuela anunció que en las filas se colocarán varones y nenas en forma indistinta, sin identificaciones, alumnos y alumnas se pararán en el lugar de formación que les resulte cómodo. “Es un cambio cultural enorme, es un paso que quizás es pequeño pero que también es gigante; es maravilloso que suceda porque una niñita dijo: “yo no me quiero formar en la fila de los varones porque yo no soy un varón”; esto hace sentir mejor a niños y niñas que no saben dónde encajar”.
Luana comenzó a cursar su tercer grado, y según lo relata su mamá, se la ve una niña que no presenta dificultad, que se integra, sin problemas ni miedos por parte del entorno. “No corre esa fantansía de cómo será ese nene que ahora es nena. En el jardín, sí, sucedió; la mitad de la gente nos dejó de saludar, porque había un niñito que al año siguiente entró como nenita; pensaban que era contagioso, que todos los nenes se iban a disfrazar de nena; no había una comprensión de lo que es la identidad de género”.
Cuando intervienen las personas adultas
Hoy la imagen de Lulú coincide con su sentir. Ella tiene un hermano melllizo que supo antes que nadie quién era esa nena. “Los niños no discrimianan -enfatiza Gabriela- aprenden a discriminar porque interviene un adulto”.
Luana estaba inscripta con un nombre de varón y en cierto momento, a los cuatro años, eligió uno de nena, su mamá relaciona la elección con una compañerita del jardín que así se llamaba. “Yo no sabía ni de dónde había sacado el nombre, para mí fue todo muy fuerte, fue desgarrarme en desesperación. Yo tenía un varón que me estaba diciendo me llamo Luana, entonces empecé a entender que estaba teniendo esta identidad cada vez más fuerte”.
La historia de un libro
Gabriela fue escribiendo a manera de diario íntimo lo que sucedía en su familia desde el 2011 . Había consultado con distintos profesionales, la mayoría, provenientes de la carrera de Psicología de la Uba que no tenían formación en el tema y hasta en algunos casos desconocían el término “trans”. Tuvo que proporcionarse una ayuda-memoria para cada vez que necesitaba volver a contar la historia; al llegar a la CHA –Comunidad Homosexual Argentina- la licenciada Valeria Paván –la psicóloga que las asistió-, le pidió que resumiera los dos años previos en la vida de la niña. Con el tiempo, expresar en relato escrito las angustias atravesadas se convirtió también en una descarga.
Cuando Gabriela acudió a la CHA sintió que los psicólogos y las psicólogs tenían otra visión, por allí habían pasado más de 300 personas trans adultas. La licenciada Paván resaltó entonces que lo especial de ese caso no era la vivencia de la niña trans, sino de la madre, que había escuchado a la hija y salía a pelear por sus derechos de un modo que no suelen hacerlo mamás y papás en esa situación.
“Cuando le dieron el DNI a Luana y me aconsejaron escribir un libro para ayudar a otras personas, yo contesté que tenía los cuadernos”. Es así que Gabriela escribió un libro -que fue editado por la Universidad de General Sarmento y se utiliza como material de estudio- y también, sobre la base de la historia, se filmó un documental; ambos se titulan: “Yo nena, yo princesa” porque fueron las primeras palabras de Lulú en relación con su identidad de género. Esa película se ha emitido también en Suecia, donde es exhibida para estudio de docentes.
El contexto
La situación de Luana se dio en un marco normativo propicio para las modificaciones, en el 2012 la Ley 26743, de Identidad de Género, otorga prioridad a la vivencia interna de las personas más allá del sexo asignado al momento del nacimiento y autoriza la rectificación registral y el cambio de nombre cuando no coincida con la identidad autopercibida.
Luana tuvo su DNI después de un año de vivir como niña con un documento de varón, en la actualidad son 10 el número de casos de infancias trans reconocidas legalmente. Gabriela recuerda su derrotero y se siente feliz de que se haya abierto el camino para los que siguieron a Luana: “Pasamos violencias tremendas y discriminaciones extremas, si esas lágrimas, tanto mías como de mi hija, sirvieron para que esos niños puedan hacer el cambio con sólo un trámite administrativo, será por algo estamos en el lugar que estamos”.
En el recuerdo a las militantes trans Lohana Berkins y Diana Sacayan, que murieron hace pocos meses, Gabriela Mansilla hace hincapié en el efecto impulsor que le produjo la investigación de Berkins por la que se enteró de que el promedio de vida de las personas trans es de 35 años debido a las distintas violencias a las que se ven expuestas
La campaña
La mamá de Luana decidió llevar adelante una campaña que ayude a reeducar a la sociedad en cuanto al respeto y la escucha, y también para lograr mayor contención de parte de todo el Sistema, porque es mucho lo que todavía resta por hacer para lograr una buena calidad de vida de la personas trans.
La visibilización está pensada desde una fotografía personal por la que la gente se haga cargo del lema “Infancia trans sin violencia ni discriminación. Uníte”. La imagen de la cara que ratifique el compromiso acompañando la tapa del libro o un cartel con la leyenda, debe ser enviada a la dirección de facebook de Gabriela. El propósito es internalizar la historia y generar responsabilidad sobre los cambios que restan llevarse a cabo. Las fotos se van a presentar en el Centro Cultural Haroldo Conti a mediados de abril; ya hay más de 700 y aún queda tiempo para más.
Gabriela Mansilla afirma que quien pase por esa muestra va a salir sabiendo sobre la vida de los niños y las niñas trans y cómo se debe accionar desde la sociedad. “La historia no termina en Luana, sigue; y no termina con el DNI, le queda a Luana enfrentar la calle, no va a salir con el libro pegado en la frente y el DNI en la mano”.
*Doctora en Ciencias de la Comunicación Social