Porque no estamos todas, a días del 34º Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No Binaries, se relizó el Primer Festival cultural en solidaridad con las presas: “Ni Una Menos en las cárceles también”. La China Cuellar, presente.
Por Vivian Palmbaum / Foto: Espantarrejas
“Las mujeres son sometidas diariamente a tratos de tortura, por eso para mí era muy importante crear este evento, para visibilizar y difundir la situación adentro de la cárcel”. Con estas palabras comenzó Alfredo Cuellar, el Primer Festival “Ni Una Menos en las cárceles también”. “Yo soy el papá de la China, este maldito destino nos puso en este lugar y tenemos que sacar la fuerza necesaria para transitarlo. Para mí es muy emocionante verlos a todos acá, porque son la fuerza necesaria para seguir adelante. El Ni Una Menos tiene que traspasar los muros”.
Fue el domingo 6 de octubre en el Salón Pueyrredón, CABA, y fue una jornada artística y cultural para visibilizar, solidarizarse con quienes están privadas de su libertad y celebrar el encuentro de un espacio que no para de crecer a fuera de sensibilización sobre las problemáticas que pretenden derribar los muros de las prisiones. Porque el Estado no solo excluye, margina y asesina con sus políticas sino que asesina y maltrata. Una situación invisibilizada, que apenas se conoce cuando es noticia en los medios de comunicación alternativos o por alguna situación que no puede ser ocultada y que sino permanece en el silencio, entre las voces de familiares, amigues o cercanxs.
Es que las leyes penales responden a las lógicas sociales patriarcales que recrudecen la dominación del varón hacia las identidades feminizadas en las cárceles. El Estado perpetúa, consolida y profundiza esa desigualdad. Lo hace a través de sus funcionarixs y del poder judicial que no investiga al Servicio Penitenciario -una fuerza represiva militarizada- para determinar responsables de los tratos crueles e inhumanos que allí suceden. Vulneraciones de Derechos Humanos que solo son visibilizadas cuando las presas se organizan para exigir justicia porque una de ellas fue asesinada, por mejores condiciones o cuando ven negados sus derechos a la identidad, salud, educación o trabajo.
Activas la memoria colectiva
Las compañeras y amigas de Florencia, “la China” Cuellar, asesinada por el Servicio Penitenciario en una de las cárceles de Ezeiza, empezaron contando quien era: “la que estaba siempre ahí cuando alguna piba tenía un problema, era la voz de las pibas”. Quizas eso ayude a entender porque un día apareció muerta y lo quisieron hacer pasar por suicidio. Alfredo Cuellar, su padre, aclaró, “no es el festival por la China, no; es para darle voz a tantas… disculpen si a veces hasta yo me confundo”.
Por el escenario del Primer Festival en solidaridad con las presas, pasaron las voces de la injusticia hermanadas por la responsabilidad de un Estado patriarcal y represor. Se escucharon a mujeres, disidencias y no binaries que sufren en contextos de encierro, por la discriminación, víctimas de prejuicios, de una sociedad patriarcal y conservadora que margina, condena, silencia, enferma y mata a quienes no se adecúan a sus normas. Víctimas de las políticas que llevan a la marginación, con situaciones laborales de esclavitud como la de las y los trabajadores textiles de Luis Viale que aún luchan para que se establezca alguna responsabilidad por las y los muertos en el incendio.
La solidaridad sostiene, permite luchar, encontrarse y enfrentar las injusticias. Así lo contaron familiares de la Marcha Nacional Contra el Gatillo Facil, integrantes de Yo No Fui y de la Cooperativa Esquina Libertad que lograron traspasar los muros y encontrar modos de vida alternativos a los que este sistema les ofrece. Tampoco estuvo ausente la referencia al “Lechu”, Santiago Maldonado, convertido en emblema de la solidaridad.
“Ni una menos, ni una mas, dejaremos de sumar, restar, multiplicar. Ni una menos, entre nosotras, ni una mas podrás matar porque el Estado patriarcal se está por acabar…decía Akella al ritmo de rap. También Dani Rap y otros le ponían poesía y rítmica a las letras de protesta, de denuncia, de resistencia.
Porque la lucha también es alegría compartida, con lecturas, músicas y artistas que le pusieron palabras bellas a la injusticia, a pesar de todo, porque de ahí viene la fuerza para continuar. Música, rap, poesía, lecturas, feria de publicaciones, xilografía, fueron algunas de las tantas expresiones que se ofrecieron. Con radio abierta que trasmitió Radio Semilla, que le puso sonido a la jornada y barra amigable. El valor de la entrada fue un alimento no perecedero para solidarizarse con quienes están detrás de los muros, para hacerlas sentir que no están solas, que nos importan.
El dolor cuando se comparte y se pone en palabras alivia, ayuda a juntar fuerzas, no te hace sentir sola, asi lo trasmitieron y lo hicieron sentir las voces que se transforman en grito colectivo.
Las periodistas feministas también decimos: “Ni Una Menos en las cárceles”
Comunicar con una perspectiva antirrepresiva se volvió una necesidad ante el aumento de la política criminal de un gobierno que se basó en la represión pero que evidencia torturas y maltrato sistemático. “Como periodistas feministas tenemos la responsabilidad de visibilizar también esas voces. Porque cumplir una pena no es sinónimo de la muerte o la tortura sistemática”, afirmaron en un comunicado, trabajadoras autoconvocadas alrededor de la problemática. A continuación lo que manifestaron:
“En Argentina, mujeres, lesbianas, travestis y trans en situación de encierro son asesinadas y sufren torturas que se agravan por su condición de género: violaciones, golpizas, requisas vejatorias y aislamientos extremos. El responsable es el Estado , personificado en los agentes del Servicio Penitenciario que cumplen funciones en los establecimientos donde se encuentran privadas de su libertad . En muchas historias, las presas conviven con sus hijes en condiciones inhumanas de encierro y están sometidas a un deficiente sistema de atención de la salud y enfermedades que por no tratarse terminan en muerte.
Las cárceles fueron construidas por y para varones siguiendo los lineamientos de la política criminal que no tiene en cuenta las condiciones específicas que requieren mujeres, lesbianas, travestis y trans como de las personas que se encuentran gestando, encarceladas junto a sus hijes o atravesando un tratamiento hormonal para adecuar su cuerpo al género con el que se autoperciben.
Es que las leyes penales responden a las lógicas sociales patriarcales que recrudecen la dominación del varón hacia las identidades feminizadas en las cárceles. El Estado perpetúa, consolida y profundiza esa desigualdad. Lo hace a través de sus funcionarixs y del poder judicial que no investiga al Servicio Penitenciario -una fuerza represiva militarizada- para determinar responsables de los tratos crueles e inhumanos que allí suceden. Vulneraciones de Derechos Humanos que solo son visibilizadas cuando las presas se organizan para exigir justicia porque una de ellas fue asesinada, por mejores condiciones o cuando ven negados sus derechos a la identidad, salud, educación o trabajo.
El 23 de diciembre de 2012, a Florencia “la China” Cuellar la golpearon y dejaron agonizar agentes del Servicio Penitenciario en la Unidad IV de Ezeiza, asesinato que intentaron disfrazar como un suicidio. Entre el 2009 y el 2013 fueron 9 las presas asesinadas en el Complejo Penitenciario : Silvia Nicodemo y Romina Leota en el 2009, Noelia Randone y Vanesa Ordoñez en 2010, Alejandra del Valle en 2011 y Yanina Hernandez Painnenfil, Maria Laura Acosta, Cecilia Hidalgo y la China en 2012.
El 15 de julio de 2017, Luisa Cienfuego falleció a causa de un infarto; sus compañeras denunciaron que las autoridades actuaron con negligencia y demoras en su trasladado al centro médico. Luz es una joven travesti de 22 años que está acusada de un crimen que no cometió, estuvo presa 8 meses, en abril de 2018 le fue otorgada la prisión domiciliaria que por derecho le correspondía desde el día uno por poseer una discapacidad, pero la Justicia se lo negó poniendo en riesgo su salud. Johana tenía 21 años y dos hijos de 6 y 8. Se encontraba privada de su libertad en la Unidad 33 de La Plata, el 25 de agosto de 2018 se suicidó. Sufría depresión y no recibió la atención adecuada, cuando hacía tiempo que pedía ayuda, pero ningún responsable del penal la escuchó. La dejaron morir. Patricia Solorza, de 40 años, quedó privada de su libertad después de ser denunciada por médicos que dijeron que se había practicado un aborto, cuando en realidad fue espontáneo. Tenía dos hijos, uno de 8 y otro de 19 con un retraso madurativo y a pesar de eso le negaron el arresto domiciliario. Murió esposada de pies y manos en la camilla de un hospital con custodia policial, estuvo varios días pidiendo asistencia médica, que llegó demasiado tarde.
Durante 2019 se incrementaron las denuncias por violencias dentro del contexto de encierro. La información oficial sobre el estado de las cárceles y la situación en la que se encuentran las personas privadas de su libertad en Argentina es limitada, parcial o carece de rigurosidad metodológica. Sin embargo, sabemos de ello por los relatos que pocas veces suelen traspasar los muros de las prisiones . El número de mujeres, disidencias, racializadas y migrantes en cárceles aumenta; lo que no deja lugar a dudas de que se trata de víctimas de una demagogia punitiva que condena a las más empobrecidas.
En febrero de 2019 Elsa Medina, de 63 años, falleció por falta de atención médica en la cárcel de Bouwer, Córdoba, donde días después se sumó la muerte Janet López de 30 años, que fue encontrada en su celda ahorcada, una situación que debe ser investigada. Esto produjo gran conmoción en el penal, donde las mujeres exigieron respuestas y a causa de ello, en la madrugada ingresó un grupo de choque del Servicio Penitenciario que las atacó con represión y palos. Estas situaciones silenciadas se repiten como una constante contra las mujeres, disidencias, racializadas y migrantes presas. Pero el feminismo libera. Historias como la de Higui de Jesús, lo demuestra, una encarcelación que pudo ser revertida por la solidaridad, movilización y presión social. Pero otras mujeres como Anahí Salcedo, encarcelada sin la atención médica, fue abandonada al sufrimiento y el trato inhumano. Otras siguen esperando verdad y justicia mientras apelamos a la memoria colectiva.
No son situaciones ajenas a las que vivimos diariamente las mujeres, travestis y trans en una sociedad que nos empuja y excluye constantemente. Por eso, y para abortar la indiferencia decimos “abajo los muros de las prisiones”. Que el grito “Ni Una Menos”, que se escucha en las calles también resuene dentro de las cárceles. Para que no nos maltraten, hostiguen, manipulen, coarten nuestras libertades nunca más. Porque el silencio y la complicidad con las torturas y la muerte no es nuestro idioma. La China, ¡vive!
Somos periodistas feministas que trabajamos en medios comerciales, públicos y autogestivos y creemos que la neutralidad hay que abortarla porque sólo favorece a los poderosos. Por eso, venimos a traer nuestra solidaridad y a decirles acá estamos”.
*desde Marcha, como cada año, cubriremos el Taller Mujeres, disidecias, cárcel y sistema penitenciario.