Otra jornada de repudio a la decisión de Sebastián Piñera de declarar Estado de Emergencia y dejar la calle a los militares. Mientras se difunden las cifras de personas asesinadas y violentadas, el pueblo chileno construye memoria para la resistencia. Un relato urgente con antecedentes cercanos y una solidaridad que traspasa la cordillera.
Por María Brun Lubatti / Foto: Migrar Photo
Lo que está pasando en Chile nos moviliza. Los motivos sobran: la cercanía geográfica y el accionar que nos recuerda a un pasado no tan lejano son algunos de ellos. Para entender lo que está pasando en Chile es necesario corrernos del horror que nos producen las imágenes y videos que están circulando a toda hora por las redes.
Las movilizaciones del pueblo chileno -bajo la consigna #ChileDespertó- buscan visibilizar un malestar político y social sintomático acumulado por años y gobiernos de injusticia social. En este momento, es importante resaltar la dignidad del pueblo chileno que está recuperando las calles -a pesar de la violencia estatal- para hacerse escuchar con la intención de generar un cambio en el sistema económico y político. La violencia del gobierno de Piñera no logra silenciar aquel malestar. En Valparaíso, no alcanzan “los pacos” -como se llama a los Carabineros, su policía- para reprimir todos los puntos de manifestación en una ciudad de 300 mil habitantes.
A diferencia de las versiones que buscan instalar medios masivos y oficiales, las movilizaciones no tienen como leitmotiv crear caos: son sus integrantes quienes han frenado en varias ocasiones algunos intentos de saqueo. No hay total desabastecimiento, y, al menos en Valparaíso, los pequeños locales, o despensas están abiertos y brindan servicio.
Hasta el momento fueron varias las marchas de asistencia masiva organizadas en la ciudad portuaria: en reclamo de la salud, movilizaciones pacíficas reclamando el cese de la presencia militares en las calles, improvisando carnavales y una marcha hacia Viña del Mar donde se realizó una fiesta. También se están organizando mesas de debate para visibilizar reclamos específicos acorde a los distintos territorios. Son muchas las acciones de protesta: pequeños cacerolazos, concentraciones en la Plaza Aníbal Pintos -plaza neurálgica de Valparaíso- hacia Plaza Victoria, la cual es sede de los inicios de las manifestaciones, concentraciones en Plaza Italia. gente desde los balcones gritando y acompañando la marcha, micros y autos tocando bocina.
Las casas son como pequeños bunkers: grupos de amigues o familias se reúnen para pasar este momento en comunidad. No es un momento para estar en soledad. La gente está habitando la calle en disputa por el espacio público negado por la derecha. La violencia del Estado chileno aparece muchas veces como algo impensado desde una lectura argentina.
Antecedentes cercanos
La actual constitución chilena fue promulgada por la misma dictadura que derrocó el 11 de septiembre de 1973 a Salvador Allende. Allí se declara inconstitucional “todo acto u organización que propugnara una concepción contraria a la familia o fundada en la lucha de clases”. Al igual que en nuestra dictadura, la violación a los Derechos Humanos, la represión y la anulación de derechos civiles fueron las bases de este sistema. En Chile se instaló el modelo neoliberal -tanto en lo económico como en lo ideológico-; que implicó la reducción del gasto público, la privatización de las empresas públicas y los recursos naturales, así como también la promoción de la libre empresa. Fue esta la usina de producción de las grandes desigualdades sociales que hoy afectan a la sociedad chilena.
El pasado miércoles 16 de octubre, frente al aumento de la tarifa del metro, les estudiantes comenzaron a organizarse para hacer una evasión masiva: rompieron los molinetes para pasar y dejar pasar gratis a otras personas. La respuesta fue una represión muy violenta. Piñera quiso cortar de raíz la problemática y le creció un bosque: frente a la represión en Santiago, la gente comenzó a salir a las calles. Tanto que hoy, les chilenes están habitando las calles, en muchos lugares de manera pacífica y legítima, con mucha adrenalina generada por la posibilidad de hacerse oír activamente frente a un Estado neoliberal y represor.
El sistema de salud es una de las instituciones del Estado más desfinanciadas junto al educativo y el previsional. La salud en Chile está repartida en dos tipos de sistemas: las Instituciones de Salud Previsional (ISAPRE) -privadas, las cuales cuentan con profesionales de las universidades más prestigiosas de Chile, una mejor infraestructura y equipamiento, y también son más costosos- y el Fondo Nacional de Salud (FONASA), único de carácter público.
Les chilenes perciben atención médica por sus ingresos y no por su estado de salud. Este año, la situación llevó a una crisis sanitaria: el Estado no destina el presupuesto que hace alta para abastecer condiciones mínimas en los hospitales públicos. Esta situación es consecuencia de la privatización de los servicios y derechos por parte de la dictadura de Pinochet y los gobiernos neoliberales consecuentes.
Por su parte, el sistema educativo también fue otra víctima de la neoliberalización, que en la actualidad se rige bajo la lógica de bien de consumo, de carácter mercantil. La educación en Chile estuvo mucho tiempo “municipalizada” y es privada. Cada municipio administraba con sus recursos la infraestructura y los recursos humanos. Aquellos municipios con menos recursos son más vulnerables, ya que no pueden brindar el acceso a una educación de calidad, lo cual genera gran desigualdad social e imposibilita el acceso a formación superior y trabajos calificados. En el mandato de Bachelet se realizó una reforma a modo de parche, creando instituciones regionales para administrar la educación, que no significaron ningún cambio estructural. Los servicios locales de educación se agrupan por barrios o zonas, los cuales quedan igualmente marcados por la desigualdad.
Por último, el sistema previsional actual -también privado- de Chile fue orquestado en plena dictadura por José Piñera, hermano del actual presidente. Este sistema privado de pensiones es denominado AFP: Administradoras de Fondos de Pensiones.
Las AFP recaudan un 10% del salario de les trabajadores, y utilizan esas sumas para inversiones en el sistema bancario y financiero nacional e internacional. El aporte es de aproximadamente del 10% del salario de las instituciones que luego les cobran altos porcentajes de interés por créditos. Asimismo, los bancos utilizan lo recaudado para realizar inversiones en el sistema bancario y financiero nacional e internacional. Quienes no pudieron realizar aportes a las AFP tienen la posibilidad de solicitar una pensión mínima al Estado, que actualmente es de de $110.200 pesos chilenos (U$S 150), es decir, un tercio del sueldo mínimo.
Hoy, les chilenes están habitando las calles, y en muchos lugares está siendo de manera pacífica y legítima, con mucha adrenalina generada por la posibilidad de hacerse oír activamente frente a un Estado neoliberal y represor. Es importante difundir la represión, pero también es importante dar a conocer el trasfondo del reclamo y de una situación que era inminente que sucediera por la historia chilena.
*Esta nota fue realizada con información brindada principalmente por Julieta Mazzoni, argentina que actualmente reside en Valparaíso, Chile. Julieta, junto a amigues de ese país, realizaron un informe para difundir por distintas redes, con el objetivo de generar una síntesis del panorama chileno y brindar un poco de claridad a quienes desconocen la realidad presente y pasada de este país. Si bien este no tiene rigurosidad académica, está basado en fuentes de información legítimas de que dan a conocer las principales problemáticas denunciadas por el pueblo chileno. Las fuentes fueron sistematizadas en paralelo a la información de las calles, las protestas y la policía y militares en las esquinas, helicópteros en el aire y el ruido de gente gritando, caceroleando, reclamando.