Por Mariano Pacheco. Este lunes, 26 de noviembre, se cumplen dos décadas del fallecimiento de Néstor Perlongher en San Pablo-Brasil. Breves líneas en homenaje a un tenaz militante de las minorías sexuales en Argentina.
Para 1972, cuando Gilles Deleuze y Félix Guattari publicaron en Francia el primer tomo de Capitalismo y esquizofrenia, Néstor Perlongher tenía 23 años y ya era un reconocido militante de las denominadas minorías sexuales. Más allá de las escasas repercusiones que El Antiedipo tuvo en el grueso de la militancia popular de nuestro país, fue un libro que abrió importantes perspectivas para dotar de un sostén teórico a las corrientes de activistas que en todo el mundo se plantaban ante la moral sexual dominante, que no era sólo la de las clases dominantes, sino también la de quienes las impugnaban con sus luchas. Perlongher se encontraba entre esos tempranos y escasos pero agudos lectores locales de la obra de Deleuze y Guattari.
Ese mismo año, tal como nos cuenta Mabel Bellucci en su artículo “Relaciones carnales”, publicado recientemente en Las 12 (suplemento del diario Página/12), Perlongher publicó en revista 2001 un texto en el cual afirma que “la liberación sexual es al individuo lo que la liberación social es a la sociedad”. Es necesario provocar una revolución cultural, escribía entonces, entendiendo como tal “el conjunto de cambios en lo cotidiano, político, social, económico, necesarios para la existencia de un hombre libre en una sociedad no autoritaria…”.
Por esa misma época, el Frente de Liberación Homosexual –del cual Perlongher fue uno de sus fundadores y principales impulsores– planteaba, en un panfleto titulado “Sexo y revolución”, que el sexo era una cuestión política, desde el momento en que la política era algo “que se ejerce en todos los momentos de la vida cotidiana y que se trasluce en todas nuestras elecciones, por íntimas que sean”.
Como puede apreciarse, los planteos del FLH no soslayaban la cuestión política, entendida ésta como transformación del conjunto de las estructuras de explotación y de opresión, sino que la abordaban incorporándole un nuevo elemento: el de la sexualidad y las costumbres. Subversión de las costumbres, experimentaciones relacionales.
En 1981, cuando ya se encontraba viviendo en Brasil y le tocó presentar a Guatari –que viajó allí para dictar unas conferencias, y reunirse con distintos grupos del país– Perlongher sostuvo ante su auditorio que existía el riesgo de que aquello que había nacido en principio como propuesta de ruptura del orden, se transformara en demanda de reconocimiento por y en ese mismo orden. Y sin bien valora positivamente ciertos avances que se producen en el período de “apertura democrática en Brasil”, advierte sin embargo sobre esos riesgos que la resolución de reivindicaciones y urgencias inmediatas puede provocar en los movimientos, si el poder estatal logra retraducir esas históricas demandas en rituales de turno burocrático. Desplazamiento hacia los aparatos institucionales –insiste– que no hay que dejar de observar con detenimiento.
Reflexiones de ayer que no dejan de incitar a las hoy, en un contento nacional en el cual las históricas demandas de las minorías han logrado importantes avances, no sólo desde un aspecto jurídico sino –fundamentalmente diría– en los planos políticos y sociales.
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Nacido y criado en el sur del conurbano bonaerense, Perlongher abandona Avellaneda recién cuando ingresa a la Universidad de Buenos Aires, para estudiar primero Letras, y luego Sociología. Son los años del Mayo francés en Europa, y del Cordobazo en Argentina. En 1971 y 1972, luego de un breve paso por las filas del trotskismo, participa plenamente en la conformación del Frente de Liberación Homosexual, y de su órgano de prensa: la revista Somos. Alineado con quienes apoyan la candidatura de Héctor Cámpora en las elecciones presidenciales de 1973, sin embargo, será de los primeros en pronunciarse críticamente cuando vea que tanto en el peronismo como en las izquierdas la “cuestión de las minorías” es inasimilable como parte de sus programas de transformación social. Tras el golpe del 24 de marzo de 1976, con excepción de algunos informes donde denunciaba la represión de la dictadura hacia los homosexuales (que hizo circular bajo un pseudónimo), estuvo replegado a la vida laboral, y a la escritura.
En 1980 publica por la editorial Tierra Baldía –dirigida por Enrique Rodolfo Fogwill– Austria-Hungría, su primer libro. Al año siguiente parte exiliado rumbo a Brasil, donde realiza estudios de posgrado en Antropología Social y colabora con distintas revistas. Su segundo libro, Alambres, será publicado en 1987 por la editorial Último Reino. Durante el mismo año y el siguiente, publica tanto en Brasil como en Argentina los libros La prostitución masculina y El fantasma del SIDA. De allí en más, y hasta su muerte, publicará –más allá de poemas, cuentos y relatos, ensayos, artículos y notas para compilaciones de libros o medios periodísticos– un libro por año: Hule (1989), Parque Lezama (1990), Aguas aéreas (1991) y El chorreo de las iluminaciones (1992).
Perlongher fue un escritor, un militante capaz de reír aun de lo mejor de su propio tiempo. Como en su poema “Siglas”, donde la “historia de la izquierda argentina” de la década del 60 es presentada sarcásticamente a través de la proliferación de nombres de las organizaciones políticas, en una época en que “el revolucionarismo de los grupos se medía por el número de consonantes de sus siglas”, según sus propias palabras.
Néstor Perlongher: un activista que supo captar tempranamente que los anhelos de transformación social están guiados no sólo por la pasión de destrucción del mundo tal como se nos presenta, sino –y fundamentalmente– por una perspectiva afirmativa, por un profundo deseo revolucionario.