Por Cezary Novek. En el marco del Festival Internacional de Literatura de Córdoba -FILIC-, se presenta en esa provincia la edición argentina de Lima y limón (Editorial Nudista), del español Antonio Jiménez Morato.
“Me confesó una vez que imaginaba
el paraíso como una mañana
de domingo para remolonear
eternamente en la cama”
-A. J. M.-
Lima y limón es una historia de amor contada después de las cenizas, como quien deshoja una flor hasta quedar con el tallo desnudo en la mano (un tarro, en este caso). Sergio Chefjec -en el texto de la contraportada- lo imagina como “un Henry James de hoy, menos atribulado y más expedito al momento de descartar posibles vericuetos morales de las acciones de los personajes”. La experiencia de lectura hace pensar en una sensibilidad más cercana a la de Alain Fournier y John Berger. El tratamiento de la memoria y el acertado epígrafe de Baron Biza (“y quedan entre líneas los días con amor pero sin historia”) a Proust.
La nouvelle está construida por pequeños párrafos, conformados por recuerdos sueltos que el protagonista desgrana en un desarrollo fragmentario y no lineal, reviven una historia de amor ya concluida. Chico conoce chica, se enamoran, se separan. El narrador se pregunta acerca de cómo narrar el amor y -a través de ello- qué es el amor, si vale como tal una vez diluido y cómo es posible registrar esa memoria que sólo tendría sentido cuando es compartida entre los protagonistas de la misma.
Es, ante todo, un ejercicio de memoria que busca rescatar el sentimiento, pero despojando a la palabra de sentimentalismo. Encerrar todo aquello que habita en la frontera difusa entre la experiencia real y la percepción de la experiencia para ponerlo a descansar sobre el lenguaje, a salvo del olvido. ¿Es posible escribir una historia de amor sin caer en la cursilería? Esta parece ser la pregunta ampliada.
La metodología del protagonista para fijar los recuerdos en palabras es capturar pequeñas acciones dispersas e intentar ordenar esos vestigios como evidencia de lo que dos personas sintieron en un momento en que coincidieron; de qué sucedió. Pero el pasado no es estático y sólo queda suponer que siempre lo mejor, lo que más se disfrutó, es lo que quedó disuelto entre los paréntesis que marcan las anécdotas del inicio y la reconstrucción del alejamiento. Al fin y al cabo, parece decirnos, lo único que persiste es el hito: lo que marca un antes y un después; y no lo otro, lo que hubo antes y después del punto de quiebre. Sobre ese limbo hace equilibrio el pulso melancólico y sin afectación de la historia.
El protagonista es consciente de que no hay finales cerrados, ni redondos, ni extremos que se tocan. Todo es apenas un segmento, ya que la vida continúa de forma inexorable. Las referencias son escasas. Muchas novelas de géneros afines tienden a asfixiar la historia con referencias a canciones, poemas, libros, cultura pop, etc. No es este el caso y se agradece. El desarrollo fragmentario y convergente da la impresión de una voluntad de alejamiento y acercamiento pendular. Como el de un niño que alterna el estudio de las diferentes caras de un poliedro. Una posición que parece buscar una distancia ecuánime entre el la inocencia y el desencanto. Al final, el poliedro es un cubo Rubik. Recordar es reinventar, parece ser el aprendizaje del narrador. Reconstruir la historia de un amor es una forma de volver a vivirlo. Igual pero diferente cada vez.
La manera en que se desarrolla la cotidianeidad de la relación sugiere una idea del amor, en apariencia, sencilla y práctica; como la de un arte de combinar rutinas, costumbres y defectos de carácter. Tarea imposible que siempre culmina en la separación y la nostalgia. Desde ese lugar es que se busca destilar la historia, que justifica el epígrafe final, de Deleuze/Guattari, “haber deshecho el amor /para devenir capaz de amar”
No hubo tiempo de concertar una entrevista antes del lanzamiento. Pero quería darme el gusto de cerrar esta reseña con palabras del autor. Después de leer varias entrevistas, me quedo con lo que -a mi humilde entender- mejor representa el sabor de boca que deja el libro. En una conversación de 2010, entre Antonio Jiménez Morato y Antonio Báez Rodríguez, confiesa: “Y sí, huyo de la literatura escribiéndola, así de idiota es uno”
La presentación de la novela -bajo el sello de Editorial Nudista- se llevará a cabo en el marco de la cuarta edición del FILIC (Festival Internacional de Literatura de Córdoba). El autor estará presente en una mesa de diálogo junto con el escritor Luciano Lamberti.
Antonio Jiménez Morato nació en Madrid, en 1976. Ha publicado cinco libros: la recopilación de ensayos de tema literario El sabor de la manzana (Germinal, San José de Costa Rica, 2014), el volumen de crítica desplazada Mezclados y agitados (DeBolsillo, Barcelona 2012), la novela corta Cuco (Propia Cartonera, Montevideo,2012), la novela Lima y limón (Editorial Regional de Extremadura, Mérida, 2010 y Germinal, San José, 2012), y el libro de relatos entrelazados Cuestión de sexo (Aguilar, Madrid, 2009). Además, ha participado en diversos libros colectivos, tanto de relatos como de ensayos, y se ha encargado de prologar e incluso realizar la edición de algunos libros, entre los que se destaca la antología de relato breve de Alberto Chimal, Siete, y la antología Poesía en mutación, que recoge un muestrario de los mejores autores líricos españoles nacidos en democracia. Colabora de modo asiduo en medios impresos y digitales de diversos países. Actualmente reside en Nueva Orleans, donde cursa el doctorado en el departamento de Español y Portugués de la Universidad de Tulane.
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