Por Agustín Bontempo / @agusbontempo – Fotos por Oscar de la Vega
Hoy se cumple un nuevo aniversario de la segunda desaparición de Jorge Julio López, esta vez en democracia. Entrevista exclusiva con Myriam Bregman, su abogada.
Cada 18 de septiembre, desde hace 12 años, no es un día cualquiera. Ni siquiera nos anuncia la llegada de la primavera. Aquella vez, el 18 de septiembre de 2006, era el día previo a la sentencia que condenara al genocida Miguel Etchecolatz. Sin embargo, en una demostración de la oscuridad que rodeó (y sigue rodeando) a los crímenes de Estado durante la última dictadura, Jorge Julio López –quien había declarado como víctima y testigo en el juicio por delitos de lesa humanidad en el que fue condenado a prisión perpetua el represor Etchecolatz– fue desaparecido. Hasta la fecha nada más se supo de él.
En esta oportunidad, dialogamos de manera exclusiva con Myriam Bergman, legisladora porteña por el PTS-FIT, y una de las abogadas de Jorge Julio López.
–Ante un nuevo aniversario de la segunda desaparición de Julio López, ¿existen novedades sobre su búsqueda o, como todo indica, no se está haciendo nada por parte del Estado?
–Creo que después de 12 años no hay mucho para decir. La búsqueda terminó rápidamente. Habría que preguntarse si la búsqueda alguna vez empezó. Porque ahora hablamos con un balance también de lo que ocurrió. Nosotras, apenas desaparecido Julio López, a las dos horas que desapareció, ya presentamos un hábeas corpus para dar cuenta de lo que entendíamos rápidamente que no era que Julio era un viejito que estaba perdido como se decía por ahí o que se había asustado y se había ido. Creo que si lo miramos desde ahí es difícil pensar si alguna vez se lo buscó, porque desde el Estado rápidamente se tuvo conciencia de lo que había pasado y todo lo que se hizo si una mira en el expediente –primero en mano de la justicia provincial después en manos de la justicia federal– verá que búsqueda de una persona secuestrada no hubo. Todas las primeras horas, los primeros días, que son los más valiosos, lo que se buscaba era una persona perdida, con lo cual se dio un tiempo enorme para los secuestradores, para que borraran las pistas que pudiese haber con relación al secuestro.
Después de mucha pelea y mucho tiempo, hubo algunas pericias que se hicieron en la causa, algunas medidas de pruebas que podrían haber indicado a dónde estaba Julio López. Pero buscarlo, buscarlo, nunca se lo buscó.
Creo que también es importante señalar esto porque si hubo avances, como por ejemplo identificar a la persona que le hizo el seguimiento a Julio López, fue por pruebas aportadas por los propios querellantes, no porque la justicia lo haya encontrado. Y esto es muy doloroso decirlo, porque sabemos que a Julio no lo mandó a secuestrar el Estado, no fue el propio aparato de Estado el que lo secuestró, como podemos decirlo claramente en el caso de Santiago Maldonado, donde hubo una desaparición forzada que como mínimo los gendarmes sabían donde estaba Santiago durante los 78 días que estuvo desaparecido. Pero en el caso de Jorge Julio López, el aparato de Estado decidió encubrir el hecho para mantener, como algún Ministro lo dijo en aquel momento, la gobernabilidad de la bonaerense. Mantener ese pacto, terrible, nefasto que funciona en la provincia de Buenos Aires, donde los grandes delincuentes, lo que se llama habitualmente el “crimen organizado, funcione en connivencia con la policía. Y todos esos elementos fueron los que actuaron también en el caso de Julio López. Porque no se puede entender cómo ninguno de la patota de Etchecolatz ha sido verdaderamente investigado. O que la persona que le hizo el seguimiento a Julio López no haya sido inmediatamente detenida, sino que se mandó a allanar la casa recién nueve meses después de la denuncia que hicimos nosotros.
–¿Cómo está la causa en la que Julio López era testigo? Porque hace poco el envalentonamiento de las fuerzas represivas motivó incluso a que Etchecolatz se postulara para la policía nuevamente…
–Julio López era testigo en varias causas y era querellante en varias causas. La mañana del 18 de septiembre, Guadalupe Godoy, Liliana Mazea y yo estábamos esperándolo para poder alegar en su nombre; es decir, íbamos a acusar a Etchecolatz en su nombre. Él no era un simple testigo como tantos otros pueden serlo de un hecho ajeno o de un hecho propio. Él era un querellante, estaba allí para acusar a Etchecolatz en el primer juicio que se abrió después de la nulidad de las leyes de Obediencia debida y punto final. Es decir, Julio López había adoptado en nuestra nueva etapa de la pelea por justicia un rol protagónico; eso es importante destacarlo. Como tal, el testimonio de Julio es muy valioso para todos los juicios que se desarrollaron posteriormente, porque él estuvo en varios centros clandestinos, pudo ver a otros detenidos-desparecidos, otras detenidas-desaparecidas, entonces su testimonio es valioso. No en una causa puntual, sino en todo lo que es el circuito Camps del período en el cual él estuvo secuestrado.
Julio era albañil y siempre contaba en sus testimonios cómo esa actividad, ir a lugares (el había estado trabajando incluso al lado de algunas de las comisarías en las que después estuvo secuestrado), le permitía reconocer a muchos de los policías que después involucró con su testimonio. Entonces para investigar había montones de elementos, lo que no se quiso es profundizar en esas lineas investigativas.
Por otra parte, Etchecolatz es un provocador. Siempre lo fue, así actuó durante todo el juicio. Fue un juicio lleno de provocaciones, lleno de amenazas, que denunciamos. Durante el transcurso del juicio, nos amenazó a nosotras, a Chicha Mariani. Chicha sufrió amenazas muy graves, las abogadas sufrimos amenazas, los días posteriores que desapareció Julio también. Etchecolatz es un provocador.
La noticia de que quiere volver a la bonaerense tiene dos lecturas. Una es que quiere volver y la otra es qué poco tiempo hacía que lo habían sacado de la bonaerense (NdeR: estuvo en la Policía Bonaerense hasta el 8 de agosto de 2017 bajo la figura de Retiro Activo Voluntario). Cómo puede ser que Etchecolatz, que estuvo involucrado en la desaparición de Julio, fue condenado por delitos de lesa humanidad y seguía perteneciendo a la bonaerense, como un jubilado seguramente. Yo creo que estas noticias hay que mirarlas por la espectacularidad que tienen, que provocan, que es Etchecolatz proponiéndose volver y también por qué todos estos genocidas siguen formando parte de las Fuerzas Armadas y de seguridad, salvo algunos que han sido alejado por otro tipo de cosas. Incluso Astiz, que es el ejemplo emblemático que fue dado de baja de la Armada, fue dado de baja por otros motivos, no por los secuestros y su accionar en la ESMA. Ahí hay un tema mucho más profundo que es la continuidad de los genocidas como parte de las Fuerzas Armadas y de seguridad y atendiéndose en los mismos hospitales, como Astiz atendiéndose en el hospital Naval y etcétera.
Cómo esto, que a veces provoca el rechazo y la reacción social, a veces tiene como una contracara más profunda que es cómo puede ser que después del genocidio cometido en la Argentina, estos personajes sigan formando parte de las Fuerzas Armadas y de seguridad. Muchos de ellos siguen cobrando pensiones, por ejemplo en el caso de la Armada ahora que la nombré, como héroes de Malvinas, por haber participado en la Guerra. Cómo hay una continuidad de Estado que, salvo que se generen escándalos alrededor de ellos, prácticamente sus privilegios no son tocados. Etchecolatz no había sido dado de baja de la Bonaerense y ¿cómo puede ser que desde el año 2006 hasta ese momento a nadie se le ocurrió, a ningún funcionario, político ni a los jueces, que no podía seguir siendo parte?
–El gobierno viene respaldando a las fuerzas de seguridad en cada accionar, con casos tremendos como el de Chocobar, que fue felicitado por el presidente Macri y la ministra Bullrich, el gatillo fácil, la Prefectura y la Gendarmería con los casos de Rafael Nahuel y Santiago Maldonado respectivamente, por mencionar algunos ejemplos ¿A qué obedece este posicionamiento del gobierno?
–A eso yo le agregaría un elemento más: patotas estatales o paraestatales que le escriben a una docente en su cuerpo “ollas no”. Porque me parece que lo que ocurrió ayer (en referencia al miércoles 12 de septiembre) es un salto importante que habrá que ver si es el accionar de una patota estatal o paraestatal, pero que la gravedad es muchísima. Y lo señalo porque lo del ataque a Corina, la docente de Moreno, se da en un marco de estigmatización permanente de los que luchan, de los dirigentes sociales y de los dirigentes gremiales. Esta estigmatización permanente, que también la hemos sufrido desde la izquierda –en mi caso, junto a Nicolás Del Caño , cuando fue el año pasado la lucha de PepsiCo–, de todos los medios de comunicación masivos, y esto crea el clima para que se sufran ataques. A veces estatales, pero también paraestatales que funcionan a ese amparo.
Hay que señalar que este es un gobierno que está pasando nuevamente un saqueo, en mi entender: el cuarto saqueo de la dictadura a esta parte, de enorme transferencia de los sectores populares hacia los sectores más concentrados de la economía, de saqueo de los recursos naturales, un redoblar del peso que implican las ataduras de la deuda externa en el país y que todo eso va acompañado de un discurso lo suficientemente atemorizador como para que ese ataque económico y social pueda llevarse adelante. No hay manera de llevar un ataque tan fuerte si no es agudizando los mecanismos de represión, espionaje y, como decía recién, hay que ver que esto de Moreno no sea un precedente de ataques de aquellos como empezaron a ocurrir con la Triple A, de bandas paraestatales que atacan activistas, dirigentes de izquierda, militantes. La verdad es que es gravísimo lo que ocurrió y tenemos que ponerlo en ese contexto.
Creo que lo de Rafael Nahuel, lo de Santiago Maldonado, fue un mensaje muy claro de cómo iba a proteger la propiedad terrateniente este gobierno. La represión en PepsiCo fue un mensaje muy claro de cómo iba a actuar este gobierno en el cierre de empresas y para la enorme cantidad de despidos y cierres que vinieron después. Es decir, es un gobierno que actúa muy fuertemente protegiendo el capital más concentrado y que sabe que la represión y la persecución es parte de la política que tiene que llevar adelante.
–Carlos Rosenkrantz, nuevo presidente de la Corte Suprema de Justicia, fue uno de los abanderados del 2 x 1 a los genocidas, ¿qué implica su designación?
–Me resulta difícil analizarla como persona. Más a nivel continental, creo que hay un fenómeno que se viene dando de la injerencia de Estados Unidos en las decisiones políticas de nuestros países. El caso más paradigmático es el de Brasil, pero también en Argentina. Hace ya una década que Estados Unidos viene pugnando porque se implementen leyes que permiten la injerencia política con dos aspectos: uno es formando jueces directamente en sus países. Todos los jueces federales, fiscales, son invitados permanentemente a congresos, a reuniones que organiza tanto el Comando Sur como el Departamento de Estado en Estados Unidos. El juez Sergio Moro es un juez notoriamente formado allí. Por el otro lado, la implementación de determinadas leyes que son necesarias para que Estados Unidos pueda intervenir directamente en la política local. La Ley de Delación premiada en Brasil, Arrepentido en Argentina, la legislación antiterrorista también aprobada durante la gestión del gobierno anterior, la Ley de Ficha Limpia promulgada durante el gobierno de Lula. Son distintas leyes que a veces, con la excusa del narcotráfico, otras del terrorismo o de la corrupción, Estados Unidos utiliza para intervenir en nuestros países. Entonces todos estos reacomodamientos que estamos viendo en el Poder Judicial me parece que tienen que ver con un lineamiento profundo hacia ese tipo de políticas.
La Corte Suprema, de Argentina y de Brasil, viene sacando fallos muy reaccionarios que atacan directamente a las condiciones de vida del pueblo trabajador. En Argentina salió hace dos meses aproximadamente el fallo sobre un médico del Hospital Alemán donde se autoriza la tercerización. La Corte Suprema de Brasil, los últimos días de agosto, sacó un fallo habilitando absolutamente todas las tercerizaciones de trabajadores, que es lo que proponía la reforma laboral de Temer. Entonces uno puede pensar que hay muchas coincidencias o puede pensar que hay políticas dirigidas, como bien dijo el jefe del Pentágono (NdeR: James Mattis, Secretario de Defensa de Estados Unidos), que estuvo en Argentina hace unas semanas, en una notita en Clarín, al pasar: que veía con mucha preocupación que en Argentina hubiesen avanzado tanto las empresas chinas y rusas. Yo no creo que sea una persona preocupada por la soberanía argentina, sino más bien preocupada por los negocios estadounidenses.
Lo que veo en los poderes judiciales en América Latina es un aumento en la injerencia de Estados Unidos, mucho más directa de lo que ha sido siempre. Porque si bien las intervenciones que Estados Unidos hacía en la región a veces eran más directamente militares, organizadas en las Escuelas de las Américas y demás, ahora intervienen a través de los poderes judiciales.
–¿Qué significa Julio López para quienes exigimos memoria, verdad y justicia?
–Julio significa compromiso. El compromiso que él tuvo de ir a declarar, de ser uno de los primeros testigos, de involucrarse en la causa, de acompañarnos. Él sabía que íbamos a acusar a Etchecolatz por genocidio, la primera vez que se iba a hacer esa acusación en la Argentina. Era una acusación que tenía muchos resquemores, muchas resistencias. Hoy parece unánime hablar de genocidio, pero en aquel 2006, cuando tuvimos que llevar adelante esa acusación no fue fácil y Julio decidió acompañarlo porque él coincidía con la visión que nosotros queríamos plantear de que lo que había ocurrido en la Argentina era un proceso mucho más amplio que torturas, desapariciones, apropiaciones de niños. Tal vez, siguiendo con aquello que había dicho Rodolfo Walsh de los motivos económicos, hay que buscar las verdaderas razones de la dictadura.
Julio fue parte de esa acusación y me parece que hay que reivindicarlo como eso, como alguien que quiso analizar y acusar a los genocidas no por hechos individuales, incluso por él propio, sino acusarlos por todo el proceso que vinieron a llevar adelante en el país.
Y de la lucha por la aparición de Julio siempre digo que tiene un final triste, muy duro para nosotras porque le pusimos mucho a esa pelea y no logramos saber aún que pasó con Julio más allá de que tenemos muchos indicios y muchos datos ciertos. Pero creo que haber respondido tan rápido como se respondió desde La Plata, desde la multisectorial, del Colectivo de Justicia que representábamos a Julio, desde el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia de la Ciudad de Buenos Aires y de todos los que en el país se sumaron a la pelea por decir “Julio no está abajo de un puente”, “Julio no está en la casa de la tía”, como dijo Anibal Fernández. Julio está desaparecido. Creo que esa enorme pelea sirvió para evitar casos similares, sirvió para que los testigos siguieran yendo a declarar, para que el miedo no ganara y por ende que no ganaran los genocidas. Eso me parece que es muy doloroso, pero que es una conclusión también de esa pelea. No creo que haya sido en vano, sirvió para que se sepa la verdad de lo que había pasado con Julio e impedir que vuelva a ocurrir en otros casos. Luchar siempre sirve.
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