Por Martín Scalabrini Ortiz*. El 4 de junio se cumplieron 72 años del fallecimiento de uno de los patriotas más preclaros, honestos y emprendedores que tuvo la historia de nuestro país. Su lucidez al servicio de la Nación, generó un impulso que no se detendría hasta la nefasta década neoliberal de los noventa. Su ejemplo de voluntad política y creadora, debería iluminar el camino de todos los argentinos.
El General Enrique Mosconi es nombrado como director de la recién creada Yacimientos Petrolíferos Fiscales el 17 de octubre de 1922. Esa fecha, que luego quedará en la historia como la aparición de un nuevo sujeto histórico nacional, será el comienzo de un período de crecimiento y de expansión de la petrolera estatal. En poco tiempo, desactivaría el trust petrolero conformado por las empresas extranjeras que comercializaban los derivados del petróleo en nuestro país. Mosconi, en un ejemplo de voluntad inclaudicable y tenaz en pos del desarrollo nacional y la soberanía energética, decide llevar adelante una política soberana de producción de hidrocarburos luego de que la empresa West Indian Oil Company se negara a venderle nafta de avión sin previo pago por adelantado del cargamento. Consideraba las gravosas consecuencias que podría acarrear a nuestro país la dependencia de la venta de combustibles por parte de empresas extranjeras en la defensa de nuestro territorio.
El capital inicial de YPF fue conformado por el Estado Nacional con diversas erogaciones aprobadas del Presupuesto General desde el año 1910 hasta el 1915 cuando estaba constituida la Dirección de Explotación de Petróleo de Comodoro Rivadavia llegando a totalizar el último año una suma de 8.655.240 pesos moneda nacional. Éste fue el único aporte monetario de los argentinos en la conformación de una empresa que llegaría a ser la más grande de nuestro país con un valor estratégico único en la economía nacional. Para mediados de 1934 el capital de YPF ascendería a 380 millones de pesos, explicando su crecimiento en el aporte de su propia riqueza, el petróleo, y el trabajo argentinos. El Estado nacional no aportó un solo peso más.
Para lograr este notable crecimiento, el Gral. Mosconi acudió a su ingenio para utilizar los recursos disponibles en favor del país. Fue así que en 1923 llama a licitación para la construcción de las primeras unidades de refinación del país en Ensenada, La Plata. La empresa adjudicataria tenía la obligación de proyectar, construir y poner en marcha las unidades para luego entregarlas funcionando para su operación posterior, en un claro ejemplo de aprovechamiento de una tecnología que no estaba disponible en la Argentina. La construcción se inicia el 14 de enero de 1925 y la inauguración se produce el 23 de diciembre de 1925. En menos de un año, se producen las primeras naftas argentinas.
La integridad moral de Mosconi es extraordinaria. Cuidaba el patrimonio de la empresa como si fuera propia. Para llevar adelante la construcción de la Refinería, utiliza su propio patrimonio como garantía, obligando a quienes lo acompañaban en la dirección a hacer lo mismo. Hasta los lápices eran utilizados hasta que se gastaban totalmente. Para conseguir uno nuevo, había que entregar el cabito del viejo.
El 1 de agosto de 1929 se produce lo que el mismo Mosconi llama como el “Ayacucho económico” declarando la independencia energética al romper los trust petroleros al ubicar el precio de la nafta en $0,18 cuando había llegado a valer $0,36. Era una empresa al servicio del país. Si YPF hubiera sido extranjera, entre 1926 y 1934 se hubieran debido girar el exterior alrededor de $1.025 millones producto de dividendos y ganancias, promediando un monto anual de $131 millones, con sólo 8,6 millones de pesos de inversión inicial. El flujo de divisas hubiera sido inconmensurable ahogando nuestra economía y manteniéndola al servicio del capital extranjero.
El ejemplo del General Enrique Mosconi, junto con su amigo inseparable el General Alonso Baldrich, demuestran una ética pública de difícil comparación, pero que debería servir a quienes se comprometan para llevar adelante el camino para de recuperación de soberanía energética. El cambio de paradigma se está produciendo, aunque falta mucho. La apropiación por parte del Estado Nacional del 100% de YPF y su conversión en Sociedad del Estado es fundamental. Como lo es también la derogación de los Decretos de Desregulación del Mercado de Hidrocarburos de 1989. Hay que recuperar el espíritu del Art. 40 de la Constitución de 1949, que establecía que los recursos naturales eran propiedad imprescriptible de la Nación, reformando la Constitución del 94 que implica un corset para modificar el Estado neoliberal heredado de los noventa.
Mosconi vive en el corazón de todos los argentinos y argentinas, pero sobre todo, vive en el corazón de los miles y miles de ypfianos que hicieron grande una empresa que supo ser el Gran Orgullo Nacional.
* Ingeniero Proyectos Gas y Petróleo / Miembro del Consejo Editorial Revista Industrializar Argentina / Candidato de Proyecto Sur en las elecciones nacionales de 2011