Por Federico Pita
Iniciamos la aventura de encontrarnos con otras publicaciones alternativas y populares. Y empezamos por el editorial del Nro. 3 del periódico El Afroargentino: una mirada sobre el racismo estructural que subyace en la clase política. De próxima aparición, será presentado el miércoles a las 19 en el Centro Cultural de la Cooperación.
Las imágenes se suceden y se agolpan, la foto de ayer tapa la de hoy, y el mundo del sensacionalismo instantáneo en el que vivimos reclama con la ansiedad del adicto la imagen de mañana. La falta de contexto anula la posibilidad de ver más allá y sólo hay lágrimas de impotencia, sembradas por los grandes medios que desinforman y atontan.
El mar Mediterráneo hecho un cementerio, la violencia institucional desborda en Estados Unidos y en Brasil se cobra más de 50.000 víctimas al año. En la Argentina, con el patrocinio de la derecha nacional, una porción de la opinión pública reclama linchamientos, más cárcel y baja de la edad de imputabilidad a los negros cabeza. Los medios hierven de indignación ante las crisis de los migrantes árabes y africanos subsaharianos; se denuncia la falta de humanismo de los países europeos, mientras que en casa se avala que la policía persiga y criminalice a los vendedores ambulantes africanos y se estigmatiza a los migrantes de países limítrofes que “llenan las villas”, son asociados al narcotráfico y “reciben planes sociales”.
Libertad, igualdad, fraternidad, democracia, suenan hoy, a la luz de los acontecimientos, como conceptos vacíos y se hace necesario redoblar los esfuerzos y seguir luchando por darle contenido a estos conceptos, que siguen siendo deuda de nuestras democracias. En tiempos electorales, como estamos en la Argentina, nos vemos obligados a llamar a la reflexión y a recuperar la variable étnica y racial a la hora de hablar de democracia si buscamos profundizar en libertad, igualdad, equidad y justicia.
Existe un proceso que se está dando en nuestra América Latina, un proceso que mira el mundo entero, al que algunos líderes han decidido plantearlo en términos de que hoy los presidentes se parecen a sus pueblos. Hace unas semanas el filósofo Enrique Dussel visitó Buenos Aires y llamó a este proceso la segunda emancipación de América Latina. La primera emancipación fue con respecto a la ocupación española, y se hace necesaria una segunda porque la primera ha resultado meramente formal, no quizás con respecto a España sino con respecto a Occidente, a Europa y su “cultura universal”. Prueba de que necesitamos emanciparnos, decía Dussel, es el eurocentrismo del que todavía adolecen nuestras casas de estudio (escuelas y universidades), nuestros sistemas de valores, nuestros horizontes aspiracionales.
Me permito agregar que otra prueba de que aún no nos hemos emancipado es la supremacía racial blanca, hermana del eurocentrismo, que todavía estructura nuestra sociedad. Argentina sigue ese proceso unos pasos atrás. Teniendo en cuenta que se trata de un proceso arduo, lleno de contradicciones, de marchas y contramarchas, no hay que desalentarse. Sin embargo, el cambio no llega con el mero correr del reloj sino con la lucha sostenida en el tiempo. Es por eso que debemos seguir preguntando, cuestionando, y desafiando el estado de cosas. El cambio no llega, se lo llama, se lo exige. Por eso desde la tribuna que es El Afroargentino, reclamamos más afrodescendientes y más integrantes de los pueblos originarios en las listas presentadas por los partidos políticos en las elecciones, para que el pueblo tenga la posibilidad de formar parte del proceso de toma de decisiones. Por eso decimos que el color preferido de nuestra clase política es el blanco y denunciamos a viva voz el racismo estructural. Por eso preguntamos: ¿Qué pasa que las caras de las cabezas de lista de nuestros partidos no se parecen a nuestro pueblo?