Por Eugenia Marengo
Los ex jefes de la Armada y Prefectura persiguieron y reprimieron sistemáticamente durante la ultima dictadura militar a la clase obrera con el fin de desarticularla.
Volver a Ensenada
El 4 de junio de 1975, Celestino Rodrigo, Ministro de Economía del gobierno de Isabel Perón, llevó a cabo un severo ajuste y devaluación que generó una gran crisis y como respuesta a este plan, las movilizaciones obreras no tardaron en salir a las calles. Fue durante los días 7 y 8 de julio cuando la huelga general paralizó al país. En Ensenada la marcha salió desde Astilleros, y en el camino se unieron a los trabajadores de Propulsora, siguieron por el camino Rivadavia hasta llegar a la seccional de la UOCRA, donde funcionaba la CGT. Allí fueron fuertemente reprimidos.
Al grito de “14.250 o paro nacional”, más de 10 mil obreros y obreras de todo el cordón fabril ribereño se hicieron escuchar. Esta medida de fuerza, terminó con la renuncia del ministro de Economía, y la homologación de los Convenios Colectivos de Trabajo, vigentes hasta hoy.
En las tardes de julio, el sol se deja de ver temprano. Ya eran las siete y la noche se les caía encima a los obreros y las obreras reunidos en multitud. Estaba la desesperación de saberse lejos, de garantizar que ante la avanzada de la policía, había que regresar. Tania, trae una anécdota. Dicen, que en medio del tumulto, su papá hizo frenar un micro de línea para que suban todos los compañeros y puedan regresar a Ensenada. Regresaron. A pesar de la represión. Organizados de ida y de vuelta.
Con el transcurso de los meses, el hostigamiento se volvió permanente. Después del Golpe, los trabajadores fueron vigilados, perseguidos, torturados y desparecidos. En medio de la madrugada del 31 de julio del 1976, quince personas de civil entraron a la casa de Tania, uno de ellos con la cara tapada. Una de las primeras cosas que vieron fue un cuadrito, típico de esa época, que tenía una cigüeña, un sourvenir que recordaba su nacimiento. “El bebé dónde está”, dijo uno de ellos.
“De casualidad esa noche no estaba, porque dormía en lo de mi tía. Quizás si hubiese estado ahí, se llevaban a mi vieja también y yo sería una de las cuatrocientas apropiadas”.
“Quedate tranquila que no le va a pasar nada”, así le dijeron a Elsa Gómez la mamá de Tania, después despertarlos quince hombres armados en medio de la noche.
Elsa no llegó a ver en qué se lo habían llevado, si en un Falcon o un camión de Prefectura. A Ricardo Nuez no se lo vio más. Desde ese momento, Elsa no dejó de buscarlo. Salía todas las noches a hacer recorridas con su auto.
En esas recorridas Elsa no encontró a su esposo, pero vio cómo secuestraron en un Ford Falcon a dos personas, en distintos momentos: Mario Oscar Gallegos y Juan Carlos Blassetti, a quien siguió hasta la Prefectura, hoy desaparecidos. También, en sus consultas a la comisaría de Punta Lara, una vez se encontró con las ventanas de la comisaría tapiadas. “Ella misma se ponía en peligro”, reflexiona Tania.
Elsa ya ha declarado en el marco de los Juicios por la Verdad, y ahora lo volverá hacer en este juicio.
Los imputados y la Justicia
La causa contempla cuarenta casos, de los cuales hay nueve desaparecidos, veintinueve sobrevivientes, y dos homicidios.
Como imputados están, el Comandante de Operaciones Navales, Antonio Vañek, ya condenado a cuarenta años de prisión por la causa “Plan Sistemático”, por la apropiación de bebes. El Comandante de la Fuerza de Tareas N°5, Alberto Errecaborde. El director del Liceo Naval, Juan Carlos Herzberg, sentenciado por otras causas. El comandante del BIM 3, José Fernández Carró. Los jefes de la Prefectura Naval del Puerto La Plata, Carlos Schaller y Luis Roca. El oficial de Prefectura, Eduardo Antonio Meza. El ex jefe de Operaciones de Inteligencia del BIM 3, Eduardo Fernando Guitán. Finalmente, Tomás Osvaldo Méndez, oficial de Prefectura Naval y Antonio Mocellini, 2do. Comandante del BIM 3, fallecieron antes de ser llevados a juicio.
La mayoría de los imputados llegará mañana a la instancia del juicio, con el beneficio de la prisión domiciliaria. Sólo Roberto Guitián, está detenido la Unidad N° 31 de Ezeiza. También estarán los testimonios de enfermeras del Hospital Naval que denunciaron la existencia de partos clandestinos en el predio.
“A mi casa entraron quince personas, pero por el caso de mi viejo hay un solo imputado” -afirma Tania y agrega-, “desde HIJOS, siempre decimos que estos juicios son fragmentados. Hay ocho imputados por cuarenta casos en una zona con cientos de detenidos y desaparecidos, donde funcionaron cuatro centros de detención clandestinos dependientes de la Armada. Mientras que en Astilleros solamente hubo 42 de desaparecidos”.
Luchas de ayer y de hoy
Desde el año 2007, Tania trabaja en Astilleros. Entró, porque los y las hijas de los trabajadores tienen prioridad, esto figura en el mismo convenio de trabajo por el que lucharon en aquellas jornadas de julio de 1975. Desde el área de control de calidad, Tania lo ha conocido por dentro, si bien tiene una tarea administrativa, también le permite recorrer los talleres e ir a los barcos, que se recuestan sobre el Río Santiago.
“Con los compañeros de mi viejo me contacté apenas entré, ávida de información. Fue muy lindo, me contaron anécdotas. Un día entré al taller de cobrería, donde trabajaba mi viejo, que pertenecía al área de chapa fina. La mayoría de los talleres son grises y están repletos de fierros, pero hay un lugar donde entra mucha luz y está lleno de plantas. Cuando lo vi, les dije ‘qué lindo es ese lugar’ y uno de los compañeros me dice que ahí era dónde mi viejo se sentaba todas las mañanas a tomar mate”.
Cada 24 de marzo, en el Astillero se recuerda a los/as trabajadores/as desaparecidos/as. Hay un monumento y placas con sus nombres. Este año hicieron una bandera con todas las caras, para llevarla a las marchas y jornadas. En este último 24, dice Tania, una madre se acercó a acariciar la foto del rostro de su hijo pintado en la bandera. “Ahí te das cuenta que lo importante son esas instancias, van porque algo de su hijo está ahí, en el Astillero. A mí misma me pasó. Cuando camino por el Astillero me imagino: mi viejo pisó acá, vio este amanecer detrás de la grúa como lo estoy viendo yo. Vio lo que yo veo ahora. Todos los días. El Astillero es amor. Es gigante de tamaño y de historia”.
Este año a Tania le toca declarar. La responsabilidad la siente por cada uno de los trabajadores que hoy no están. Por los cuarenta restantes, que no entran en este juicio. Por la lucha que continúa, en colectivo y organizada. Por su historia y la de todos/as. Cuando le toque, está segura de una cosa: “Voy a declarar, no sólo por mi viejo, sino por todos los demás compañeros”.