Por Eugenia Marengo
Son responsables de 40 casos de privación ilegítima de la libertad, torturas y homicidios.
Hoy comienza el juicio que llevará al banquillo a ocho represores pertenecientes a la Armada y Prefectura Naval, culpados por 40 casos de privación ilegítima de la libertad, torturas y dos homicidios, en Berisso, La Plata y Ensenada.
A partir de las nueve de la mañana, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1, presidido por Carlos Rozanski dará inicio a la causa: “Fuerza de Tareas N°5 -Armada Argentina y Prefectura Naval Argentina- sobre Delitos de Lesa Humanidad”.
Durante la última dictadura militar, la Armada se reorganizó en “11 Fuerzas de Tareas”. A lo largo y ancho del país, se estableció una división territorial de la represión, cuya estructura se fue montando desde hacía décadas atrás. La región de La Plata, Berisso y Ensenada estaba controlada por lo que se denominó “Fuerza de Tareas N°5”, integrada por el Batallón de Infantería de la Marina (BIM 3); el Servicio de Inteligencia Naval, el Hospital Naval, el Liceo Naval, el destacamento de Prefectura de Río Santiago, los Centros de Detención Clandestina “La Cacha” e Infantería de Policía. Toda la zona ribereña estuvo controlada por la Marina.
Este circuito garantizaba un control permanente en un importante cordón fabril de la región que contaba con trabajadores de la Petroquímica Mosconi (YPF), Propulsora Siderúrgica La Plata, el frigorífico Swift de Berisso, Astilleros Río Santiago de Ensenada, entre otras fábricas. En un contexto de significativas luchas obreras en todo el país, en 1975 fueron parte de las históricas jornadas contra las políticas económicas de Celestino Rodrigo, ministro de Economía del gobierno de Isabel Perón. En ese marco, las sistemáticas persecuciones preanunciaban uno de los objetivos primordiales de cada golpe de Estado en nuestro país: reprimir a la clase obrera para desarticularla.
Con el fusil en la nuca
Tania Nuez tiene 39 años. Nació en Ensenada, tres meses antes de que se llevaran a su papá, Ricardo Nuez, trabajador de Astillero Río Santiago, militante del ERP. Hoy Tania recuerda a su papá desde distintas formas. En la hermandad de las luchas, con su militancia en HIJOS La Plata; en su trabajo en el Astillero; en el encuentro con los compañeros de su viejo; en el complejo y doloroso ejercicio de dar testimonio. Serán cuatro meses de juicio, y ella es una de las 110 testigos que se sentará con la convicción de que su relato sea parte de la búsqueda de verdad para todos los desaparecidos, asesinados y sobrevivientes del Astillero Río Santiago.
Fue durante la misma madrugada del 24 de marzo de 1976, cuando marinos y prefectos irrumpieron las calles y las fábricas de las ciudades ribereñas. “En Astillero a los primeros que levantaron fue a los delegados activistas de la lista opositora”, cuenta Tania. Los testimonios de los sobrevivientes, explican que la mayoría fueron llevados a la sede de Prefectura, en el Puerto de La Plata, luego derivados a dos circuitos: Liceo Naval y la Unidad N° 9, o a Infantería de la Policía, en la calle 1 y 60.
“Siempre cuentan que estaban trabajando con el fusil en la nuca”, dice Tania trasmitiendo el relato de ‘los viejos’, como le dicen a la generación de trabajadores de su papá. El nivel de control era total. Frente al Astillero, está la Escuela Naval Militar, mientras que desde adentro funcionaba un destacamento del BIM III. Este Batallón de Inteligencia de Infantería, actuó durante los primeros tres años de la dictadura bajo el mando de los comandantes de Marina Eduardo Fracassi, condenado en Bahía Blanca, Roberto Wulff de la Fuente y Oscar Abriata, entre otra decena de represores que no serán juzgados en este juicio.
La historia de Ricardo Nuez en el Astillero comienza en 1958, en la escuela de aprendices con tan solo 14 años. De ahí en adelante, para Ricardo fueron intensos años de paros, movilizaciones, toma de fábrica, seguidos de suspensiones, represión y permanentes desalojos por parte de la marina.
“Mis viejos son de Ensenada, en 1969 se casaron y al otro día se fueron a Villa Regina, en Río Negro. Mi papá hizo la colimba allá. Trabajó en una fábrica metalúrgica que hacía maquinaria agrícola. Como no había seccional del gremio -la UOM- crearon una con otros compañeros. Ahí salió elegido delegado, y después de un tiempo, los jefes lo despiden, haciendo una campaña de difamación. Les hicieron creer a los compañeros que lo habían arreglado con plata para que se vaya”.
Como candidato a diputado por el PST, y militante del ERP, ya había motivos para su persecución en Río Negro. “En 1973 se vuelven para Ensenada, -después del asesinato de Rucci, me dice siempre mi mamá. Maneja dos años un remis, y en el ‘75 vuelve a Astilleros”, recopila Tania.