Por Lucio Garriga Olmo
En el primer día de 2017 en México entró en vigor el aumento de la nafta del 20%, conocido como “gasolinazo”, dispuesto por el presidente Enrique Peña Nieto. En el segundo día se anunció un aumento en la tarifas eléctricas entre el 2 y el 4%. Ambos aumentos, sumado a una serie de políticas impopulares del gobierno mexicano, llevó al pueblo a manifestarse de forma masiva en las calles y las rutas del país a lo largo de esta semana, donde también se produjeron saqueos y represión policial. Quedó demostrado la gran incapacidad de las más altas esferas políticas para hacerse cargo de la situación.
Rápidamente el gobierno de Peña Nieto intentó despegarse de semejante golpe al bolsillo de los y las mexicanas. En su primer discurso del año, el miércoles pasado, dijo que fue una “difícil pero inevitable” decisión y que como Presidente comprendía la molestia y el enojo que hay entre la población. Por último, afirmó: “Esta medida (es) una acción que nadie hubiera querido que se tomara. No es para el gobierno de la República una decisión fácil. No es, y menos el deseo del Presidente de la República, ni de su gobierno, el tomar una decisión como esta”. En este mismo sentido, el Coordinador del PRI (partido del gobernante Peña Nieto) en la Cámara de Diputados, César Camacho Quiroz, justificó el aumento porque de no haberse realizado significaba “la desaparición (del programa social) Prospera, todas las campañas de vacunación, no habría cómo sufragar la pensión para adultos mayores, el Seguro Popular y los apoyos a productores agrícolas; tampoco habría recursos para mantenimiento de caminos”.
Tampoco se hicieron cargo del aumento que ellos mismos impusieron sino que lo atribuyeron a la “responsabilidad” que se requiere para “cuidar la estabilidad de la economía”. Buscaron la salida por otro lado: el aumento del petróleo en el mercado internacional, el cuidado de la economía, la responsabilidad. Pero no admitieron que ellos mismos lo dispusieron y que el gobierno es responsable. Es el mismo gobierno que en el 2013, luego de aprobar la reforma energética, dijo que no iba a haber más “gasolinazos” gracias a esta polémica reforma que le abrió el camino a las transnacionales petroleras para explotar los recursos mexicanos.
Con este aumento, México es uno de los países del mundo que más gasta de sus ingresos en nafta. Según un estudio de Bloomberg sobre precios del combustible entre 61 países, un mexicano consume al año 358,9 litros de nafta en promedio y para poder pagar todos estos litros gasta el 3,38% de sus ingresos. Es el segundo país que más gasta en nafta, sólo superado por Sudáfrica. En Estados Unidos un habitante promedio consume 1.590 litros de nafta y gasta en ellos el 1,8% de sus ingresos anuales; un brasilero consume 205,7 litros y gasta el 2,5% de sus ingresos; mientras que un español consume 133 litros y gasta el 0,64% de sus ingresos. Según una investigación de Huffington Post México es, junto a India, uno de los países con la población y economías más grandes donde toma más días de trabajo llenar un tanque de nafta de 40 litros.
Ante este desconsiderado aumento, el pueblo mexicano salió a calle a protestar y a exigir que se de marcha atrás con la medida. Entre estas grandes manifestaciones se desencadenaron una serie de saqueos a las estaciones de servicio y a los comercios que llevaron a la represión policial. La Asociación Nacional De Tiendas De Autoservicio Y Departamentales (ANTAD) denunció 370 saqueos en la Ciudad de México mientras que la Cámara de Comercio de la Ciudad de México denunció 800 en todo el país. Por otra parte, las autoridades confirmaron que ya hay más de 600 detenidos y estos hechos ocasionaron la muerte de, al menos, cinco personas.
Con los saqueos apareció el juego político en las esferas del poder porque lo que tienen los políticos en la mira son las elecciones presidenciales del próximo año. El opositor Andrés López Obrador, presidente nacional de Morena, un partido que se presenta como centro-izquierda, aseguró que la derecha y la mafia del poder organizaron “estrategias fascistas” para “dominar mediante el terror”. Una clara acusación al gobierno actual y manifestó que “queremos cambiar este régimen corrupto que es el que está propiciando un desorden que puede ser bien organizado para evitar un verdadero cambio”. Aprovechó para hacer campaña. Al mismo tiempo, el derechista Partido de Acción Nacional (PAN) de Felipe Calderón, conocido por su “guerra contra el narco”, acusó al propio López Obrado de estar detrás de los saqueos y a los “anarquistas, vividores y ladrones comunes” y llamó a las autoridades a poner orden. Por su parte, el gobernante PRI rechazó tener cualquier tipo de participación en los saqueos y calificó de oportunistas a los líderes de Morena y del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
El pueblo mexicano salió a la calle masivamente, pero detrás de estas protestas hay una serie de medidas de Peña Nieto que sólo favorecen a una minoría y no se debe sólo al gasolinazo. Los escándalos de corrupción, el ajuste que se espera para este año, las graves violaciones a los derechos humanos, la impunidad en la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, el gran poder que tiene los carteles narcos y la complicidad estatal con ellos, son algunas de las razones por la cual el pueblo mexicano salió a protestar y a exigir la renuncia de Peña Nieto.