Por Asamblea de Mexicanxs en Argentina
El pasado 31 de julio, en un departamento de la colonia Narvarte -pleno centro de la ciudad de México- fueron asesinadas Olivia Alejandra Negrete Avilés (40 años), Nadia Dominique Vera Pérez (32 años), Mile Virginia Martín, colombiana (31 años), Yesenia Atziri Quiroz Alfaro (19 años) y el fotoreportero Rubén Espinosa Becerril (31 años). Se ha divulgado que tres de ellas fueron torturadas sexualmente y que a todos los ejecutaron con el tiro de gracia.
En el caso de Rubén Espinosa y Nadia Vera está documentado y denunciado que se autoexiliaron del estado de Veracruz a la capital del país por considerarla un lugar seguro para salvaguardar sus vidas, ante la serie de intimidaciones y amenazas de muerte que recibían por parte del gobierno priísta de Javier Duarte y funcionarios estatales.
Rubén Espinosa trabajaba como fotoperiodista en la agencia Cuarto Oscuro, la Revista de análisis político Proceso y la agencia AVC de Veracruz. Además, formaba parte del movimiento que denunciaba crímenes y violencia contra el gremio periodístico. En varias ocasiones dio declaraciones en las que dejó en claro el hostigamiento y amenazas por parte del gobernador de Veracruz. En septiembre de 2013, cuando cubría el desalojo al plantón de maestros y estudiantes de la Universidad Veracruzana, las fuerzas de seguridad del gobierno estatal agredieron brutalmente a él y a otros reporteros, decomisando sus equipos de trabajo y eliminando todo el registro fotográfico. A pesar de las constantes amenazas de muerte que había recibido a lo largo de los últimos años, continuaba con su labor fotoperiodística de denuncia política y social. De acuerdo al semanario Proceso, Rubén “se había convertido en un fotógrafo incómodo para el gobierno”.
Nadia Vera, gestora cultural, antropóloga y ex-miembro del movimiento juvenil #YoSoy132 de Xalapa, desde 2012 comenzó a ser fuertemente hostigada y amenazada por elementos de la policía estatal a cargo de Duarte. En noviembre de ese mismo año fue severamente golpeada por mujeres policías tras portar una manta con sus compañeros que decía: “Javier Duarte te tenemos en la mira, el pueblo no olvida ni perdona”. A partir de entonces, en diferentes ocasiones expresó que estaba siendo vigilada y perseguida e incluso reconoció varias veces haber visto a una de las policías afuera de su hogar. Hace escasos meses advirtió ante el canal televisivo Rompeviento: “Es totalmente responsabilidad del Estado nuestra seguridad, porque son directamente los que están mandando a reprimirnos”.
El violento oficio de contar
México ostenta el primer lugar del mundo en homicidios a personas que ejercen la labor periodística. De 2000 a la fecha han sido asesinados 88 periodistas y se reportan 17 reporteros desaparecidos. Veracruz es la entidad con el mayor número de asesinatos al gremio y de represión a la libertad de expresión de toda América Latina. La Agencia Autónoma de Comunicación Subversiones señala que, desde el 2010 a la fecha, 17 periodistas han sido asesinados y cuatro profesionales de los medios de comunicación desaparecidos sólo en el estado de Veracruz, todos los casos durante el gobierno de Javier Duarte.
En un discurso pronunciado en la ciudad de Poza Rica hace un mes, el gobernador trató de deslindarse de estos asesinatos (y de los que ocurran en un futuro) al señalar señaló: “Lo digo con total conocimiento de causa: lamentablemente la delincuencia tiene puentes, nexos, con notarios públicos, empresarios, funcionarios públicos… Lamentablemente, algunos de los colaboradores, trabajadores de los medios de comunicación, tienen vínculos con estos grupos. Y también están expuestos ante esta situación […] Se los digo por ustedes, por sus familias, pero también por mí y por mi familia, porque si algo les pasa a ustedes al que crucifican es a mí. Pórtense bien. Todos sabemos quiénes andan en malos pasos. Todos sabemos quiénes de alguna o de otra manera tienen una vinculación con estos grupos. Que nos hagamos como que la Virgen nos habla es otra historia. Pero todos sabemos quiénes tienen vínculos, quiénes están metidos con el hampa. Pórtense bien, por favor…”.
Este discurso evidencia la estrategia de criminalización de las personas que han perdido la vida desde que se desató la mal llamada “guerra contra el narco”. Militantes sociales, indígenas, campesinos, estudiantes, periodistas, amas de casa: toda potencial víctima es tachada de posible criminal, y de esta forma se justifica su muerte.
La Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) ha tratado de enmarcar este multihomicidio y femicidio como un robo, donde además la nacionalidad colombiana de Mile Virginia Martín (de quien recién el 6 de agosto se conoció el nombre) sirve para justificar la agresión con un visible sesgo y tergiversación del tratamiento de la información.
Este caso se suma a la cada vez más larga lista de atrocidades cometidas por el Estado contra el pueblo mexicano. La desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, las ejecuciones extrajudiciales en Tlataya y Aptzingan, la reciente represión que sufrió la comunidad nahua de Ostula (en donde murió el niño Idilberto Reyes García a manos del ejército), son claros ejemplos de una política de terrorismo de Estado que se ha impuesto a lo largo y ancho del país.
La antropóloga mexicana Rossana Reguillo, quien en los pasados meses ha sufrido reiteradas amenazas de muerte, describió el sentir de muchos mexicanos en un reciente artículo publicado por la revista Anfibia: “¿Por qué duelen tanto las muertes de Rubén y Nadia? ¿Por qué impresiona de esa manera el asesinato de cinco personas en un país que cuenta muertos por violencia cada día? Nadia y Rubén encarnan y representan lo que ha sido la lucha en este país durante los últimos 10 años, cuando empezó el “tiempo malo”, como se refiere una madre de Ciudad Juárez, al periodo en que arreció la violencia. Ellos dos se parecen mucho a cada una y uno de los jóvenes con los que he conversado, caminado y marchado durante los últimos tiempos. Nadia y Rubén son todos esos miles y miles de jóvenes mexicanos a los que les fue arrebatado un país y un futuro, son los que cargan ataúdes y llevan flores a los velorios, son los que gritan y denuncian los atropellos y llevan la cuenta de los agravios”.
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