Por Lucas Abbruzzese. Dicen que corre menos, que se está cuidando para el mundial; dicen que es el mejor, que ya no lo es; dicen que no se trata de individualidades sino de colectivos; todo eso y más, dicen que dicen, sobre Messi.
Se le critican aspectos del juego que siempre tuvo, hasta cuándo parecía que no le cabía crítica alguna. Los últimos resultados del Barcelona parece que hacen creer que el mejor futbolista del mundo necesita de un funcionamiento colectivo para brillar. ¿Es así? ¿Sin grandes jugadores al lado no sería tan genial el 10?
Ahora, de repente, pareciera que Lionel Messi no corre. Se opina y se escribe que apenas corrió algunos pares de kilómetros ante el Atlético de Madrid, por la vuelta de los cuartos de la Liga de Campeones; que está pensando en el Mundial; que no coopera en la recuperación de pelota; y un sinfín de pavadas con las cuales lo único que se evita es un análisis futbolístico. ¿Cuándo apreciaron a Messi desplazarse grandes metros para que la posesión del balón vuelva a ser de uno de los mejores elencos de la historia? “Es el mejor defensor”, lo describía Josep Guardiola. Sí, lo era, cuando, tras la pérdida del cuero, comandaba una presión asfixiante de menos de 6 segundos para quitársela al rival. Ahora, con el once más largo y con menor cantidad de pases en cada avance, el elenco catalán no avanza junto y las recuperaciones son más costosas. Y Messi nunca se destacó en correr demasiado hacia atrás.
¿Desde cuándo se le da tanta importancia a los datos que entrega la Federación Internacional del Fútbol Asociado (FIFA) acerca del kilometraje recorrido por un jugador? Algo intrascendente, ya que el fútbol se trata de otros factores como el engaño, la pausa, la movilidad en espacios reducidos y la gambeta. ¿Qué una persona haya sido el que más metros transitó durante más de 90 minutos significa que fue la figura? Para nada. Por lo general, correr mucho, en el fútbol, es sinónimo de chocar y de trabar las jugadas en ataque. Si no, pregúntenle a los Xavi, Iniesta, Verón, Riquelme, Pirlo, Redondo si no es más necesario que la pelota ruede más que los seres humanos y ser inteligentes antes que agachar la cabeza e ir hacia adelante. Cualquier dato parece ser un justificativo correcto para criticar, mientras se pierda, obvio. Si se gana, se dice que “lo poco que corrió lo hizo de gran manera”, que “sabe administrar (¿) el físico”…
Que Messi ya está en la sala junto con los 5 o 6 grandes futbolistas de todos los tiempos, no admite discusión. El interrogante que se abre es sobre si el 10 de la selección argentina podría brillar como con Guardiola en un equipo sin tantas figuras ni en un funcionamiento basado en sus características y condiciones. Vale recordar algo: su posición de falso 9. Pep la implementó y la justificaba en que “los bravos deben ir por dentro”. Y Messi es bravísimo. En esa zona de fuego se lució, creció y apabulló a cualquier rival, donde sea y en la instancia en la que se lo proponga. El equipo jugaba para él. Mientras parecía ido, caminando la cancha, sin importarle lo que sucedía alrededor suyo durante un espectáculo; estaba más presente que nunca. El conjunto, en bloque, iba para un lado, distrayendo rivales y despejando espacios con el acompañamiento de la marca, para que Messi apareciese libre cerca de la medialuna para definir. No corría, sino que entendía el juego y sacaba el máximo provecho de la orquesta barcelonista.
Allí no había estadística de la FIFA que resistiese a lo visto en el campo de juego. ¿Por qué no se decía que el rosarino “corría poco”? No necesita correr. Es el más rápido de todos por su velocidad mental, por saber qué hacer antes de que le llegue la pelota y porque por momentos se nota que la lleva verdaderamente atada a su botín izquierdo. Pero claro, como el Barsa ganaba y llenaba los ojos del mundo, nadie se fijaba en tonterías. Ahora, el kilometraje recorrido por Messi parece importar. El verdadero problema radica en el funcionamiento colectivo. “Imposible recuperar rápido el balón si antes no se dan 15 pases seguidos”, enseñó Guardiola cuando estuvo por Buenos Aires, el año pasado, en una conferencia en el Gran Rex. De eso se trata, de viajar juntos. Hoy, el conjunto azulgrana se traslada separado, con mucho espacio entre las líneas…Y Messi cae atrapado en los equipos que defienden con todos sus hombres, priorizando la destrucción por sobre la construcción.
Entonces, volviendo a la pregunta de si Messi necesita de una sintonía colectiva para brillar, se puede responder que habría que aguardar a que juegue con otros compañeros, algo que muy difícil pase. Será una duda que quedará para siempre. Ahí, si se quiere, se puede encontrar una diferencia con Diego Maradona, quien envalentonaba a futbolistas de mucha menor talla que él (Nápoles) y estaba en la cumbre mundial del fútbol sin un once detrás que lo respalde.
“Flanqueado por Busquets, Xavi e Iniesta, con dos delanteros inteligentes abiertos a las bandas facilitando la búsqueda de espacios, es un genio en el lugar adecuado. Ahora es un solista aburrido con una partitura sin matices que no impide el desafine ajeno. Ojala se tratara sólo de correr”, escribió, en alusión a Messi, Daniel Cana en la crónica del partido que perdió el sábado el Barsa contra el Granada. Una definición que se inclina a favor de la necesidad del argentino por contar con un funcionamiento a su alrededor.
La derrota se critica y se dramatiza mucho. Muchas veces no se tienen en cuenta otros factores el bajo nivel de algunos futbolistas, que los años pasan para todos, los momentos, que existe un rival que te conoce y que también intenta ganar. Messi es víctima del resultadismo y de los que fomentan que sólo sirve vencer, sin importan las formas. Este Barsa nos enseñó que lo que más quedará es el cómo. A Messi se le cuestiona que no corre, cuando en realidad eso no lo va a hacer mejor jugador. Messi, mientras, que no se contagie y que corra menos y siga pensando más, que en Brasil 2014 su fútbol brillará.