Por Gabriel Casas
En su última aparición para la prensa, Lionel Messi declaró nuevamente que le encantaría si al final de su carrera le surge la posibilidad de jugar en la Argentina y que lo haría solamente en Newell’s Old Boys, el club de sus amores. Sin embargo, La Pulga también se encargó de manifestar que se tienen que dar muchas cosas para que eso suceda. En síntesis, esa posibilidad aún está demasiado verde.
Con el regreso de Carlos Tévez a Boca y ahora de Andrés D’Alessandro a River, se armó una ola de grandes jugadores que vuelven a los clubes que lo vieron nacer al fútbol. Sergio Agüero ya anunció que más temprano que tarde volverá a su querido Independiente. El Kun, amigo y compinche de Messi, seguramente le hablará en la concentración de la AFA en Ezeiza, sobre la experiencia de jugar en nuestro bendito fútbol. Y Messi lo escuchará con atención.
Pero, ¿está Messi preparado para venir a la jungla en la que se ha transformado hace mucho tiempo nuestro fútbol doméstico? A simple vista, no. Si bien Messi viene a jugar seguido por la Selección Argentina por las eliminatorias mundialistas, jugar todos los fines de semana y vivir acá es otro cantar. Algo a lo que no está acostumbrado para nada.
La Pulga se hizo grande muy lejos de su Rosario natal. Y no es necesario aclarar las diferencias que hay con crecer en La Masía y en una ciudad como Barcelona, respecto a la de nuestra pequeña Chicago. Una cosa es estar aislado, junto a su familia y amigos íntimos, cuando viene de vacaciones. Y otra transformarse en la estrella que se calce la camiseta rojinegra.
Que me perdonen los hinchas de Newell’s y los amantes del buen fútbol, pero yo le recomendaría a Messi que se quede donde está y es feliz. ¿Se lo imaginan sufriendo un asedio como el que sufría (y sufre) Diego Maradona en cada movimiento que hacía o hace por la Argentina? A Messi se le van a colgar del hombro todos los días, no como le sucede ahora cada dos o tres meses.
¿Se lo imaginan a Messi teniendo que reunirse con los capos de la barra brava leprosa? Si ya cuando venía antes, le metieron de custodio sin que supiera quién era, a un barrabrava de Nueva Chicago apodo El Gusano. Estos mercenarios se las arreglan para llegar adonde quieren en su área de influencia. Sino, pregúntenle a Tévez o a D’Alessandro (que junto a Martín Demichelis cobijó a los ex capos de River, Adrián Russeau y Alan Schlenker cuando estuvieron con Los Borrachos del Tablón en el Mundial de Alemania 2006).
¿Se lo imaginan a Messi escuchando a Caruso Lombardi o a Pedro Troglio repetir de eso de que en la Argentina no marcaría la diferencia como lo hace en Europa? ¿Se lo imaginan a Messi teniendo un cruce con los periodistas Pagani, Recondo, Farinella y Palacios por qué no rindió en algún partido como se espera de él siempre?
¿Se lo imaginan a Messi caminando por Rosario y que los hinchas de Central le digan: “¿cómo vas a venir a jugar para estos amargos que abandonan?”. ¿Se lo imaginan a Messi teniendo que desmentir en un programa chimentero un romance con una botinera famosa si se le ocurre salir una noche a bailar y le presentar a alguno de estos gatitos?
¿Se lo imaginan a Messi escuchando al Chiqui Pérez, Insaurralde, Cubero, Nasuti, Desábato u otro patadura, diciendo que si lo tiene que levantar por el aire, lo van a hacen sin contemplaciones por más Messi que sea?
La verdad, yo no me lo imagino. Y si bien me encantaría ver a Messi jugando en el fútbol argentino, es un pibe que me cae tan bien por su humildad que le recomendaría que lo piense cien veces antes de hacer algo de lo que se pueda arrepentir. No tiene nada que demostrar, Messi. ¿O alguien en su sano juicio puede dudar de que si viene acá, se haría el mismo festín con los rivales que hace diez años viene haciéndose en el Viejo Continente?