Por Ricardo Frascara
El crack del Barcelona y del seleccionado argentino no deja en paz al cronista, pues su liderazgo en el mundo es tan profundo y abarcador, que es imposible no verlo, aunque él no haga ningún movimiento. Peor aún, cuando se queda quieto es peligroso como los niños y uno piensa ¿qué estará tramando?
Lio Messi es irresistible. Y no me refiero al sentimiento de Antonella, sino a que lo tengo presente hasta en la sopa. Quiero mirar para otro lado y no puedo. Me siento frente al teclado y, como si fuera Pulgarcito, lo veo gambeteando entre las letras. Ahora casi como que las está ordenando.
“Yo soy Messi”, acaba de escribir. Y yo no tengo ninguna duda de que es él. Ahora me muestra un hoja que tengo en mi carpeta de trabajo, agarra un lápiz rojo, y subraya: “El Club Roma, a través de su página Web, ofrece al mejor postor la camiseta del ídolo argentino-catalán, que tras la victoria de Barcelona ante el equipo italiano, por la copa Joan Gamper, el Pulga intercambiara con Francesco Totti, el veterano crack romano”. Qué raro, me dije, Messi dándose corte. Y como si me leyera el pensamiento me dijo: “Es que le gusta a Thiago que la gente conozca el valor que le ven a una camiseta de su papá”. Claro, por Thiago cualquier cosa. Hasta dejar de lado, por un rato, su humildad. Porque en seguida que me dijo esto se ruborizó como un chico. Aproveché para ganarle de mano y le mostré otro recorte. “Este lo viste, seguro, ¿qué te pareció?”, le dije. “¡Ah! Pep es un grande”, y se sonrió de oreja a oreja. Es que Pep Guardiola, en la arenga que suele darles a sus jugadores antes de un partido, especialmente cuando Bayern Münich debutaba en la Bundesliga, con su frente oscurecida como rasgo de autoridad, vociferó que en este campeonato “¡van a hacer lo que les diga y como yo lo quiera!”. Y, apoyando las manos en su cadera, subrayó: “Sólo hay un jugador en el mundo que no tiene por qué hacerme caso; Messi”. Y ahí estaba otra vez. La estrella de los cuatro puntos cardinales aparecía en Münich invocado como una divinidad. Guardiola sentó al Pulga en el banco de su equipo de prepo, y señalándolo con su dedo índice, gritó “¡COÑO!”. Todos sus muchachos alemanes, y hasta el polaco Lewandowsky y el holandés Roben le entendieron.
Es que es así, uno conoce a un tipo como Messi, y ve la pelota con la forma y el tamaño que él quiera darle. Porque Messi lleva la redonda entre sus pies como si pesara 150 gramos y los arqueros rivales la reciben con un peso de 10 kilos y ovalada. ¿Cómo olvidarse? ¿Cómo separarse Guardiola de aquella imagen del animal este como parte de su equipo, el Barcelona de sus amores? Imposible, el Pep también lo ve hasta en la sopa. Y ojo, que la toma, no es sólo un decir. En su gran libro sobre el Pep, el periodista catalán Martí Perarnau, una de mis fuentes de subsistencia en el mundo futbolístico, recuerda esta anécdota: en la previa de un partido decisivo ante Real Madrid, cuando quedó solo por la noche en su oficina estudiando la manera de quebrar la defensa merengue, Guardiola de pronto vio, como en este momento lo veo yo, a Messi moviéndose en el Bernabéu en un vacío que acababa de descubrir a espaldas de los medios. Messi, solo, dispuesto a encarar a Cannavaro y Metzelder. Esta vez el Pep gritó ¡CARAJO! Y se lanzó sobre el teléfono, y cuenta Martí: “No llamó a ninguno de sus analistas, ni a Xavi, el cerebro del equipo. Llamó directamente a Messi: “Leo, soy Pep, tengo algo importante, muy importante. Ven ahora. Ya”. Y sigue Perarnau: “A las diez y media de la noche, Leo Messi, de 21 años, golpeó suavemente la puerta del despacho de Pep. El entrenador le enseñó un video y detuvo la imagen mostrándole la zona vacía que a partir del día siguiente iba a ser suya: la zona Messi, la del doble 9”.
Al día siguiente de aquella noche de mayo de 2009, Messi, de la mano de Pep, encontró su función en la cancha y se zambulló en su gran carrera alrededor del mundo. Y como ahora reconoció Guardiola en Münich, ese animal hace lo que quiere. Entonces yo, pobre mortal, ¿cómo puedo escapar de esa nube? Vos, yo, todos los argentinos conocemos el peso del rosarino en el team nacional que dirige Martino. Aunque ni el propio Lio lo quiera, ni Martino lo desee, ni a mí me parezca correcto, no hay manera de que Messi no sea el motor, el timón, el hada madrina del seleccionado. Tanto es así que hubo problemas para organizar esta gira inminente por Estados Unidos –donde enfrentará a Bolivia y México- cuando se corrió el rumor de que Messi no iba a ser de la partida. Nicaragua hizo punta y otras 11 asociaciones no aceptaron jugar contra Argentina si el dueño de la 10 no aparecía. Pero ahora, según la lista oficial que dio el Tata, Messi estará. Todos respiran aliviados. Ese todos, son todos de verdad. El propio Lio acaba de agradecer en la red a sus fans en FB, al alcanzar la cifra de 80 millones de seguidores. Entonces ¿qué carajo voy a hacer yo? ¿Cómo coño esquivarlo? ¡Son todos lectores potenciales!