Por Mercedes D´Alessandro, Magalí Brosio y Violeta Guitart* // Foto: Carla Hayet
Las mujeres han ganado el derecho a formar parte del mercado laboral a la par de los varones, sin embargo (y más allá de las preferencias personales) muchas se ven obligadas por diversos motivos a asumir el rol tradicional de amas de casa y seguir realizando labores domésticas en sus hogares además de trabajar afuera. Estas tareas –quehaceres de la casa en general como la limpieza o la cocina, hacer las compras, cuidado de los niños, adultos mayores y enfermos- proveen bienestar a la familia, le dan sustento material y emocional, permiten el desarrollo educativo de los niños y las niñas y el trabajo de los adultos.
Las tareas domésticas recaen fundamentalmente sobre las mujeres y tienen un impacto significativo tanto sobre su participación en el mercado laboral como sobre su salario. Este tipo de trabajo es muchas veces subestimado e invisibilizado mediante argumentos como “se hace por amor“ (y por supuesto, quién tiene más amor que una mujer para dedicarse a lavar platos, fregar los pisos o tender la cama, ¿no?). No requiere demasiado esfuerzo entender el rol central que ocupa el trabajo doméstico en la vida de cualquier ser humano y en la propia reproducción de la sociedad como tal.
En la actualidad el embarazo y tener hijos/as juega en contra para las mujeres en el mercado laboral. Esto se manifiesta de diversas maneras: desigualdad entre el salario que cobran mujeres con o sin hijos/as, distintas posibilidades de ser contratadas por las perspectivas de embarazo que el empleador interpreta como un aumento de sus costos (a pesar de que el ANSES cubre los costos de las licencias de las trabajadoras en relación de dependencia), necesidad de trabajos más flexibles, menor tiempo disponible para trabajar fuera de la casa, etc. Según la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del INDEC, la tasa de actividad de las mujeres se reduce sustancialmente (de 54% a 39%) a medida que hay más niños y niñas en el hogar y la brecha –la diferencia entre participación de varones y mujeres- se duplica (de 15% a 33%).
Como mencionamos previamente, no sólo la participación de las mujeres en el mercado laboral se ve afectada por el hecho de tener hijos/as sino que también existe un impacto notable en los salarios. Esto se conoce como brecha salarial por maternidad e indica la diferencia entre los salarios percibidos por las mujeres sin hijos y las mujeres con hijos/as. En Argentina, de acuerdo a estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los salarios de las madres son un 16,8% menores a los de las mujeres sin hijos. Al igual que sucede con la participación en la actividad laboral, esta brecha se acrecienta al aumentar la cantidad de niños o niñas.
¿Costumbres argentinas?
Las tareas domésticas son necesarias para la supervivencia de individuos y familias (y por lo tanto ineludibles), sin embargo, son las mujeres quienes más tiempo le dedican a ellas. La participación de mujeres en el trabajo doméstico no remunerado es de 89% con un promedio de 6,4 horas. Aún en aquellos casos en que trabajen la misma cantidad de horas fuera del hogar que su cónyugue, las mujeres siguen dedicándole más horas en promedio.
Más allá de las cuestiones culturales acerca de por qué se asume que la encargada del trabajo doméstico es la mujer, y por supuesto aquellas que eligen felizmente hacerlo, lo cierto es que nuestra sociedad está ordenada en términos de leyes y estructuras que no facilitan que las mujeres puedan compatibilizar fácilmente el trabajo en el hogar con el trabajo en el mercado, restringiendo las opciones de las mujeres –y de sus familias-. Esta situación no solo genera desigualdad, sino que también en muchos casos genera dependencia económica de la mujer con respecto a su pareja[1].
Si bien creemos que la solución requiere un cambio cultural profundo, “mientras tanto” es necesario implementar acciones concretas para mitigar esta situación. Actualmente, la regulación laboral corre por detrás de las necesidades del mercado de trabajo, generándole más obstáculos a las mujeres que quieren y necesitan participar en él, y legitima una división de roles al interior de la familia anacrónica e inequitativa. Las mujeres se convierten así en trabajadoras de jornadas más largas y con menores salarios que los varones. Por supuesto no se trata de buscar una reducción de salarios de varones o extensión de sus jornadas, por el contrario, entendemos que en mejores condiciones de trabajo y mejores salarios está el camino. Corresponde a organizaciones sociales y sindicatos exigirlas y al Estado garantizarlas.
En la actualidad, la licencia de maternidad dura 3 meses, mientras que la de los papás solo 2 días –excluyéndolos de toda responsabilidad del cuidado de los niños y niñas recién nacidos-. La falta de guarderías en lugares de trabajo (privados o estatales), gratuitas o accesibles, obliga a que el cuidado de los niños/as recaiga en la familia –y sobre todo en la mujer-. No es casual que muchas mujeres se enfrenten en entrevistas laborales a la pregunta acerca de sus deseos de ser madre o de cuántos hijos/as tiene: muchos empleadores consideran especialmente esa situación porque se asume que ellas tendrán conflictos en su trabajo derivados del cuidado de los hijos/as (cosa que no se hace presente en la entrevista del varón, del cual se asume estará dedicado a su trabajo sin interrupciones de esta índole).
Todo esto termina manifestándose salarialmente: las mujeres ganan (en promedio) menos que los varones, y las mujeres con hijos ganan menos que las mujeres sin hijos/as. Es evidente que esta situación recrea y regenera el círculo vicioso transformándose en una suerte de “profecía autocumplida”: si alguien tiene que quedarse en la casa, será aquella que menos le cueste salarialmente a la familia. Lógicamente esto se acentúa aún más en aquellos hogares en los que la posibilidad de pagar por alguien que realice en trabajo doméstico o una guardería está muy lejos del presupuesto familiar.
Si bien las mujeres de hoy somos económicamente más independientes y autónomas de lo que eran nuestras madres y abuelas, lo cierto es que la forma en la que la sociedad se comporta respecto a la maternidad -la base misma de la reproducción de nuestra sociedad- nos genera muchos problemas en el ámbito laboral que podrían ser solucionados o al menos mitigados si los abordáramos en profundidad.
Experiencias en la búsqueda de la igualdad
A continuación repasamos algunas medidas que están en funcionamiento en diversos lugares del mundo orientadas a equiparar la situación laboral de mujeres y varones en la etapa reproductiva y dinámica del cuidado al interior de la familia. Algunas suenan futuristas o ciencia ficción teniendo en cuenta nuestro contexto, otras están relacionadas con necesidades distintas –países europeos con población vieja que busca incentivar a la gente a tener más hijos/as- y otras directamente representarían un retroceso en términos de regulación, como es el caso de Estados Unidos en que ni siquiera hay licencia de maternidad paga. Sin embargo, son interesantes en tanto nos brindan experiencias para reflexionar e ilustran la relevancia del tema a lo largo de todo el planeta.
Cuotas por paternidad:
Las cuotas por paternidad se implementan en Noruega desde 1993 y se actualizaron agregando semanas en el año 2014. Estipulan que como mínimo diez de las cuarenta semanas correspondientes a las licencias post natales deberán ser utilizadas por el padre, perdiéndose el beneficio en caso de no ser utilizadas. La misma norma rige para las mujeres, quedando la distribución en el uso del resto de las semanas a elección de los padres. Noruega está entre los países que más avances ha logrado en indicadores de equidad de género. Desde los años 70’ se vienen implementando políticas de fomento a la igualdad de género en este país, y se logró a partir de la implementación de las cuotas por paternidad una notable disminución en la brecha en el nivel de empleo femenino y masculino. Esta medida pone en evidencia que para lograr avances hacia la igualdad de género en el ámbito laboral es necesario llevar adelante políticas orientadas también hacia los hombres.
El caso de Suecia es similar e incluso los padres tienen más días de licencia. De los 480 días reservados para licencia parental, 60 son reservados para el padre. Estas medidas explican por qué en el ranking del World Economic Forum estos países aparecen en el tercer y cuarto puesto en igualdad de género. Este ranking se elabora ponderando variables como participación económica, educación, salud y empoderamiento político.
En Latinoamérica se están ensayando experiencias similares. En Chile, por ejemplo, la licencia posnatal parental de 12 semanas, que sumada a la licencia postnatal regular da un total de 6 meses, puede ser parcialmente compartida entre ambos progenitores.
Guarderías:
Los niños y las niñas necesitan cuidados desde que nacen. En Latinoamérica -y hasta la edad de escolarización- esos cuidados recaen exclusivamente sobre las familias, y sobre todo en las mujeres. En un país como Argentina, donde la mitad de los trabajadores gana menos de $5.000 no es fácil pensar en niñeras o guarderías pagas como una solución.
En ese sentido, es muy interesante el caso de Francia ya que rompe con la tradición según la cual el cuidado de los niños es algo exclusivo del ámbito privado. El Estado francés reconoce que el cuidado es una cuestión de índole pública y social y toma un rol activo en la situación desde el comienzo de la vida del niño. A partir de los dos meses y medio y hasta los tres años los padres pueden dejar a sus hijos en las famosas “crèches” (están abiertas al público durante 11 horas) e ir a trabajar. Las mismas son financiadas por los gobiernos locales aunque según el ingreso de los padres es posible que sea necesario pagar alguna cuota. Allí los niños están a cargo de profesionales. Cuando los niños son más grandes, a partir de los tres años, los mismos pueden asistir a escuelas maternales, en las cuales pueden permanecer durante toda la jornada laboral y en donde se les brinda educación preparatoria para la escuela primaria. De manera similar a las “crèches”, estas instituciones cobran cuotas acorde al nivel de ingreso.
Los padres también tienen la opción de dejar al niño/a con un niñero/a, al cual el Estado le subsidiará una parte de su salario. Asimismo, este tiene un rol muy activo en garantizar el entrenamiento de estas personas.
En Francia la brecha entre la participación laboral femenina y masculina pasó de ser del 31% en 1990 a ser del 13% en 2013, evidenciando lo efectiva que resultó la política respecto al cuidado de los niños por parte del Estado en términos de promoción de la participación laboral de las mujeres.
En sintonía con el caso Francés, los gobiernos de México y Chile están tomando un rol más activo en la oferta de servicios para el cuidado de los niños. En México, desde los 11 meses y hasta los 4 años, las madres que pertenecen a hogares de bajos ingresos y/o poseen un trabajo informal pueden dejar a sus hijos en Estancias Infantiles denominadas Centros Sedesol. Este programa cuenta con un 65% de financiación estatal, quedando el 35% restante a cargo de los hogares que usufructúan el servicio. En Chile la situación es similar: entre el 2006 y el 2010 se crearon 3.000 salas cuna, casi cuadruplicándose los cupos en las mismas de 14.000 a 61.000.
Retraso de la maternidad por medio del congelamiento de óvulos
En Estados Unidos no hay una regulación general sobre las licencias por maternidad y paternidad y la decisión sobre la cantidad de días que se pueden tomar mujeres y hombres (o incluso si esos días serán pagos), quedan en general en manos de los empleadores. En Sillicon Valley, donde están instaladas gran parte de las nuevas empresas de tecnología digital, se muestran algunas de las mejores situaciones del país respecto a las licencias por maternidad. Google, por ejemplo, ofrece a sus empleadas mujeres licencias por maternidad de hasta 22 semanas, Twitter 16 y Facebook e Instagram 17 (todas pagas).
Sin embargo estas empresas consideran que con la licencias no es suficiente ya que una vez terminadas las mujeres no tienen donde dejar a sus hijos/as y el “balance“ entre ser madre y trabajar vuelve a descompensarse. Esta situación devino en que el año pasado Facebook y Apple provocaran una gran polémica al ofrecer a sus trabajadoras costear todo el proceso de congelamiento de óvulos (y posterior tratamiento de fertilización asistida) con el objetivo de que sus empleadas retrasen sus planes de maternidad.
A pesar de las buenas intenciones que esgrimieron los empresarios, muchos entendieron el ofrecimiento de este “servicio” como un mecanismo que refuerza la incompatibilidad entre ser madre y acceder de forma igualitaria al mercado de trabajo. Cabe destacar que las mujeres en el ámbito de la tecnología y en particular en estas empresas se enfrentan a una brecha salarial del 30% con sus pares varones, a esto se suma que su participación es bastante minoritaria: en Google, Twitter o Yahoo! no llegan a ser el 30% del personal. Según datos de analistas del rubro, en las startups más famosas (Pinterest, FourSquare, etc), las mujeres apenas llegan a cubrir el 12% de los puestos técnicos.
Perspectivas en Argentina
En Argentina hace varios años que hay leyes que buscan incitar a la participación laboral femenina. En el articulo 179 de Ley de Contrato de Trabajo está estipulado que: “En los establecimientos donde preste servicios el número mínimo de trabajadoras que determine la reglamentación, el empleador deberá habilitar salas maternales y guarderías para niños hasta la edad y en las condiciones que oportunamente se establezcan”, sin embargo este articulo jamás se reglamentó, por lo que no se aplica.
Hoy en nuestro país están en discusión dentro de la agenda legislativa varios proyectos que buscan reducir las discriminaciones por género en el ámbito laboral. Uno de ellos es el proyecto de ley que solicitaba la extensión de la licencia por paternidad a 15 días (en los últimos años se presentaron 38 proyectos con esta propuesta que recién hoy en día se está considerando con seriedad en el Congreso Nacional). Este proyecto puede parecer mezquino (y lo es), pero de todas formas representaría un importante avance considerando que Argentina es el país con la licencia por paternidad más corta en América del Sur, siendo la misma de solo 2 días.
Días atrás, en un discurso por Cadena Nacional, nuestra presidenta Cristina Fernández de Kirchner citó un informe que destaca que “Argentina es el mejor país de Latinoamérica para ser madre”. Allí se mencionan políticas específica orientadas a mejor la calidad de vida de los hogares con menos recursos como son la Asignación Universal por Hijo y por Embarazo, “que se otorgan a los hijos de las personas que están desocupadas y a las mamás que trabajan en la economía informal con ingresos iguales o inferiores al salario mínimo, vital y móvil” (Télam). Se menciona también la cobertura gratuita materno infantil del programa SUMA y el calendario de vacunación mediante el cual se ha logrado bajar la tasa de mortalidad sustancialmente.
Sin embargo, el informe no considera elementos que entendemos esenciales para abordar este problema de conjunto, como son las condiciones económicas y la participación en la fuerza laboral de las mujeres. Por otra parte, Argentina tiene además una de las tasas de embarazo adolescente más altas de la región: cada 5 minutos una mujer de menos de 20 años es madre y 9 nenas de entre 10 y 14 años dan a luz por día –muchas de las cuales lamentablemente han sido víctimas de violación o abuso-. Finalmente, la decisión de “no ser madre“ (el aborto seguro, legal y gratuito) no está contemplada para las mujeres como uno de sus derechos.
¿Qué opinamos las Ecofemini(s)tas?
Si bien celebramos que el conflicto entre trabajar y tener hijos/as esté presente en la agenda política, entendemos que ninguna de las medidas que se están discutiendo implica un verdadero cambio en términos de reasignación de los roles de género. En un sistema económico que se nutre de la desigualdad, que la genera y amplifica, es necesario identificar cuáles son los mecanismos que nos dan herramientas para trabajar en la transformación de nuestras condiciones de trabajo. En ese sentido, estas propuestas que hemos repasado no pueden ser consideradas un fin en sí mismo, sino que son un paso en un largo camino que tenemos para recorrer. Nadie puede negar que tener licencias por paternidad por un período 15 días es mejor que tenerlas por un período de solo 2 (lo mismo que lo sería tenerlas por uno de 20 o 5), pero es importante que no perdamos de vista que este progreso parcial no disminuye ni apacigua la necesidad de luchar por un mundo donde todos seamos realmente iguales.
https://economiafeminita.wordpress.com/
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[1] En un contexto donde los casos de violencia de género son tapa de diario todos los días (según datos de La Casa del Encuentro solo en el año 2014 hubo 277 muertes por femicidios, lo cual implica que hay un femicidio cada 30 horas) es problemático y preocupante que la mujer no tenga independencia económica. Especialmente cuando el Estado interviene de manera ineficaz en la mayoría de los casos y destina una muy escasa cantidad de recursos a este fin.