Por Juan Manuel De Stefano
Martín Saric recuerda a su hermano Mirko a quince años de su inexplicable muerte. Un trotamundos del fútbol que construyó su carrera a fuerza de sacrificio y pasión por el deporte más hermoso.
Un momento de fragilidad. De debilidad. ¿Cómo saberlo? Imposible descifrar qué se le puede pasar a una persona por la cabeza para tomar tamaña decisión. Con 21 años, una carrera brillante por delante y, en apariencia, todo a favor. Pero así era Mirko.
Los que lo conocían aseguran que cualquier problema lo podía sacar de eje y hacerse las preguntas más insólitas y destructivas. Ya sea un mal partido, una lesión o un accidente automovilístico. Por eso aquel martes 4 de abril del año 2000, nadie podía presagiar lo que finalmente ocurrió. Los gritos desesperados de su mamá Ivana sonaron como latigazos en los corazones de los vecinos. Luego se supo que el promisorio volante se ahorcó con una sábana unos minutos después que su madre le ofreciera el desayuno. Conmoción. Dolor. Tristeza. Quince años han pasado. Pero la herida y los interrogantes siguen abiertos, mientras su hermano Martín trata de sobrellevarlo lo mejor que puede. Cargando una mochila que sabe que deberá llevar toda su vida. Un peso con el que “se aprende a convivir como te sale”, asegura. El mismo que había quedado libre de San Lorenzo pocos meses antes y se encontraba en Paraguay dando sus primeros pasos en Sportivo Luqueño al momento de la tragedia. Más tarde logró el ascenso a Primera con Nueva Chicago. Luego pasó por Croacia, Eslovenia, Israel, Rumania, Estados Unidos, México… un verdadero trotamundos del fútbol. La actualidad y el pasado convergen constantemente en la charla. Pero todo está atado a su hermano, ese al que sigue extrañando como el primer día.
-¿Qué estás haciendo hoy? ¿Seguís cerca del fútbol?
-Hoy mi vida pasa por otro lado. La verdad que me encantaría seguir jugando, tengo 35 años. Pero tuve que dejar a los 32 por un problema de rodilla. Mirko en su momento se rompió una, yo me rompí las dos. Tengo un restaurant en Palermo y estoy ligado al fútbol con un Grupo Inversor que tiene a un club de Segunda de Portugal: el Sport Clube Freamunde. Es un proyecto que me encanta. Manejamos el fútbol profesional, es algo humilde y tranquilo, la idea es ascender a primera. Mi trabajo es generar el acercamiento de empresas, la venta de jugadores, y armar el equipo para el año que viene.
-En cuanto a tu carrera, conociste muchos países pero participaste muy poco del fútbol argentino: ¿ Tiene que ver con lo que ocurrió con tu hermano?
-Sí, un poco creo que se debió a eso. Quedé libre de San Lorenzo, me fui para México y no me pude quedar por un problema con el cupo de extranjeros. Terminé yendo a Paraguay, ahí pasa lo de mi hermano y vengo a Chicago. Pero no la pasé para nada bien. En un principio creí que estar cerca de mi viejo y mi vieja era lo mejor, pero me costó mucho. Cuando finalicé mi contrato el club me quería pero mi representante pidió mucha plata y no aceptaron. Igual, es cierto que pesó bastante lo de Mirko. Pensé en hacer mi camino en otro país y empezar de cero. Lo cierto es que a los lugares que iba también se sabía pero era distinto a lo que pasaba acá.
-Decís que la pasaste mal, ¿fue por el suceso en sí o por la crueldad del hincha argentino?
-Me han pasado cosas muy feas. Recuerdo una en cancha de San Miguel, por ejemplo. Yo además estaba muy mal y mi problema es que nunca tuve drama de pelearme, y me di cuenta que no era sano porque me agarraban unos ataques de locura que no me servían. Ya sea por la crueldad o el poco respeto, me generó algo muy feo. Creo que ni yo ni nadie se merecía pasar por algo así. En aquel momento era un pendejo pero recuerdo que la gente de Huracán había colgado un muñeco en alusión a mi hermano. Yo lo tomaba muy mal, reaccionaba peor y lo mejor fue irme en busca de otros horizontes. El tema es que con mi hermano me llevaba un año y el constante recuerdo de los amigos, de mi familia, de mis viejos, me hacía mal. Verla sufrir a mi mamá era tremendo y yo tenía lo mío también. Lidiar con todo eso era muy jodido. Cada uno lo toma a su manera. Yo tomé otro camino y estoy muy feliz por la carrera que tuve. Conocí muchos países, pude aprender a hablar en croata -que es la lengua paterna y materna -y me adapté bien a todos lados. Lo de la rodilla me cortó la carrera.
-Debe haber sido muy difícil manejar a los medios por la repercusión que tuvo todo, más allá que no había tantos como en la actualidad….
-Una parte del periodismo se manejó con mucho respeto. Pero también se hablaron muchas boludeces como en el caso de Maradona, que en ese momento estaba pasando un momento delicado de su vida y el periodismo se hizo eco de eso porque le servía. Fue un comentario fuera de lugar (Maradona había afirmado brutalmente: “No tengo nada contra Saric, pero el que se suicida es un cagón”), pero venía de una persona que no estaba bien. El periodismo lo dio entidad porque le servía para vender.
-A 15 años de su muerte, ¿podes llegar a comprender qué fue lo que le ocurrió?
-Para mí fue un conjunto de cosas que no supo manejar, pero la respuesta no la tengo. Siempre fuimos una familia muy unida y que la peleó mucho. Mirko era un poco más débil y se le juntaron varios problemas en poco tiempo. Lo que le pasaba era que un inconveniente chico, pero para mi hermano era gravísimo. En aquel momento se hizo cargo de un nene y luego el ADN demostró que no era suyo. Yo me fui afuera, mi hermana se casó, él se rompió la rodilla y quedó solo en mi casa. Pensó que no iba a jugar más al fútbol. Era su personalidad, pero hay que ver todo lo que vivió. Yo por eso lo respeto mucho en ese sentido, habría que saber lo que se le pasó por la cabeza. Pero nunca pensamos que podía llegar a quitarse la vida. Tenía sus bajones pero es el día de hoy que todavía no lo puedo creer. A su vez lo extraño muchísimo. Me hubiese encantado que esté conmigo, lo hubiera ayudado en todo lo que podía.
-¿Crees que las presiones que Mirko tenía influyeron? Hablo de lo futbolístico, el periodismo, sus propias presiones…
-Según para qué. En un momento, por ejemplo, se habló que mi hermano y un par de compañeros habían llevado una mina a la concentración. Esa chica era compañera de mi vieja y fue a vender un teléfono. A Mirko le molestaba mucho lo que decían de él, lo que se mentía. Tenía los ideales muy marcados. No podía entender la maldad de la gente. Se ponía muy mal cuando la gente lo insultaba en la cancha. Lo afectaba mucho la crueldad, la mentira, los inventos, sufría mucho por todo eso. Una vez chocó con el auto y el tipo le quiso hacer lío, y todo eso lo afectaba hasta lo más mínimo. Se hacía demasiado problema por todo.
-Recurrió a la psicología pero fue un tiempo corto, ¿no es cierto?
-Iba a una profesional muy conocida y lo manejaba él. A veces decía que no podía ir por los entrenamientos. No se quería medicar por el doping. Tenía que declararlo antes y eso iba a salir en todos lados. Quizás lo hubiese ayudado un montón porque podría haber estado más tranquilo, pero hoy pensar así no tiene sentido porque no lo sé.
-Desde lo futbolístico ¿pensaste a qué hubiese llegado como jugador?
-Mirko era diferente ya desde chico, era crack de verdad. El Real Madrid lo vino a buscar, ofreció diez millones de dólares y Miele pidió trece. Estando lesionado lo quisieron comprar del Mallorca en cinco millones. Pero bueno, la parte mental en un jugador influye mucho y es muy importante. Hay tipos que no son tan dotados técnicamente y con la cabeza suplen lo que les falta por otro lado. Una persona que tiene mucha actitud comparado con un crack con mente débil, creo que llega el primero. Al menos es lo que yo pienso.
-¿Qué es lo que más extrañas de tu hermano?
-El día a día, todo. Era mi hermano y sé lo que vivimos juntos de chiquitos, éramos muy unidos. Me quedó la imagen de Mirko con una sonrisa en la cara, pienso siempre cosas lindas. Son jodidas las fiestas, los aniversarios de su muerte, los momentos en familia. Y sufro mucho por mi viejo, soy padre y debe ser terrible perder un hijo. Pero son cosas que nos tocó vivir y hay que llevarlas lo mejor que se puede.
-¿Sentís su presencia en esos momentos? ¿Lo sentís cerca de alguna manera?
-Lo pienso y lo recuerdo mucho, no sé si siento su presencia. Uno cree que donde está nos guía un poco. Pero no lo tengo y se extraña. Es feo, no lo sentís, no lo podes tocar. Era una persona joven, buena, educada. Es difícil, muy difícil.
Y la emoción aparece en escena. El dolor por la desaparición física de un ser querido es una de las cosas más difíciles para asimilar. Como cuenta Martín: el día a día, el nacimiento de los hijos, fechas importantes… Todo, todo es dolor e interrogantes eternos sin respuestas. El abrazo que no pudo ser, la caricia que nunca llegó y, en el caso de Saric, la inexplicable decisión que no tiene retorno. Los recuerdos de la infancia, las travesuras compartidas, la hermosa pasión por el fútbol y por San Lorenzo. Habría que ver si allá arriba hay fútbol. Lo cierto es que si le tiran una número cinco, Mirko la baja con el pecho, levanta la cabeza y busca el receptor mejor ubicado. Con esa prestancia con la que jugaba y con una destreza que acá abajo no tenía: la de volar. Seguramente en su residencia de hoy no hay problemas, nervios, mentiras, crueldades ni cosas que puedan lastimarlo. Y muy probablemente sea feliz. Mientras tanto, acá abajo seguimos formulando preguntas, elucubraciones para tratar de encontrar soluciones donde no las hay. Y recordando. Como lo recuerda su hermano.
Mirko vive en la sonrisa encendida de sus sobrinos, en las reuniones familiares, en los gritos de gol de su amado San Lorenzo. En todas esas oportunidades se encuentra vivo. Porque su legado quedó. Como queda el de los seres que tienen algo distinto, ese toque particular que los hace irremplazables. Porque en el fútbol de hoy no abunda una zurda exquisita como la que tenía, ni su porte de gran jugador. Y en la vida no abundan personas con su bondad, su sonrisa de buena persona y su falta de maldad. Está Martín, quédate tranquilo que está. Quince años sin Mirko, que en paz descanse.