Martín Rodríguez Pellecer es ex director de Nómada, uno de los medios digitales más influyentes de Guatemala. Fue denunciado por varias periodistas jóvenes quienes rompieron la impunidad relatando los acosos sexuales y los abusos laborales. El “ya no nos callamos más” exige también abortar a los aliados que se dicen feministas en los medios.
Por Catalina Ruiz-Navarro @catalinapordios / Foto: Cindy Lorenzo
El 13 de noviembre a las 3:55 de la tarde, una cuenta anónima (@metooguatemala) publicó una grave acusación contra el reconocido periodista guatemalteco, Martín Rodríguez Pellecer, de 36 años, fundador y director de Nómada, un medio digital independiente que ha sido reconocido por su trabajo a favor de los derechos humanos y en contra de la corrupción.
El tuit decía lo siguiente:
“A propósito del Foro de la @IniciativaIDEA que se está llevando hoy en Antigua, sería bueno mencionar que Martín Rodríguez ha acosado sexualmente a varias de las participante en distintos países, ofreciéndoles tragos en su cuarto de hotel, alejándose del grupo. (½)” y un segundo tuit que dice: “valiéndose de su reputación de ‘aliado’, aprovechando que está en otro país en actividades de periodismo, derechos sexuales, etc. Ojo ahí @revolufashion que todas hablamos entre nosotras y esto ya es un secreto a voces. #MeTooGuatemala #Metoo #PremioIdea”.
El “Foro Idea” es un espacio para celebrar y motivar la innovación en las estrategias para el avance de los derechos sexuales y reproductivos en la región, y en ese momento transcurría en Antigua, Guatemala. Este espacio ha reunido a varias periodistas feministas de la región, publicistas feministas e innovadoras en temas de tecnología y derechos sexuales y reproductivos. Fui invitada al Foro como ponente este año y estuve también en su primera edición, en Quito, Ecuador, en noviembre de 2017. También fui la moderadora del panel de apertura del Foro, en el que Rodríguez Pellecer era panelista, y cuando lo llamé a pasar a la tarima lo presenté como “mi jefe”, porque técnicamente lo es.
En noviembre de 2017 Rodríguez Pellecer me convocó para que lo ayudara a crear una revista feminista para Nómada, así que nos reunimos junto con Andrea Gómez y Loren Giordano, del equipo de Nómada, para crear Volcánica, una revista digital, feminista y latinoamericana, en donde hemos publicado a feministas diversas (periodistas, escritoras, activistas) que pertenecen al abanico multicolor de los feminismos de la región (afrofeminismo, feminismo indígena, transfeminismo) y temas como feminismo y discapacidad, trabajo sexual, economía, maternidad, entre muchos otros. Comencé como editora general de la revista y este mes pasé a asumirme como directora, luego de buscar a una editora y community manager para armar un pequeño equipo editorial y poder dedicarme a buscarle financiación a la revista y hacerla sostenible. Todo esto fue acordado de forma verbal y sin contrato. Volcánica es un proyecto del que he aprendido muchísimo y del que estoy muy orgullosa y, por transparencia, me parece muy importante contar quién soy y cuáles son mis vínculos profesionales con Rodríguez Pellecer y Nómada.
Fue debido a esos vínculos profesionales que unas horas luego de que se publicó el tuit busqué personalmente a Rodríguez Pellecer para pedirle explicaciones. Estaba reunido con varias publicistas en uno de los restaurantes del hotel, aislado de la conferencia. Le pedí que habláramos en la terraza, alejados de las demás y, al sentarnos, él tomó mi celular, lo apago y lo puso en su asiento. Me dijo que el tuit se debía a una “campaña en su contra”, y que estaban aprovechando su visibilidad en el Foro (Nómada participó además como co-organizador del evento) para atacarlo.
Le pregunté si había alguna situación que pudiera entenderse como acoso sexual y me contestó que hace unos meses se había armado un chisme que lo acusaba de haber acosado a M., una ex-periodista de Nómada. Rodríguez Pellecer me explicó que M. había salido “en malos términos” de Nómada y que meses después, cuando a él le llegó este “chisme” la buscó y la sentó frente a una periodista muy reputada de Guatemala para confrontarla y que M. lo había negado. Luego Rodríguez Pellecer me dijo que citó al Comité Anti-Acoso al interior de Nómada para que hablaran con ella, y que el resultado de esa conversación fue un audio en el que M. negaba todo. Me dijo que citaría de nuevo al Comité Anti-Acoso para investigar el tuit y me invitó a hacer parte del comité. Yo contesté que prefería hacer una investigación independiente y que por eso cortaríamos comunicación.
He documentado cientos de casos de acoso en los últimos 14 años de mi trabajo y por eso considero que investigar estas acusaciones, y hacer públicos mis hallazgos si estos llegan a ser de interés público, es mi responsabilidad como feminista y como periodista.
Lo que presento en este texto son los resultados de dicha investigación: los testimonios de cinco periodistas jóvenes que han sido acosadas en diferentes niveles de gravedad por Rodríguez Pellecer en los últimos dos años (2017–2019), durante eventos feministas y de periodismo internacionales a los que él fue invitado como aliado. Los casos incluyen incómodas conversaciones con insinuaciones sexuales, invitaciones a su cuarto, lo que en inglés se conoce como “sexual misconduct” o malas prácticas sexuales y en uno de los casos se rompe de manera explícita la barrera del consentimiento y por eso puede ser considerado abuso.
Los testimonios han sido editados en este reportaje para garantizar legibilidad, pero son el resultado de entrevistas directas y cuentan con grabaciones de soporte que están protegidas por el derecho profesional. Los nombres de las víctimas han sido cambiados para respetar su privacidad y evitar represalias, y acogen sus identidades a la protección de fuentes.
Más allá de la discusión sobre si estas conductas son punibles, es clarísimo que no son éticas, y mucho menos ético es recibir dinero y prestigio por decirse aliado feminista y luego usar ese mismo prestigio para acosar a las periodistas feministas latinoamericanas de la nueva generación.
M.
Martin era muy coqueto y él siempre decía que éramos amigos, pero era una amistad incómoda.De repente bailaba mucho contigo, e incomodaba porque bailando, se pegaba tanto que uno le sentía el pene, pero pensás: “es mi amigo”.
Y cuando fuimos a Colombia, en octubre de 2018, él siempre estaba hablando de sexo. Es incómodo, vas sola con él en un avión y va hablando de cómo se cogió a alguien en un avión, y luego te pregunta si con tu novio tienes la regla de que “fuera del país puede pasar algo con otra persona”. Ya estando en Medellín me dijo que él conocía un lugar que era super alegre, fuimos solos los dos y cuando llegamos era un centro cultural y no había fiesta, así que nos fuimos a otro bar. Yo no tenía wifi y tuvimos que regresar en taxi. Martín me dijo que él conocía Medellín y el taxi se metió por unas calles que según él eran muy feas, -yo no sé porque no conozco Medellín-, pero cuando pasamos por ahí me agarró la mano y yo pensé “bueno, debe ser que tiene miedo o cree que yo tengo miedo”. Y no me la soltó el resto del camino.
Llegamos a su hotel porque yo había dejado la mochila en su cuarto, me dijo que tomáramos otro Gin, y yo le dije que no, que tenía cosas que hacer. Entonces me dijo “¿no te quieres quedar a dormir acá?” y yo le dije “no, porque solo hay una cama” y me dijo “bueno, ponemos almohadas en el medio, ¿o te incomoda?” Y le dije “sí, me incomoda”. Además yo había pagado un Airbnb que quedaba muy cerca. Y me fui.
Honestamente no sentí que la relación entre nosotros haya cambiado después, pero sí es verdad que nos peleábamos más. Luego yo renuncié a Nómada porque la relación estaba desgastada. Hablamos después porque él me pedía productos que yo no había podido entregar. Y luego en mayo quedamos en tomar un café. Ese día me dijo que la reunión iba a ser hasta el siguiente día y a otra hora, en Capistrano en la zona 10 de la ciudad de Guatemala, y que le había pedido a Ana Carolina, que fuera testigo de la conversación. Todo esto me pareció muy raro.
Cuando llegamos me dice: “Este era un café amigable, pero eso fue antes de enterarme de algunas cosas, entonces necesito que me expliques, por qué estás diciendo que te acosé sexualmente cuando tú sabes que es una mentira y no sé cómo puedes mandarme mensajes en redes sociales de los lindos que están mis hijos, cuando estás haciendo todo lo posible para destruirme. ¿Cómo puedes querer destruir Nómada si te formaste ahí? Te voy a demandar por difamación”. Yo le contesté que no había dicho nada, y era verdad, yo no le había contado a nadie sobre lo que pasó en Medellín, porque yo ni siquiera pensaba que eso había sido acoso.
Me pareció raro lo que pasó en Medellín, pero pensé “Martín es raro”. Es como ese amigo raro que siempre va a intentar y siempre lo vas a batear. Yo, el día de la confrontación lloraba, porque pensaba que alguien me estaba usando para atacar a Martín. Luego fui a la psicóloga y ella me hizo caer en cuenta de que esa reunión con Martín y Ana Carolina era una amenaza, él no me preguntó si me sentía incómoda, llegó con los tacos por delante a dañar mi reputación.
Esto fue el miércoles, el viernes en la mañana me llamó Javier, de Nómada, y me preguntó si era verdad. Yo le dije que yo no había dicho nada y que además no sabía si esto que había hecho Martín era acoso. Yo no sentí que mi trabajo estuviera en peligro, no pensé que me fuera a violar, solo me pareció que sus preguntas eran incómodas y como indecentes. A la semana siguiente le dije al comité contra el acoso que yo nunca había dicho que Martín me hubiera acosado y esto quedó registrado en una grabación. Me prometieron que esto era lo último que yo iba a saber de él.
Ana Carolina Alpírez
La reunión sí ocurrió. Fue en Capistrano, nos juntamos ahí los tres. Martín le dijo a M. que ella había comenzado una campaña en su contra y que eso no era cierto y que si ella lo había dicho, porque según Martín dos personas habían asegurado que M. lo había dicho. M. dijo que no. Y la reacción de M. fue muy auténtica también, le dijo: “las dos persona que ud menciona, sí he hablado con ellas, pero no de estos temas”. Él dijo que iba a romper toda comunicación con M.
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M. dice que ella nunca inició un rumor de acoso en contra de Rodríguez Pellecer, pues ella ni siquiera había caído en cuenta de que esa invitación inapropiada a subir a su habitación podía entenderse como acoso. A juzgar por los testimonios quien creyó que sí era acoso fue Rodríguez Pellecer, y por eso asumió que M. había iniciado el rumor, pero parece que hizo mal sus cálculos y terminó por intimidar a la víctima equivocada. En este testimonio también es notable como Rodríguez Pellecer intimida a la periodista con una demanda por difamación e intenta crearle una mala reputación.
C.
La primera vez fue en un país en Suramérica, en 2017. Fue para un foro de derechos sexuales y reproductivos en donde yo gané en una de las categorías y él fue jurado de los premios. La cosa es que estábamos en una fiesta y yo no tenía datos en el celular, entonces él ofreció llevarme a su hotel y hacerme un masaje tántrico. Eso me lo ofreció después de la premiación, cuando fuimos a bailar. Tú estabas.
Yo llegué tarde al bar de salsa porque estaba en una cena, llegué con maleta porque en unas horas me iba al aeropuerto. Antes de ir al aeropuerto tenía que dejar a mi amigo Roberto en su hotel, y Martín venía con nosotros. Luego de dejar a Martín le dije a Roberto, “este wey me acaba de ofrecer un masaje tántrico”.
En ese momento yo no lo registré como acoso, él ya no era mi jefe, pero había sido jurado del premio que yo acababa de ganar, estábamos bailando y se me acercó y me dijo que acababa de aprender unos cursos de masaje tantrico y que si yo quería uno. Yo creo que ya estaba peda, acababa de ganar 15 mil dólares, claro que estaba peda. Todavía lo pensé un par de veces pero dije “¡no, si Martín es mi amigo!”. Es más: Martín me llevó a buscar retrovirales después de una fiesta de Nómada que sufrí un abuso y él me llevó a tres hospitales y a poner la denuncia, obviamente iba a confiar cien por ciento en que Martín no me iba a hacer daño.
En 2018, en junio, en Brasil, estaba en una fiesta de un encuentro de periodismo y tecnología [organizado por una red feminista] y Martín estaba ahí. Yo no hablo portugués y tampoco tenía datos, entonces unas chicas de Ecuador dijeron “¡vamos a bailar!”, y Martín dijo “¡yo!”. Y yo dije, bueno ese wey habla portugués, ya ha estado acá antes, sabe a dónde ir a bailar, ¡Vamos todas con él! Martín pidió un Uber, me abrió la puerta, me subo y él se sube y cierra la puerta tras de sí, y yo le digo “pero, ¿y ellas no van?” Y me dijo “no te preocupes, les voy a mandar la ubicación y se van en otro Uber. Además, yo quiero que nos vayamos solos porque te quería pedir perdón, por no valorar el trabajo que tú hiciste en Nómada, yo pensé que iba poder reemplazarte con facilidad, pero han pasado años y no he encontrado a alguien que pueda llenar tus zapatos”.
Llegamos al lugar pero estaba lleno. Estuvimos dizque bailando, hasta que me aburrí, porque yo no bailo y yo dije “¡ya vámonos!”, y no tenía cómo pedir un Uber, me acuerdo que traté de pedirle internet a una persona en la calle, pero yo no sabía portugués, así que me monté en un taxi con Martín, y otra vez me volvió a ofrecer el masaje tántrico. Entonces yo dije “este wey no va a parar”. Fuímos a su hotel para conectarme a internet y así pedir un Uber para mí. Al llegar al hotel me decía “¡sube, sube!”.
Finamente yo subí. Me imagino que podrás intuir pero esta parte es la que me cuesta.
Subimos al cuarto de hotel y me dió el masaje tántrico. Después de eso le pedí que me pidiera un Uber a mi hotel y regresé asqueada y avergonzada. Y al día siguiente me dice: “lo mejor de esto es que yo sé que tú no vas a decir nada”.
Luego en 2019 me enteré del caso de M. porque ella me llamó a contarme que Martín la había amenazado con demandarla. Y le dije “¿pero tú no te acuerdas de lo que me pasó con Martín?” Y me dijo que no, y entonces me di cuenta de que a M. no le había contado nada.
Roberto Buendía
Fue la noche de la premiación, habíamos quedado de encontrarnos en este lugar para bailar, inclusive estabas vos ahí, y cuando llegamos él empezó a bailar bastante pegado a ella, y ella como que se opuso en varias ocasiones, pero el maje estaba como necio. Después ella y él se tenían que ir al aeropuerto porque salían muy temprano, ella se tenía que ir más temprano con él, ella lo que hizo fue decirme Roberto no me dejés sola, acompañame hasta donde podás, y yo fui con ella al hotel de él como para que él sacara sus maletas y yo pedir mi carro ahí desde el hotel, y de esa manera ella no se tenía que bajar a acompañarlo. Durante la noche como que el maje le ofreció masaje tántrico. Nosotros nos bajamos al lobby, y en el lobby el maje le volvió a decir que subiera con él, y ella me agarró, inclusive mentimos, le dijimos que éramos novios para que el maje no siguiera jodiendo.
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El caso de C. puede ser catalogado como “sexual misconduct”, lo cual en sí mismo es una gran falla ética, un gran abuso de confianza, si tienes que insistir tanto y usar tantas artimañas para que alguien tenga algún tipo de intimidad sexual contigo, quizás no deberías estar intimando. Pero además de esto hay que señalar que el primero de estos avances se dio luego de que la periodista ganara un premio en el que Rodríguez Pellecer fue jurado, y que seis meses después y en otro país su insistencia para tener intimidad sexual continuaba. Ser jurado de dicho premio, estar en una ciudad desconocida que él dice conocer bien, tener datos en el celular cuando las periodistas no, son factores que ponen siempre a Rodríguez Pellecer en una posición de control de la situación que él parece -dada su reincidencia- buscar de forma deliberada.
Al testimonio de C. a mi me gustaría añadir dos cosas: primero, que como cuentan C. y Roberto Buendía, yo estaba en efecto en el mismo bar de salsa en Ecuador, cuando ocurrieron estos hechos, que en ese entonces para mí pasaron desapercibidos; y que durante una visita de Rodríguez Pellecer a CDMX en 2018 -no recuerdo el mes- también me contó a mí que había aprendido a hacer masajes tántricos, no me lo ofreció, solo me dijo que había aprendido a hacerlos, algo que a mí me pareció inapropiado pero a lo que no le vi malas intenciones por la misma razón que las periodistas que han aportado estos testimonios: era mi amigo. Lo cuento porque me parece que el detalle del “masaje tántrico” es algo muy específico. También porque esto muestra claramente cómo las diferencias de poder en materia de acoso sí importan, cuando como yo, una mujer está en una situación más balanceada de poder, puede rechazar los avances sin problema, pero a medida que la brecha de poder se agranda esa desigualdad permite el acoso o el abuso, como ocurre en el testimonio aportado por una periodista, década y media menor que él.
A.
Fue en una ciudad fuera de Latinoamérica en una conferencia de periodismo. F. y yo estábamos ahí y nos lo encontramos en una fiesta que hubo en el primer día de la conferencia. Fue en 2019. Yo no lo conocía. Llegó a saludar, nos dijo que sabía quiénes éramos y mencionó los proyectos de periodismo en los que trabajamos. Dijo que nos admiraba un montón, que votó por nosotras cuando fue jurado de un concurso. Y nada, terminó esa fiesta y todos los latinos querían seguir la fiesta. Él se fue a comprar vino, cerveza, todo, y nos fuimos todos los latinos, argentinos, mexicanos, estuvimos tomando y él pasó como toda la noche con nosotras, con F. y conmigo. De repente decía cosas raras, no sé, le encantaba hablar de que la ciudad en la que estábamos le gustaba porque hay muchos lugares para hacer nudismo y yo mencioné que a mí no me gusta eso porque las mujeres en ese país son muy delgadas y no tienen mucho pecho, y yo dije que eso me incomodaba, y me dijo “¿por qué? ¿tenés miedo de que alguien se enamore de ti?”
Todo el mundo estaba muy borracho, pero ya todos se querían ir menos F., Martín y yo, que queríamos seguir bailando y pusimos reggaetón en su celular. A F. le habían dado todo un piso en el hotel, un cuarto en el que cabían como cuatro personas y ella nos invitó a seguir allá la fiesta. Nos fuimos caminando, pero era todo muy amistoso, así que no pensé nada, cuando llegamos al cuarto él dijo: “bueno hay que jugar algo”, y lo que quería jugar era “verdad o reto”. La primera que jugó fue F. y eligió verdad. Martín le pregunto cuál era su fantasía sexual. Pero luego de contestar salió corriendo al baño a vomitar, y nos quedamos solos un buen rato Martín y yo. Me dijo: “bueno, te toca a vos”, y dije “reto”, y entonces me dijo “¡bailemos bachata!”, y empezamos a bailar muy pegado, y sí, la bachata se baila pegado, pero estaba metiéndome la rodilla entre las piernas, y sí, pues sentí… no precisamente como una erección, pero sí su pene ahí. Luego F. salió del baño y dijo que se sentía muy mal, “ya no juguemos, ya no puedo”.
Había dos camas extra, y yo dije “bueno, voy a dormir en la otra cama, así que yo me puse una camiseta grande de F. y me metí en la otra cama. Martin también se metió en la cama, y ahí me empezó a tocar la espalda, porque yo duermo boca abajo. Me dijo “¿está bien que haga esto? ¿te puedo tocar asi?” Y yo le dije “ok”. Luego me dijo “¿te puedo besar?”, y yo le dije “no”. Y entonces se empezó a reír y me dijo, “¡no puedo no puedo creer que esté acá con A., y que te conocí y ahora estoy durmiendo al lado tuyo!” Luego F. se despertó y nos dijo que nos fuéramos, a mí me susurró al oído “por favor no dejes que Martín se quede solo conmigo”. Martín me dijo que su hotel quedaba al otro lado de la ciudad y el taxi era muy caro, así que nos fuimos a mi cuarto.
Mi cuarto no era tan grande como el de F., mi cama era muy pequeña. Yo sé que me acosté y me hice como muy pequeña a la orilla de la cama y ahí me siguió tocando y tocando, sé que en algún punto yo le dije a Martín que sentía el anillo, y le dije “Martín estás casado, ni te estás quitando el anillo para estarme tocando”, y me dijo no que “el matrimonio es una institución súper patriarcal”, que “hay un súper documental de Netflix con Vox sobre eso”, y yo le dije “ya lo vi, pero no quiere decir que esté de acuerdo”, y le pregunté: “bueno, ¿tu tienes una relación abierta?”, y me dijo que justo antes de ese viaje le había propuesto a su esposa que tuvieran una relación abierta y que él, de tonto, no lo había concretado. Luego, no sé si me lo dijo en broma, pero me dijo “¡emancípate!”, y me puse a reír y le dije que “era lo más feministo que me habían dicho en la vida”. Le dije que otras personas podrían sentirse mal por esto y me dijo: “por eso no se van a enterar”.
Por la noche me estuvo tocando, yo sé que le di la espalda mucho tiempo. En la madrugada me levanté a vomitar, no sé si de la borrachera o del asco. Me tiraba cumplidos todo el tiempo, “me encanta tu pelo”, “me encanta como olés”, “me encanta la ropa que traes puesta”, me encanta todo, yo decía algo y me decía “¡me encanta!”. Otra cosa importante es que yo me sentía muy culpable, pero me daba mucho miedo caerle mal. Yo no quería caerle mal porque él fue jurado de ese premio, es el director de Nómada… En algún punto le dije “no quiero, pero no quiero caerte mal”, y en un punto no me acuerdo si lloré o no lloré y él me dijo: “no, no tenés que sentirte mal, nunca me vas a caer mal, para nada”.
Ahí no nos besamos, porque yo no quería besarlo, sentía que si lo besaba eso lo hacía real, pero si solo me estaba tocando la espalda no era real del todo. A la mañana siguiente dije “bueno, ¡ya todo se fue a la mierda!” y lo besé, pero me dio mucho asco porque sentía que me estaba comiendo la cara. A la mañana siguiente pasó más. Y sí, fui más activa, algunas cosas sí se sintieron bien. Pero yo le dije: “no me toques debajo de la ropa interior”, yo se lo repetía cuando veía que se estaba acercando, y en un momento solo metió la mano en mi calzón. Me asusté, me fui para atrás y le dije “¿que nos sos feminista? ¡Te dije que no!” Pero a él no le pareció grave evidentemente y me dijo “los seres humanos estamos llenos de contradicciones”.
***
En el testimonio de A. se puede observar coincidencias: usar la adulación y el trago, una insistencia en hablar de sexo y de ponerse en situaciones cargadas sexualmente, la ruptura del espacio personal (a nadie se le debe sentir el pito cuando está bailando si no hay consentimiento de pareja de baile), la insistencia reiterada en sus avances sexuales a pesar de negativas gestuales, y verbales, tácitas y explícitas, el abuso del poder que le da su prestigio (en el caso de A. ella teme rechazarlo, intimidada por su prestigio profesional), y la manipulación emocional para mantener en secreto sus actos. Debido a que en varias ocasiones Rodríguez Pellecer infringe varias negativas explícitas a sus avances este testimonio puede ser catalogado como abuso.
D.
Me fuí de Nómada porque estaba sufriendo del famoso “burnout”, era demasiado trabajo y por razones de mi salud mental dije: no puedo. Me ofrecieron un aumento de sueldo y yo dije que no quería dinero, quería un equipo para hacer el trabajo, y me dijeron que no. Cuando me fuí me dijeron que yo tenía la puerta abierta en Nómada y podía asistir a todas las fiestas. Fuí a una de las fiestas de Halloween, se llamaba “Hotel Siniestro”, me topé con ex compañeros de trabajo, estuvimos platicando, bailando bebiendo y ahí pasó un incidente extraño con Martín que yo considero fuera de lugar. Estábamos bailando, era perreo, obviamente eso significa que uno baja y sube, baja y sube, y él empezó a pasar su mano de mi tobillo a la rodilla y me dijo en tono amable “lo único bueno de que no trabajes para mí es que ahora puedo hacer esto”.
R.
En dos ocasiones me ofreció masajes tántricos. En 2017, cuando acababa de regresar de un viaje de Brasil me ofreció un masaje tántrico. Lo que pasa es que en ese momento, sí recuerdo la sensación de incomodidad, aunque entonces ya no era mi jefe yo tenía una buena relación con él. Me invitó a cenar, estábamos solos, y me estaba contando de su viaje a Brasil, me contó que había descubierto el tantra y que me lo recomendaba, que si no quería practicar para “mejorar su técnica”. Recuerdo que me lo dijo y asumí que era porque él es muy entusiasta con las cosas que le gustan, y yo dije: “bueno, igual no está dimensionando lo que eso significa”. Yo en esa época no sabía en realidad qué era un masaje tántrico, no lo había practicado, hoy sí, pero entonces no sabía realmente lo que me estaba ofreciendo. La segunda vez fui de visita a la oficina de Nómada, bajé por un cigarro y me dijo “si querés te acompaño” y eso me pareció raro porque él no soporta a al gente que fuma. Bajamos y volvió con el tema del masaje. Las dos veces me sentí super violentada porque era una persona con la que no quería nada sexual, pero tenía una relación, ya no laboral, pero hacía cosas para Nómada y he tenido una buena relación con él, al punto que hace unos meses pensé en pasar a decirle, en buena onda, que eso no estaba bien y que era incómodo.
El Comité-Anti Acoso
En el panel de apertura del Foro Idea le pregunté a Rodríguez Pellecer cómo era que un medio podía asumirse feminista cuando tenía en su cabeza a un hombre. Rodríguez Pellecer contó que hubo un caso de acoso en Nómada y que en ese momento me llamaron a mí para pedir asesoría y se activó un Comité Anti-Acoso que se había creado al interior de Nómada y explicó que él no hacía parte del comité pues es la persona que más poder tiene en Nómada. Efectivamente, Rodríguez Pellecer es dueño del 51% de las acciones, es el director y el editor general.
Al día siguiente, cuando confronté a Rodríguez Pellecer por la acusación anónima, me contó un segundo caso que llevó el Comité, el caso de M. y me dijo que él tenía la grabación en la que M. niega haberlo acusado de acoso. ¿Cómo llegó a conocer y obtuvo Rodríguez Pellecer esta grabación? ¿Cómo se guardan y registran las investigaciones del Comité Anti-Acoso? ¿Qué alcance y dientes tiene este Comité cuando el investigado es la persona con más poder en Nómada?
El miércoles 4 de diciembre tuve una entrevista con el Comité para hacer estas preguntas. Hoy el comité está conformado por Lucía Menéndez, Clara Manosalva, Javier Estrada, Andrea Ponce y Diego Orellana. Al comenzar la entrevista me contaron que el 3 de diciembre decidieron frenar la investigación porque varias de las mujeres contactadas durante la investigación decidieron no dar sus testimonios porque les preocupaba que todos los y las integrantes fueran empleadas de Rodríguez Pellecer. El Comité me comunicó, entonces, que habiendo agotado el conducto regular interno, buscarían a una entidad externa para hacer la investigación. A continuación presento nuestra conversación:
¿Cuándo se formó y cómo está conformado el Comité?
El comité se formó en septiembre de 2018, está conformado por cinco personas, seleccionadas por la anterior directora institucional, quien es la persona encargada de velar por la línea feminista y de derechos humanos de Nómada. Se buscó que cada persona fuera de un área diferente, con edades y experiencia profesional diferentes, y mayoría de mujeres. Desde que empezó el Comité dos integrantes se han ido de Nómada entonces han cambiado dos personas.
Yo fui asesora de un caso que llevó el Comité que terminó en un despido, ¿cómo fue ese caso?
Hubo un caso de acoso, el Comité investigó, impuso unas medidas de reparación, no se cumplieron y como se incumplieron se tomaron medidas, en este caso un despido. No podemos dar más detalles para salvaguardar la confidencialidad.
¿Por qué dice Rodríguez Pellecer que tiene una grabación de M. exculpando?
Nunca se le ha dado acceso a un audio del comité y no sabemos por qué dijo eso.
Pero por lo menos tuvo que tener conocimiento de que el audio existía…
No sabemos cómo tuvo conocimiento porque no se le dijo.
¿Por qué decidieron que el Comité no puede hacer esta investigación?
Porque en este caso identificamos que por ser personas que dependemos laboralmente de la persona denunciada, y esta persona tiene una situación de poder sobre nosotros también. Aunque nos comprometimos a trabajar de forma independiente y profesional, entendemos que desde afuera se perciba como que hay un conflicto de interés entonces decidimos que no somos las personas para realizar esta investigación.
Martín Rodríguez Pellecer
El miércoles 4 de diciembre a las 4:00 pm me comuniqué vía Whatsapp con Martín Rodríguez Pellecer, le informé de esta investigación y que sería publicada a las 9:00 pm (5 horas después) de el mismo día. Rodríguez Pellecer dijo que tenía reuniones de trabajo hasta las 7:00 pm, a las 7:11 pm le envié las preguntas por escrito y él me envió sus respuestas a las 8:26 pm. Las reproduzco a continuación sin edición:
“Catalina: Quisiera agradecer porque me hayas dado al menos una hora para responder a estas preguntas para tu texto. Desconozco al momento de responder cuales son las acusaciones que publicarás.
En primer lugar quisiera pedirte que no me cites como director de Nómada, pues he comunicado por escrito al Consejo de Administración que me retiro del cargo de director de Nómada mientras dure la investigación externa, que contratarán a solicitud del Comité Anti Acoso de Nómada.
Aquí están mis respuestas por número.
1. ¿Le has hecho, manera reiterada, invitaciones inapropiadas y con connotaciones sexuales a colegas o subalternas en espacios laborales o conferencias, foros o encuentros de trabajo?
No.
2. ¿Has ofrecido en repetidas ocasiones a diversas mujeres “masajes tántricos” y has seguido insistiendo a pesar de sus negativas?
Todas mis relaciones y sus detalles han sido consensuadas.
3. ¿Has tenido acceso a los procesos de deliberación del comité anti acoso, a los resultados o a los materiales y testimonios que han recopilado anteriormente?
No. No he tenido acceso a los procesos de deliberación, entrevistas o materiales del Comité Anti Acoso de Nómada.
4. ¿Por qué me dijiste a mí el 13 de noviembre que que conocías una grabación en la que una ex empleada niega haberte acusado de acoso?
No es cierto que te dijera el 13 de noviembre que había tenido acceso a un audio del Comité Anti Acoso. Ese día me pediste hablar tras el tuit en mi contra y tú me dijiste que en chats de whatsapp estaban diciendo que tú me protegías. Me preguntaste que de dónde creía yo que venía este tuit y te respondí que yo tenía conocimiento que hace unos seis meses el Comité Anti Acoso de Nómada había tenido una reunión con una extrabajadora ante unos rumores de que se había ido por acoso, y que en grabación -como es el protocolo del Comité- ella lo había negado. Me lo informaron después del procedimiento cuando lo comunicamos a un donante. No he tenido acceso a ningún documento ni deliberación del Comité Anti Acoso de Nómada. La única comunicación desde el 14 de noviembre ha sido por escrito y cuando me citaron, que está grabado también. No he tenido acceso a ningún documento.
5. ¿Has roto la barrera del consentimiento con alguna mujer? ¿Has tocado a alguna mujer de una manera en la que ella explícitamente te ha dicho que no quiere que la toques?
Nunca he roto la barrera de consentimiento. Todas mis relaciones han sido consensuadas.
6. ¿Has utilizado tu posición de poder como director de Nómada o tu posición como reconocido aliado feminista para realizar avances sexuales a periodistas jóvenes, en espacios de trabajo que deberían ser seguros?
Nunca lo he hecho.
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A partir de estos testimonios, y desde mi experiencia como periodista, feminista y mujer, hago la siguiente valoración:
Es por su -falsa- etiqueta de “aliado” que Rodríguez Pellecer conoce de sobra y a fondo la conversación sobre acoso sexual y las olas de denuncias públicas e informales que se han dado en los últimos años en Latinoamérica. Conoce los tecnicismos de cómo definimos el consentimiento, ningún avance sexual se puede hacer sin antes pedir permiso, pero también entiende el punto más profundo de estas denuncias: que es violento forzar la voluntad de otra persona y más aún si para hacerlo se echa mano del poder, status social y/o profesional o los privilegios que uno tiene.
“Avances sexuales que no son bienvenidos, pedido de favores sexuales y otras conductas verbales o físicas de naturaleza sexual que afectan de manera implícita o explícita la condición laboral de una persona, o interfiere con su rendimiento laboral o crea un clima laboral intimidante u hostil”, esta es la definición que hace la Equal Employment Opportunity Commission de Estados Unidos. Según la Academia Nacional de Ciencias hay tres tipos de acoso sexual: El acoso por género, es decir, acosar a una trabajadora por ser mujer; la atención sexual no pedida, avances o invitaciones sexuales por medios físicos o verbales, incluyendo el abuso sexual) y la coerción sexual, cuando se ofrece un tratamiento favorable, en el campo educativo o profesional, condicionado a la actividad sexual. Los casos que se narran en este artículo se ubican en la segunda categoría.
Los manuales corporativos para atender casos de acoso sexual también hacen una taxonomía de las estrategias de los acosadores, algunas de las cuales se pueden observar claramente en estas historias: Está el “acosador serial” quien “cuidadosamente construyen una imagen tal que a las personas les cueste trabajo creer que sea capaz de hacerle daño a alguien. Planean su acercamiento con cuidado y actúan en privado, usualmente contra un o una subordinada. Está también el “iniciador pasivo” quien “pone especial atención a la persona subordinada con comentarios halagadores” y luego acusan a su víctima de haber tomado su la iniciativa (aunque el agresor perfectamente puede declinarla). Otra estrategia consiste en “cambiar el entorno para minimizar los efectos inhibidores de los espacios de trabajo o institución educativa, como por ejemplo reuniones privadas, salidas de campo o conferencias, Un empleador o profesor que saca provecho de las salidas en grupo a otra ciudad es un ejemplo clásico”. Otros acosadores “comparten experiencias íntimas de su vida e invitan a él o la subalterna a hacer lo mismo, y de esta forma, y aparentemente por mutuo acuerdo, la relación se mueve a un plano íntimo.”
Otra estrategia de acoso que es de interés particular para estos casos la del “activista sexual” quien “racionaliza el acoso y lo presenta como una forma de empoderamiento sexual”. Por otro lado, las investigadoras Kathryn J. Holland y Lilia M. Cortina en el artículo When sexism and Feminism Collide: The Sexual Harassment of Feminist Working Women (Cuando el sexismo y el feminismo chocan: el acoso sexual a trabajadoras feministas”, encuentran que “las mujeres que se identifican como feministas viven menos acoso por su género” pero que si hacen, además, activismo feminista “el acoso por género y el acoso sexual aumentan”, aunque “el activismo sirve como atenuante para algunas de las consecuencias negativas del acoso”.
Los testimonios presentados en este artículo muestran coincidencias en el estilo de Rodríguez Pellecer: aprovechar los encuentros feministas internacionales para llevar -con la excusa de bailar salsa- a jóvenes periodistas a situaciones en donde quedan incomunicadas y apartadas del grupo y han tomado grandes cantidades de alcohol. Luego les insiste para subir al cuarto de hotel (suyo o de ellas) para hacer avances sexuales. En algunos casos las periodistas han podido decir que no, en otros Rodríguez Pellecer logra, insistiendo incluso a pesar de las negativas, que acepten sus avances a regañadientes, y confundidas por su discurso feminista. Esto es lo que en inglés se llama “sexual misconduct” (mala conducta sexual). En uno de los casos Rodríguez Pellecer ignora de manera reiterada las negativas de una periodista década y media menor que él, quien se siente intimidada por su prestigio, y la toca de formas a las que ella se ha negado de forma explícita.
Este patrón evidencia dos cosas importantes: primero que no se trata de coqueteos ocasionales, ni de enamoramientos repentinos, o una química sexual “irresistible” con otra persona, sino de un comportamiento reiterado y en ambientes laborales en donde Rodríguez Pellecer tiene más poder por su reputación como periodista. La segunda es que Rodríguez Pellecer usa los espacios seguros de eventos feministas internacionales para hacerle avances sexuales y acosar a jóvenes periodistas, ocultando sus intenciones en la ambigüedad de que su discurso, que sigue a pie juntillas el lenguaje feminista, a pesar de que sus acciones lo muestran siguiendo un patrón de predador recurrente.
Si esta conducta reiterada estuviese motivada por “ganas de coger”, habría sido más fácil para Rodríguez Pellecer abrirse un Tinder y buscar un encuentro consentido con alguna mujer que no perteneciera al cerrado gremio del periodismo latinoamericano. Pero es que hay una gran diferencia: para las mujeres de Tinder, en un país ajeno, Rodríguez Pellecer es un cualquiera, pero para las jóvenes periodistas es un referente reconocido por su trabajo contra la corrupción en Guatemala y por la excelente labor que todo el equipo de Nómada ha hecho por la libertad de expresión y por el derecho a la información en temas de derechos sexuales y reproductivos. El acoso siempre es un abuso de poder.
Lastimosamente, comportamiento predatorio, sistemático, y poco ético de Martín Rodríguez Pellecer, afecta, primero a las periodistas que han sido acosadas, y luego a quienes hemos trabajado con él y con Nómada, en donde muchas personas éticas y talentosas han hecho muy buen periodismo. Esto nos lleva a hacer unas preguntas urgentes para otros medios independientes latinoamericanos: ¿Qué pasa cuando el medio gira en torno a una persona que es su fundador, director, editor general y accionista mayoritario? ¿Cómo garantizar que los organismos internos para investigar el acoso puedan ser realmente independientes de una figura con tanto poder? ¿Cómo garantizar que estas investigaciones sean justas para las víctimas y no se usen para encubrir a los acosadores? ¿Cómo garantizar un balance de poder al interior de los medios, de manera que las fallas éticas individuales no afecten el trabajo de todo el equipo? ¿Qué debe cambiar en los contextos laborales de medios y periodismo para que no se den patrones de acoso sistemáticos y para evitar su escalamiento?
El acoso, incluso cuando no hay contacto físico, tiene un impacto en las vidas y las carreras profesionales de las mujeres (especialmente), y tiene más impacto cuando somos más jóvenes. La nueva generación de periodistas latinoamericanas merece espacios seguros, en donde puedan trabajar, aliarse, y aprender de sus colegas sin tener que estar esquivando propuestas insistentes y sexualmente cargadas por parte de quienes deberían ser sus mentores. Crear estos espacios seguros es responsabilidad de todas las personas que conformamos el gremio.
Por otro lado, tendremos que problematizar -de nuevo- qué es lo que pasa cuando un hombre se nombra aliado feminista como si fuera una etiqueta vitalicia o un cheque en blanco. Ser un aliado es una acción constante, -verbo, no sustantivo, como dice otro célebre guatemalteco. ¡Qué coincidencia! Ese también autonombraba paladín de las mujeres y terminó siendo un agresor. Pero es que quizás, más que aliados hombres, ávidos de reconocimiento y aplausos, lo que necesitamos es hombres dispuestos a perder, una y otra vez, a morder la mano que les da de comer, a ser traidores permanentes del patriarcado.