Por Guido Turdera. Segunda parte de la entrevista realizada a Diego Rojas, periodista y autor del libro “¿Quién mató a Mariano Ferreyra?”. El rol de la burocracia sindical luego de la crisis de 2001, el papel de la policía, la importancia del libro en la investigación y la situación de los testigos.
En tu libro sostenés que el asesinato de Mariano no fue un “rayo en cielo sereno”, que no fue algo espontáneo, sino que atrás hay un negocio muy importante que se está defendiendo. ¿Cuál es ese negocio que se defiende detrás de las tercerizaciones?
– El negocio de las tercerizaciones es muy evidente. El caso de Ferreyra plantea esta cuestión muy importante: la precarización laboral ha sido la marca política de este período, ya que el gobierno kirchnerista, en su programa de reconstrucción de la burguesía nacional post-crisis 2001, lo hace a través de una hiper-extracción de ganancias que se da a través de una hiper-explotación de los trabajadores, a través de la flexibilidad y del trabajo en negro. La tercerización es la que justamente acaba con los beneficios sindicales que deberían tener los trabajadores en distintas ramas del trabajo para justamente darles menores salarios, recortar derechos, etc. Lo más notable es que la misma Unión Ferroviaria (UF) tenía una empresa tercerizadora llamada “Cooperativa Unión del Mercosur” donde había 220 trabajadores que tenían el mayor índice de explotación, algunos de los cuales estaban en la movilización del 20 de octubre. Los sindicalistas de la UF en realidad eran patrones de esa empresa.
¿Qué rol cumplió la policía aquel 20 de octubre?
– La policía liberó la zona y contribuyó a que el ataque se realizara. En el primer ataque de la patota, la Bonaerense se sumó con balas de goma para evitar el corte de vías de los tercerizados. Desde ese ataque hasta que se produce el disparo fatal pasa una hora. Cuando la patota regresa después de que se escucharon tiros, de que había heridos de bala y un muerto, la Federal les abre el paso, no detiene a nadie y los deja ir. No fue un agente pasivo, sino un factor activo en el asesinato.
A raíz de tu investigación, fuiste convocado a dar testimonio, ¿cómo te sentís al respecto?
– Es raro y es gratificante. No sé cómo será estar ahí en el tribunal, pero creo que cumple con una condición. El título del libro es una referencia clara a Rodolfo Walsh. Cuando él escribe Operación Masacre, pone en el prólogo algo similar a “espero que este libro actúe”: su objetivo era ese. La referencia no es gratuita y el libro actúa de esa manera. Es un modo de periodismo militante al cual me interesa adscribir.
Hasta ahora en el juicio ha habido muchos casos de amenazas a testigos, como a José Andino y otros, pero el caso más conocido fue el de Alfonso Severo, secuestrado y luego liberado después de una gran movilización.
– Hubo muchas hipótesis, hoy mismo [por el miércoles 15/10] salió una nota en Clarín donde cuestionan que haya sido un secuestro. También fuentes del gobierno habían dicho que fue un autosecuestro. Yo no veo el motivo ni veo la posibilidad organizativa de planificar un autosecuestro por parte de Severo y sus amigos. Por el contrario, sí pienso que el testimonio de Severo apunta a un lugar que ha sido poco explorado hasta el momento, que se centra en el circuito de las armas: todo apunta a ese lugar de Ferrobaires donde había una situación de armas junto a negocios delictivos importantes. Probablemente ante la cercanía del testimonio de Severo, ese mundo criminal haya decidido cortar con esa posibilidad. De todas maneras, lo pernicioso del secuestro de Severo es que crea un clima de temor entre los próximos testigos. Esta indefensión de los testigos podría retraer algunos testimonios y sería interesante tomar las medidas que aseguren su protección, que es una tarea que le corresponde al Estado.
El hecho de que un sindicalista de la talla de Pedraza esté detenido y con probabilidades de ser encarcelado, ¿representa un antes y un después en la historia sindical argentina?
– ¡Es un punto de inflexión, es histórico! Acá no se está juzgando solamente a Pedraza: se está juzgando una forma de sindicalismo y a la burocracia sindical. Lo de Pedraza no es una excepción, es una generalidad: sindicalistas empresarios están entre los que apoyan a Cristina. Entre ellos, un tipo como Martínez que era servicio de inteligencia de la dictadura se sienta a su derecha en las reuniones sindicales. O Andrés Rodríguez, que es un sindicalista que es miembro del Jockey Club y tiene aras de cría de caballos de raza, ¡es una locura! En el campo contrario, está Moyano que es un empresario que vive en una mansión en Parque Leloir. Lo más interesante de todo es que esto también se transforme en un debate social y que principalmente la clase trabajadora tome este juicio a Pedraza como un juicio hacia la burocracia sindical y que sea consciente de la necesidad de barrer con ella en todos lados.
¿Qué sería justicia para Mariano Ferreyra?
– Justicia para Mariano Ferreyra sería que se condenen a los culpables por su asesinato, que estén en la cárcel por el resto de sus días y que se barran las burocracias sindicales, que son las originadoras de este tipo de crímenes.