Por Leandro Albani
Con 16 años, Malak Khatib fue víctima del Estado israelí. Acusada de delitos que no cometió, estuvo encarcelada por dos meses. El relato de una joven palestina que representa la historia de su pueblo.
-¿En qué pensabas cuando estabas encarcelada?
-Pensaba en por qué tratan así a los niños palestinos.
-¿Y por qué crees que los tratan así?
-Porque lo pueden hacer y parece que nadie los puede parar.
Así resume Malak Khatib la situación de los jóvenes y niños palestinos que son prisioneros del Estado de Israel. Cuando habla, Malak pasa de la sonrisa a la seriedad, para después volver a arrugar la cara porque, como todos los días, su sonrisa siempre nace.
Con apenas 14 años, Malak fue encarcelada por el Ejército israelí el 31 de diciembre de 2014 cuando salía de su escuela, en la aldea de Beitin, en las cercanías con Ramalá. Ahora, la joven palestina se encuentra en Argentina junto a una comitiva de ex presas y presos palestinos que visitan el país para contar sus historias y denunciar la ocupación de Palestina que, desde 1948, lleva adelante Israel.
“Yo estaba saliendo de mi escuela, los soldados de la ocupación israelí me agarraron y me pegaron. Me ataron las manos, me pegaron en la cabeza y me metieron con fuerza en una camioneta del ejército”, recuerda Malak, mientras a su alrededor decenas de personas participan en un mural colectivo en el ex centro clandestino de detención “El Olimpo”, que la dictadura militar argentina utilizaba como campo de concentración y hoy es un espacio para la memoria.
En Buenos Aires, el frío se apaga un poco cuando el sol asoma entre las nubes de un mediodía tranquilo de sábado. Malak habla con sus compañeros, sonríe cuando la gente la saluda, se encoje un poco por timidez ante tantos abrazos y besos que recibe. En el paredón donde crece el mural, Malak deja trazos de pintura, se divierte y estampa los colores de su bandera: negro, blanco, rojo y verde.
Luego de ser encarcelada, Khatib fue sentenciada a dos meses de prisión. Como sucede de manera permanente en Palestina, la justicia israelí la condenó con mentiras. “Me llevaron a un centro de interrogación y me acusaron por tres delitos: lanzar piedras, tener un cuchillo y cortar la calle –relata-. Me llevaron a la cárcel, de vez en cuando iba a los tribunales y siempre me maltrataban. Me hicieron el juicio y me encarcelaron por dos meses, me cobraron 1500 dólares de multa y por tres años me dijeron que si salía a la calle me podían meter presa”. Durante su estadía en prisión, a la joven se le negó el derecho a seguir estudiando y las autoridades israelíes decidieron no brindarle ropa de abrigo para protegerse del frío.
La historia de Malak no es un hecho aislado o generado por una confusión burocrática. El Estado israelí despliega desde hace décadas una política sistemática de represión, que tiene a los más pequeños como blanco. En la actualidad, en las cárceles hebreas hay 7000 presas y presos políticos palestinos, de los cuales 200 son menores de edad. El año pasado, el ministerio palestino para Asuntos de Prisioneros y Liberados denunció que desde el año 2000, al menos 10.000 menores de edad fueron detenidos por los cuerpos de seguridad israelíes. Las acusaciones para encerrar a los más jóvenes son las mismas que recayeron sobre Malak.
“En la prisión los días eran muy difíciles, había muchas dificultades. Me desprendieron de mi escuela, de mis amigos y de mi familia. No me permitieron ver a mis familiares o a un abogado”, dice Malak, recordando otra de las violaciones al derecho internacional que comete Israel, al no permitir que los menores de edad acusados tengan una justa defensa legal.
El sol tibio de Buenos Aires brilla en la piel color aceituna de Malak. Presta atención a las preguntas que le hago, pero al mismo tiempo mira para todos lados, tratando de captar lo que hace la gente que pinta el mural.
“Cuando salí fue muy emocionante por cómo me recibió la gente. Estaba muy feliz de poder volver a mi casa con mi familia y ver a mis amigos. Pero la cárcel me dejó un dolor y una tristeza grande, porque miles de prisioneros políticos palestinos todavía están en las prisiones de la ocupación israelí”, sostiene la joven palestina.
Aunque desde que salió de prisión, en febrero de 2015, Malak nunca fue detenida por el Ejército israelí, no descarta que vuelva a suceder. Su vida, ahora con 16 años, tiene nuevamente el ritmo sofocante de cruzar puestos de control, estar rodeada de uniformados, y no saber hasta cuándo su casa va a seguir en pie. “La vida bajo la ocupación no es fácil –afirma-, no podemos hacer lo que deseamos, porque estamos muy limitados, tenemos muchas restricciones para salir y pasear. Yo me limito a ir a la escuela, volver a mi casa, ir a la escuela otra vez, es todo muy limitado. Nosotros optamos por la solidaridad internacional para poder salir de este modo de vida bajo la ocupación. Nosotros queremos vivir en paz con todos los pueblos del mundo”.
“Los palestinos tenemos la virtud y la capacidad de poder seguir adelante a pesar de todo –reflexiona Malak-. Tenemos que superar lo que nos pasa, porque si no nos quedamos sólo con la ocupación, pero tenemos que seguir viviendo y decirle a todo el mundo que estamos en nuestra tierra y nadie nos puede sacar”.
Luego de dos meses de prisión, Malak sabe muy bien lo que quiere para su futuro. “Tengo el deseo de ser abogada y poder ejercer esa profesión –finaliza la joven-, para poder ayudar a los niños palestinos y defender los derechos humanos contra la ocupación israelí”.