Con la palabra de las sobrevivientes como elemento probatorio principal, comienzan las audiencias y el debate contra el ex músico, Miguel del Pópolo, acusado de “abuso sexual agravado reiterado y lesiones leves agravadas”. A ocho años de una denuncia clave, habla Mailén Frías, una de las tres denunciantes y querella en el juicio.
Por Laura Salomé Canteros | Foto: Julianite Calcagno
Cuando en 2016 Mailén Frías publicó en YouTube su denuncia, estalló el silencio ante las violencias en el rock. Luego, el “ya no nos callamos más” inauguró un camino irreversible hacia otros/ muchos/ todos los ámbitos, allí donde los escraches fueron los oasis posibles ante la desidia y la complicidad con los machos y la cultura del abuso de poder.
Luego, tras años de visibilidad, reclamo al Poder Judicial para que escuche a quienes denuncian, de consolidación de plexos normativos y de sensibilidad comunitaria contra la agresión sexista; llegaron las condenas a Cristian Aldana y Lucas Carrasco en 2022, a Mariano Mera Alba Figueroa en 2023 y a Juan Darthés y José Alperovich en 2024.
Una genealogía que se sigue escribiendo ya que este mediodía, en Paraguay 1536, CABA, se realizará la primera audiencia contra el ex músico y cantante, Miguel del Pópolo, acusado de “abuso sexual agravado reiterado y lesiones leves agravadas”. Un debate que comenzará con la lectura de requerimientos y acusaciones y seguirá con el llamado a indagatoria a quien debe responder por sus actos.
Con la palabra de las sobrevivientes como elemento probatorio principal, del Pópolo fue acusado formalmente el 25 de abril de 2017 por cuatro hechos por los que podría recibir condena penal; tres de violencia sexual y una agresión física, contra Mailén, R. y A., jóvenes que se organizaron desde entonces contra la impunidad patriarcal.
Del Pópolo está acusado de violar a R., su pareja, entre enero y marzo de 2013 y de agredir sexualmente a A., con quien tuvo un encuentro ocasional el 24 de octubre de 2013. Contra Mailén, quien era su amiga, está acusado de agredirla físicamente primero, el 7 de abril de 2016, y de violarla tres días después.
El proceso llegará a su fin en octubre de este año y pondrá en debate público la importancia de la reparación integral para las sobrevivientes de violencia sexual durante la democracia en un contexto de creciente demagogia punitiva y de desmantelamiento de las políticas de protección de derechos hacia las mujeres y LGBT+.
Las audiencias se realizarán el 20 y 29 de agosto; el 10 y 19 de septiembre; y el 1, 10, 22 y 31 de octubre. Por la libertad sexual y el derecho a decir NO y contra la sumisión y la soledad, un juicio por sobrevivir, ser felices y reír últimas. El final de un camino de búsqueda de justicia indie, compuesto por las mismas sobrevivientes.
“Mailén, R. y A. no se conocían”, sostiene uno de los documentos judiciales que argumenta el procesamiento contra el acusado en defensa de la “libertad sexual” y el “derecho a decir NO” y continúa: “Sus denuncias no son un acto preparado, sino tal como lo expresaron, de a una fueron tomando valor para denunciar lo ocurrido al conocer la presentación de la otra”.
Sobre el abrazo del movimiento feminista y el momento en que tomó conciencia de que la denuncia colectiva se puede transformar luego de años en una sentencia histórica, dialogamos con Mailén Frías.
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– ¿Qué recordás del abrazo colectivo posterior a la denuncia que realizaste en YouTube allá por el año 2016?
Al momento de hacer la denuncia, ya sabía que no iba a estar sola. Hacía unos meses que me había enterado del movimiento “ni una menos”, que se estaban considerando las denuncias por violencia de género y eso me dio la sensación de que si yo denunciaba podía tener ayuda, podía estar contenida. Y resultó que sí, cuando hice la denuncia en redes sociales hubo un montón de gente que se acercó para ayudarme, contenerme y no solamente personas que habían sufrido lo mismo sino personas, que trabajaban para ayudar a gente en la misma situación que yo. Así que fue inclusive antes de hacer la denuncia que sentí que el abrazo y la contención ya estaban.
-¿Cómo fue ese camino entre la denuncia y la apertura de una causa judicial?
En principio, cuando denuncié en la comisaría no tenía ni idea de la magnitud que tenía una causa de este estilo; de hecho, cuando hago la denuncia y empiezo a relatar lo que me habían hecho, lo sentí de una manera y cuando me trasladaron al hospital para hacer las pericias, empecé a tomar dimensión de lo que me habían hecho.
Cuando empezaron a nombrar algunas lesiones me empecé a dar cuenta que era realmente grave y tenía la magnitud suficiente como para seguir con la causa, como para que no quede solamente en una denuncia. Después, cuando hago el video y lo publico en redes, también ahí me empecé a dar cuenta que al haber otras personas que habían sufrido lo mismo que yo, incluso cosas más graves de las que sufrí por la misma persona, me di cuenta que tenía que seguir, que tenía que seguir la causa y tratar de que se llegue a un juicio.
Recuerdo que en ese momento me empecé a encontrar con varias personas que me ayudaron. Una de ellas, Leonor Silvestri, me dijo: “Estas cosas pueden durar años, capaz pasan doce años”. Ahí sentí que no lo iba a poder llevar adelante. Esperaba que dure menos, que sean dos años, un año, pero en el transcurso del tiempo me di cuenta que estas cosas son muy lentas y hay que esperar y presionar -de alguna manera- para que esto se lleve a cabo. Hoy no puedo creer estar a horas de la primera audiencia, pero la verdad es que estoy bastante agradecida con cómo se fueron dando las cosas. En cuestión de tiempos, también, por un tema de salud mental.
-¿Cuándo te diste cuenta que éramos un montón, que había todo un movimiento contra los abusos y la impunidad?
Cuando empiezo a mandarle mensajes a algunas personas que estaban en el entorno de él, hubo gente que me trató muy mal, que me empezó a decir que estaba mintiendo, que estaba tratando de sacar algún beneficio. Esas personas me hicieron dar cuenta que no iba a ser fácil que me creyeran y que tenía que preguntarles a otras si realmente lo que me habían hecho a mí, les había pasado.
Entonces, recuerdo algunas secuencias que él me había contado con respecto a otras chicas con las que se había relacionado. Cosas como por ejemplo que a él lo maltrataban; entonces, al darme cuenta que la versión de sus amigos era que yo lo maltrataba a él dije: “Bueno pensemos en buscar a estas personas, en preguntarles si les pasó lo mismo que a mí”. Era muy importante ese apoyo, pero más que nada era una contención lo que buscaba. Necesitaba que alguien me dijera que me creía, que había pasado lo mismo, que no era que yo había hecho algo malo. Entonces, me comuniqué con su ex novia y ella me contó algunas cosas. Lo primero que me dijo fue “Yo te creo, a mí me pasó también”. Y luego de que hicimos los videos y los publicamos, empezaron a aparecer otras personas.
Excepto sus amigos que me hostigaron al principio y trataron de frenar lo que estaba haciendo, hubo personas que me dijeron que me creían porque habían sufrido exactamente lo mismo. Ahí me di cuenta que lo que estaba denunciando no era un caso aislado. Estaba denunciando a una persona que en ese momento consideraba mi amigo, una persona que me quería y a la cual yo quería mucho también. Y en el momento en que denuncio públicamente, me empiezan a escribir un montón de personas que me contaban situaciones similares que habían sufrido en sus casas, con sus parejas, con sus padres, con sus abuelos. Así que en ese momento, me empezaron a llegar alrededor de 300 mensajes por día de personas que necesitaban lo mismo que yo. Esa contención, ese mensaje de aliento de decir, “Sí yo te creo, yo sé lo que es esto, yo sé por lo que pasaste”.
Y se convirtió en algo enorme para mí, algo que de hecho no pude continuar porque eran tantos los mensajes que me llegaban por día, más la situación en la que yo me encontraba, que tuve que delegar y empezar a decirles a donde pedir ayuda. Para eso, tuve que empezar a informarme mucho para poder ayudar a esas personas de una manera más organizada. En vez de decirles “yo te creo, estoy con vos”, era mejor: “Bueno, si vos querés hacer una denuncia podés hablar con tal persona, con tal organismo que te pueden ayudar”. Y de esa manera, fuimos organizando y fueron un montón las personas que empezaron a denunciar no solamente en una comisaría, sino también muchas las personas que se fueron dando cuenta que fueron abusadas y empezaron a poder denunciar públicamente porque como sabemos denunciar en la justicia es un hecho bastante traumático. Así que mucha gente eligió el camino de hacerlo público y poder recibir esa contención de otras personas que estábamos en la misma situación.
-¿Qué esperas del juicio? ¿Para vos existe la palabra justicia?
Tengo dos posturas muy diferentes y aprendí a convivir con ellas. A decir que la cárcel empeora todo y que no existe la reparación para una víctima que venga de un organismo del Estado. Pero pasaron tantos años que aprendí a lidiar con esta ambivalencia, a decir: “Es una persona peligrosa, yo le perdí el miedo, pero sé que es peligrosa para otras personas que no lo conocen y que pueden estar en la misma situación que estuve hace ocho años”. Así que considero que es una persona que tiene que estar aislada de alguna manera porque después de mí pudieron venir otras personas que pudieron ser maltratadas por él. Así que, lo que espero del juicio es que por lo menos haya alguna manera de evitar que esto siga pasando.
No deseo que le pase algo malo a nadie en el mundo, no quiero hablar ni siquiera de venganza, lo que quiero es que no le pase esto a otra persona, que no haya chicas que tengan que esperar años a poder hacer una denuncia o a poder decir “me pasó esto” por no querer contarle a sus padres que estaban siendo abusadas por un tipo de 30 y pico. Evitar que esto les suceda a otras personas.
Con respecto a la reparación, creo que la única reparación que existe para una víctima de abuso es la que puede hacer una misma. No esperar de absolutamente nadie porque la realidad es que es muy duro lo que se vive. Pasas por situaciones que son horribles, que tienen que ver con la salud mental y el Estado jamás se va a hacer cargo de eso. Nunca se hizo cargo y no espero que se haga cargo en algún momento. Es intentar salir de la manera en que se pueda, buscar ayuda entre otras personas empáticas y dispuestas a dar una mano e ir por ese camino. No quedarse solo en que la justicia actúe, no esperar que repare porque la justicia no va a reparar nada. De hecho, vuelvo a la ambivalencia: no sé qué voy a sentir el día que el juicio termine si a él le dan una condena.
Lo que más me importa es que no le pase a otra persona y haber podido salir de donde él me puso que fue un lugar de sumisión y soledad. Me sentí tan mal después de todo lo que me hizo que en cierto modo me tuve que aislar de un montón de personas, y haber construido nuevas amistades y acceder a un tratamiento de salud mental me ayudó un montón. Pero nada de esto fue por el Estado, me tuve que levantar y hacer las cosas por mi propio bien.
-¿Hay momentos en los que te sentís feliz?
Hoy en día, me siento una privilegiada y me di cuenta también de cuánto puedo valorar el hecho de poder ser una persona feliz. Porque tengo muchos momentos de felicidad, aunque también tengo momentos donde me siento como el orto, pero no depende de la causa. Me siento afortunada por haber podido romper y haber podido salir de ese lugar de sumisión ya que sé que hay muchas personas que no pueden salir, que sienten que les cagaron la vida.
Por supuesto, afrontarlo depende del contexto de cada persona, pero yo realmente estuve en una situación horrible. Quise no existir más. Y cuando me di cuenta que le estaba dando el poder a esta situación a él, dije que “No más”. Y decidí hacer todo lo posible para sentirme bien y me siento muy afortunada de haber podido lograrlo.
Lo único que me queda es terminar con esta situación que me viene molestando desde hace 8 años, que me la quiero sacar ya de encima porque necesito que se termine. Necesito cerrar esa etapa de mi vida. Es algo que me molesta constantemente, que muchas veces me quita el sueño saber que tengo esto pendiente y que no depende de mí terminar con esto. Es lo único. Después, con respecto a mi vida diaria, me siento muy bien y muy afortunada de haber podido no darle el gusto de quedarme en ese lugar donde quiso que estuviera.
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