Esta semana se empezará a discutir en el Senado el voto optativo desde los 16 años. Los argumentos opositores dejan entrever que la sociedad adulta no siempre tiene la madurez para escuchar a los más jóvenes.
El proyecto de ley para modificar el régimen electoral vigente presentado por Aníbal Fernández y Elena Corregido, senadores nacionales del Frente para la Victoria, será discutido este martes en la Comisión de Asuntos Constitucionales. Se trata de la propuesta de permitir el voto optativo de los jóvenes de entre 16 y 18 años y de los extranjeros con residencia permanente en nuestro país por más de un año. Teniendo en cuenta la mayoría propia kirchnerista en ambas cámaras legislativas, es razonable dar casi por descontada la aprobación de la norma. Sin embargo no es el resultado sino la discusión y las reacciones que provocó la presentación del proyecto lo más interesante para recorrer.
Los argumentos que provienen del kirchnerismo, giran fundamentalmente alrededor de que se trata de una medida que amplía los derechos de los ciudadanos, continuando el camino ya trazado por la asignación universal por hijo o el matrimonio igualitario. Frente a ellos un primer gran grupo de argumentos opositores giran alrededor de que se trata de una maniobra oportunista motivada por fines electoralistas.
Una de las notas editoriales del diario La Nación del 31 de agosto afirma en este sentido que “frente a esa situación queda poco margen para muchas más interpretaciones que no sean las maniobras desesperadas de los gobernantes y sus más fieles laderos para asegurarse nuevos votantes frente a una coyuntura política, económica y social que en este momento no les está garantizando los altos índices de aprobación de otras épocas.” Además agregan que la propuesta “resulta inoportuna porque nuestra sociedad no ha podido todavía zanjar el debate sobre la conveniencia o no de bajar la edad de imputabilidad penal de los menores en momentos en que alarma la cifra de adolescentes y preadolescentes involucrados en delitos aberrantes.” La afirmación omite fundamentar el supuesto aumento de delitos aberrantes protagonizados por jóvenes, quizás por no contar con datos que presentar. Pero no son los únicos que relacionaron directamente el voto con el Código Penal, aún cuando según las leyes vigentes los jóvenes de entre 16 y 18 años son punibles respecto de los delitos penales más graves. Evidentemente el proyecto contrasta con la política de criminalización de la juventud protagonizada por los grandes medios de comunicación desde hace años, al construir y estigmatizar la figura del “pibe chorro”.
En este mismo sentido el presidente del Pro Humberto Schiavoni afirmó que “la prioridad es la inseguridad, no la edad para votar”. Los funcionarios porteños del macrismo están protagonizando una cruzada contra la politización de la juventud. La creación del 0-800 para denunciar la actividad política en las escuelas y la crítica al programa del Ministerio de Desarrollo Social que promueve un juego basado en El Eternauta, son los dos pilares de su lucha contra el “adoctrinamiento” de la juventud.
Sin embargo llama la atención la oposición de partidos como la Unión Cívica Radical (UCR) que en otro tiempo supieron convocar a la juventud a la actividad política. “No se aprecia un estudio serio y profundo en esta propuesta, sólo se observa el intento de una maniobra electoral, que tiene como objetivo, la utilización de este segmento de posibles votantes”, aseguró el Comité Nacional dela UCR en un comunicado de prensa. Si este proyecto abre una oportunidad para captar nuevos votantes, en lugar de proponerse seducirlos para agrandar su mermado caudal de votos, parece que los radicales se dan por vencidos antes de empezar.
Un segundo grupo de argumentos opositores explica que los jóvenes no tienen la madurez suficiente para votar a esa edad. Daniel Sabsay escribió en Tiempo Argentino que “la gran mayoría de los países del mundo ha establecido en 18 años la edad a partir de la cual se puede votar.” Según el constitucionalista “el límite no es arbitrario pues coincide con lo que en psicología se considera como el momento en que se accede a la madurez.” En realidad los países en los que se puede votar desde los 16 años son Irán (se puede desde los 15 años), Chipre, Brasil, Cuba, Ecuador, Austria e Indonesia. Lo que llama la atención de esta posición es que con el mismo argumento podría haberse rechazado el matrimonio igualitario, por ejemplo, que rige en muy pocos países del mundo, y más en general cualquier modificación de avanzada en la legislación. Contrastando con esta opinión, Camila Simiani, presidenta del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires, declaró en Radio Sur que “a uno cuando es joven naturalmente le va a surgir preocuparse por lo que pasa, no puede ser totalmente ajeno. Creo que a todos les pasa, después si se aprueba el proyecto y es optativo votar, algunos tomarán la decisión de no votar o de no sentirse preparados, pero me parece que la sociedad lo que debe hacer es decirles que sí están preparados, y que el resto de la sociedad está lista para escucharlos y tenerlos en cuenta.”
Llama la atención que el debate ignore a los inmigrantes asentados en el país, que también son un número considerable, aunque tanto ellos como los jóvenes de 16 están muy lejos de definir una elección. Según el Censo de 2010, se sumarían alrededor de 1,4 millones de jóvenes y medio millón de extranjeros al padrón que cuenta actualmente con 25,2 millones de electores. Desde el punto de vista de los movimientos populares, integrados masivamente por jóvenes, toda medida que apunte a una mayor politización de la juventud y de la sociedad es positiva. Es indudable que este gobierno, como cualquier otro en su lugar, tiene grandes medios para influenciar a la juventud. También los tienen las grandes corporaciones mediáticas. Pero será en el terreno de la disputa democrática y de la militancia cotidiana donde se dará la pelea por conquistar la adhesión juvenil.