Lucineia Miranda De Freitas es activista feminista del sector de géneros del Movimiento Dos Trabalhadores e Trabalhadoras Rurais Sem Terra (MST) de Mato Grosso, uno de los estados más violentos del Brasil. Amable y atenta a las preguntas y las respuestas que transitaban el portugués y el español, señaló durante la entrevista dos puntos fundamentales de su tarea cotidiana como Defensora: trabajar sensibilizando a las poblaciones urbanas sobre los problemas del “campo” y luchar por la unidad política de los pueblos originarios y movimientos sociales para la defensa de las tierras, las aguas y el bosque.
Por Redacción Marcha y BiodiversidadLa (*)
En el país del Amazonas, el pulmón de la humanidad, luchar contra las violencias del modelo establecido por la agroindustria en detrimento de los saberes de las comunidades y el bienestar del ambiente es urgente. Pero también histórico. El MST surgió en el período 1970- 1985; precisamente, tras el proceso de concentración de grandes extensiones de la tierra en manos de pequeños grupos de la sociedad, situación que provocó el empobrecimiento de las y los pequeños campesinos y propietarios. Una respuesta de articulación territorial del movimiento de reforma agraria que se consolidó en un congreso celebrado en enero de 1985 con la participación de 1500 delegados de todo el país.
“Cuando la gente se despierta, ya estamos al pie del fuego, que lentamente convierte el agua en café, la masa en cuscús, el arroz en baião, el pensamiento en palabras y gritos y peleas. ¡Estamos despiertas!”. Con estas palabras se difundió en marzo de 2022, la “Carta abierta de amor y de lucha de las mujeres sin tierra”, un registro audiovisual de la resistencia de los últimos años. “¡Estamos despiertas”, dicen las mujeres del MST, en acción contra los extractivismos que se traducen en transgénicos y en venenos sobre la comida. “Nos fortalecemos para luchar por nuestros cuerpos y nuestra tierra”, afirman en la Carta, un grito colectivo de furia pero también de alegría convocado al calor de los tambores ancestrales para la supervivencia de los pueblos indígenas, las quilombolas y la agricultura familiar.
En Brasil hay quienes se organizan por nuestras vidas: son Defensoras afrodescendientes, indígenas, migrantes, negras, LGBTIQ+ y alzan la voz por las que cargan las marcas de las violencias y la pobreza producto de la desigualdad. El MST realiza hace décadas un llamado a la organización para dar vuelta las condiciones de propiedad: “ni somos de los varones ni nuestra tierra es de las grandes empresas en manos de las minorías blancas y ricas”. En sus actividades hay amor, felicidad y potencia para transformar el mundo. En los campos y las ciudades se lucha por territorios libres para disfrutar de la vida, la música y la poesía. Por tierra, trabajo y el derecho a existir. Sobre esto dialogamos con Lucineia Miranda De Freitas.
Para comenzar, ¿nos podrías situar en el territorio que te encuentras, cuáles son las principales tareas que realizan allí desde el MST y cuál es tu experiencia en la organización?
Me llamo Lucineia Freitas, vivo en el estado de Río de Janeiro hace cuatro años. Soy del estado de Mato Grosso, son dos situaciones muy diferentes, porque Mato Grosso es un estado al interior del país, más agrícola, y Río de Janeiro está en el litoral, más urbanizado, pero con una agricultura muy importante. En el MST, colaboró en el sector de género y ahora estamos enfocadas en la construcción de la “jornada de las mujeres”, que va del 7 al 11 de marzo. Este año formó parte de la dirección nacional del sector.
Elegimos tomar el concepto de “defensoras” y “guardianas” de los territorios y derechos para hablar del lugar central que tienen las mujeres campesinas, indígenas y rurales en la defensa de los bienes comunes. ¿Qué significa hoy ser defensora en Brasil y cuál es el escenario al que se enfrentan?
Aquí estamos dando un debate entre los pueblos del campo, pueblos originarios, quilombolas [comunidades rurales ancestrales afrodescendientes], campesinos, ribereños. En Brasil existe la designación de “pueblos del campo, de las aguas y los bosques” como guardianes. Entre estos pueblos, las mujeres tienen un papel central en el proceso de organización de las comunidades para las resistencias necesarias. Y para nosotras, en la coyuntura de Brasil, ser defensora es hacer frente a un proyecto de avance permanente del capital sobre los territorios, ya sea los demarcados o en los territorios donde se lucha por lograr que haya más zonas de asentamientos o campamentos.
Ser Defensora es repensar el propio proceso de la producción agrícola, la producción en la agricultura, desde una perspectiva de la agroecología, comprendiendo que supone una ruptura con un modo de hacer agricultura que viene de la revolución verde y nos permite repensar la relación con la naturaleza y el medio ambiente. Y la agroecología, al permitir que repensemos las relaciones con la naturaleza, también nos pone [la tarea] de repensar las relaciones humanas que se organizan desde nuestro círculo familiar hasta nuestras relaciones sociales en la comunidad, como las cooperativas, los sindicatos, las escuelas.
Ser Defensora en el actual escenario brasileño es un proceso muy peligroso, hay un incremento constante en el número de casos de violencia en el campo, lo que afecta sobre todo a los pueblos indígenas, pero también a los campesinos de modo general, incluso las mujeres. Y en este momento de ofensiva, la violencia viene tanto de procesos de empresas privadas, como la invasión de grileiros [acaparadores de tierras] y mineros ilegales como del Estado con los desalojos autorizados durante la pandemia.
¿Qué es el sector de géneros del MST? ¿Cómo es la situación de los movimientos campesinos con respecto al acceso a la tierra, la reforma agraria y el reconocimiento de los derechos en el marco del gobierno de extrema derecha de Jair Bolsonaro?
El sector de género del MST se conformó en el año 2000 a partir del planteamiento de que era necesario repensar las relaciones de género dentro del movimiento, y que no era una tarea de las mujeres, sino que debía involucrar a toda la organización. La presencia de las mujeres en el MST es un hecho, siempre estuvieron presentes, desde las primeras acciones en la década de 1980. Sin embargo, había una distancia entre estar en la vida cotidiana del movimiento y en los momentos de enfrentamiento y estar en los espacios de toma de decisiones. Fue precisamente para romper con esta división que las mujeres comenzaron a organizarse, hasta que se constituyó el sector de género y la paridad en los espacios de decisión del movimiento.
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Desde la construcción de la “Jornada de Lucha de las Mujeres”, también profundizamos en el estudio de la perspectiva del feminismo, no de un feminismo único, sino de sus múltiples posibilidades. Y como mujeres de la vía campesina, construimos el concepto de feminismo campesino y popular. Hoy nosotras, como mujeres sin tierra, nos reconocemos como mujeres feministas, construimos el debate práctico y teórico del feminismo campesino popular en esta articulación de La Vía Campesina, tanto a nivel nacional como en La Vía Campesina a nivel internacional, y construimos con las mujeres urbanas y las organizaciones de mujeres de la clase trabajadora urbana otras perspectivas de lucha que implican la cuestión de los derechos de las mujeres en su conjunto.
Aquí en Brasil tenemos dos consignas: “sin feminismo no hay agroecología”; y “sin feminismo no hay socialismo”, desde el entendimiento de que o el feminismo es una bandera asumida por las organizaciones que se proponen cambiar las relaciones productivas y a partir de ahí tienen que pensar también en las relaciones reproductivas, o no habrá transformaciones.
La explotación minera, el desmonte y el agronegocio avanzaron notablemente sobre los territorios y bienes comunes. Asimismo, las resistencias de los pueblos indígenas y campesinos han advertido y desafiado al gobierno por este saqueo. ¿Qué experiencias y respuestas organizadas podrías compartirnos ante este contexto?
En el último período, desde 2015 particularmente, con las acciones que antecedieron el golpe contra la presidenta Dilma Rousseff, la lucha por la tierra en Brasil se volvió muy difícil. Y se ha vuelto más difícil en general y especialmente para las mujeres. Algunas políticas para las agricultoras, que fueron muy importantes para su proceso de organización interna, como el Programa de Adquisición de Alimentos (PAA), que impulsaba la producción diversificada en sus patios, fueron suprimidas bajo el gobierno de Michel Temer (2016- 2018) y esto tuvo un fuerte impacto en la autonomía financiera de las mujeres.
Bajo este programa, el Estado adquiría la producción directamente de las y los agricultores familiares, con reparto directo en las escuelas, residencias de ancianos, hospitales o para familias en situación de vulnerabilidad. Así se compraba una producción diversificada y de temporada y no era necesario que fuera la misma producción todo el año, algo que no está presente en la práctica de las mujeres. A nivel legal, hay logros en cuanto al acceso a la tierra en Brasil, como la titulación a nombre de una pareja, una mujer y un hombre, y también está la prerrogativa de la titulación a nombre de parejas homosexuales, dos mujeres, dos hombres. No hay decreto ministerial, pero ya está consolidado. Sin embargo, en los últimos cuatro años, en realidad, no hubo asentamiento de familias ni demarcación de territorios quilombolas o indígenas. No existe un decreto del Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria (INCRA) para los casos de parejas homosexuales. Así que cada pareja tiene que realizar un proceso individual, pero ya tenemos consolidados casos.
En los últimos dos años, pese a los ataques, logramos resistir a algunos desalojos que iban a afectar a una gran cantidad de personas, como un campamento del MST en Minas Gerais, el Quilombo Campo Grande, donde viven 450 familias y que, a través de la solidaridad de la población urbana e internacional, logramos impedir con la policía ya en la entrada. En este periodo también profundizamos la construcción de la unidad en algunas agendas importantes, de la resistencia al avance del fascismo a la denuncia del racismo y también en los procesos de formación y estudios que nos preparan para el momento subsecuente. Orgánicamente y considerando además un periodo histórico más largo, avanzamos en la constitución de un colectivo LGBT+ para pensar en una población que ha sido invisibilizada en el campo; y en el periodo más reciente, en los últimos 4 años, en la constitución de un colectivo para pensar las relaciones raciales vinculadas a la cuestión agraria.
En lo que respecta al sector de géneros del MST conocemos su experiencia de bloqueos a las empresas del agronegocio cada 8 de marzo. ¿Cómo surgió esa acción y qué impacto genera?
Nosotras organizamos los 8 de Marzo desde los años 90, pero inicialmente eran actividades, encuentros de formación y estudio; no tenían este carácter de enfrentamiento y lucha directa contra el capital. A partir de los años 2000, junto con los cursos de formación, con esos encuentros de estudio, empezamos a organizar acciones públicas para denunciar el avance del capital en el campo y la violencia contra las mujeres. El año 2006 marcó un hito en el proceso de lucha del 8 de Marzo porque se inició con el avance de las plantaciones de eucalipto en diversos territorios, sobre todo indígenas en Espírito Santo, pero también de interés para la reforma agraria por tratarse de tierras públicas en la región sur. Construimos la primera acción de confrontación directa con el capital al ocupar la planta de Aracruz Celulose, donde se desarrollaba un experimento con eucaliptos transgénicos.
Esta acción tuvo un gran impacto y repercusiones, tanto por parte de quienes criminalizaron las intervenciones de las mujeres, como internamente, porque fue algo que construyeron las propias mujeres, por lo que se criticó que era necesario involucrar a toda la organización para poder responder colectivamente a las críticas externas y enfrentarlas. Varias compañeras fueron enjuiciadas en ese momento; sin embargo, éste fue un hito muy importante porque, desde entonces, nos dimos cuenta de que no hay forma de poner en la agenda la participación política, el combate a la violencia contra las mujeres, sin enfrentar y denunciar al capital en este proceso. Así que desde entonces estamos armando el debate sobre el feminismo campesino y popular porque en esos momentos de confrontación al capital es cuando nos articulamos también a través del feminismo.
En 2022 hay elecciones en Brasil y son muy claras los dos proyectos que competirán en ellas. ¿Qué lectura hacen de este proceso electoral y cuáles son los posibles escenarios que se podrían abrir para ustedes?
Ojalá que los vientos favorables de América Latina soplen en Brasil este año. Pero sabemos que será un proceso muy difícil la campaña electoral; aunque las encuestas demuestren la victoria de Lula da Silva, no creemos que este proceso esté consolidado o decidido. Como MST tenemos una definición política de que las elecciones y la derrota de Bolsonaro son las agendas centrales para este 2022 desde la comprensión de que en el proceso de resistencia subsecuente solo habrá victorias si logramos derrotar a Bolsonaro en las urnas.
Entonces, tenemos dos definiciones que son muy importantes; la primera, la de [disputar] las elecciones parlamentarias en los estados y nacionalmente con la presentación de algunos militantes del MST como candidatos. Y la otra decisión que corresponde a la participación, junto con los demás movimientos que forman parte del comité “Fuera Bolsonaro”, de construir comités populares para la campaña electoral. Y creemos que en la segunda vuelta, el segundo semestre, la fuerza política de la militancia de base estará implicada de algún modo en el proceso electoral, en las acciones de la campaña política.
También planteamos que los daños que sufrimos con Bolsonaro aún estarán presentes por algunos años, como el incremento de la violencia social como los crímenes de racismo y feminicidios, contra la población LGBT+, y en las acciones de desmantelamiento de las leyes ambientales y sociales en este periodo. Tardará algunos años para que volvamos a encontrar el camino; pero en este momento el objetivo es derrotar a Bolsonaro en las urnas.
¿Encuentran experiencias afines en América Latina con relación a las luchas que están dando los pueblos de la región?
El MST tiene dos experiencias de solidaridad que son fundamentales para pensar la unidad. Una de las experiencias son nuestras brigadas de solidaridad, con militantes del MST o de la Vía Campesina en este proceso de articulación y que intervienen en otros territorios. Hoy, en América Latina, tenemos una brigada en Haití, que trabaja en el proceso de organización de la producción a partir de las experiencias de nuestras cooperativas y en la agroecología, y tenemos brigadas en Venezuela con la misma perspectiva de organización de la producción. Tenemos una brigada menor en Cuba, con esta perspectiva de articulación, de pensar estratégicamente también la lectura de América Latina desde este territorio.
El otro campo de la solidaridad es la que el MST recibe desde diversos territorios, desde la organización de comités de amigos y amigas del MST, que existen en varios países a partir de la construcción de procesos de formación en las escuelas, sobre todo desde nuestra “Escuela Nacional Florestán Fernandes”, incluso como América Latina, antes de la pandemia, teníamos anualmente dos procesos, el Curso de Formación en Teoría Política Latinoamericana, una versión menor y otra mayor, de 30 a 40 días y 60 a 70 días, respectivamente. Además de estas experiencias, el MST construye múltiples procesos de intercambio, ya sea acogiendo a organizaciones que vienen a vivenciar las experiencias del movimiento en los asentamientos y campamentos, en las cooperativas, en las escuelas, o con militantes del MST que van a vivenciar y conocer experiencias en otros territorios.
Para nosotras y nosotros la lucha en el campo, la lucha por la reforma agraria no es solo una lucha campesina, sino una lucha que interesa a la sociedad. Y la lucha en Brasil no tiene impactos sólo en Brasil, así como otras luchas en América Latina tienen impacto en Brasil, nuestra lucha tiene impacto en otros países. Por eso es importante que seamos conscientes y nos dispongamos a ser solidarios ante cualquier situación.
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Esta entrevista hace parte de la serie “Defensoras. La vida en el centro”, un trabajo conjunto de Marcha Noticias y Acción por la Biodiversidad, editado por Chirimbote, con apoyo de la Fundación Siemenpuu.
*La entrevista fue realizada por Laura Salomé Canteros, Camila Parodi y Maru Waldhüter en el año 2022.
Edición: Laura Salomé Canteros y Nadia Fink.
Ilustración: Ximena Astudillo