Por Lucas Abbruzzese
En la actualidad se habla de números y de jugadores por líneas sin parar, pero se deja de lado dinámico que es el fútbol, lo espontáneo y lo libre que debe ser para crear y sacar el mayor rédito individual. La táctica vs. el futbolista o la cárcel vs. la libertad.
¿Cuántas veces vemos a futbolistas con notables capacidades técnicas despojados de poder expresar todo su arte sobre el terreno de juego como consecuencia de que un entrenador lo obliga a que marque y que, cuando pueda, juegue? Daría la impresión de que se prioriza lo que se escribe en una pizarra antes de que comience el partido a lo que le pueda salir al jugador en el momento, teniendo en cuenta el rival, el contexto, las circunstancias y lo inspirado que se encuentre en ese instante.
Ya lo dijo Pep Guardiola: “El DT, el día del partido, pinta cuadros”. Ninguna injerencia sobre el juego puede tener un entrenador mientras la pelota ruede sobre el verde césped. Es una figura, la del director técnico, que creció con el paso del tiempo, tanto como que en los días que corren hasta se le llega a echar la culpa a ellos de la derrota o victoria de su equipo. ¿Acaso alguien imaginaba este presente en tiempos de La Máquina de River, del Santos de Pelé o, por citar sólo algunos ejemplos, el Real Madrid de Di Stéfano? Quizás sea injerencia de los medios de comunicación, esos que buscan culpables de manera rápida, olvidándose del análisis y de los verdaderos protagonistas.
El momento en el que comenzó a hablarse más de, como ironiza César Menotti, “números telefónicos” (4-4-2, 4-3-3, 4-3-1-2…) en vez de nombres propios, características y aportes futbolísticos, hubo un grave retroceso en el lenguaje del fútbol. Es que se olvidaron de lo más importante: la movilidad, las diagonales, el retroceso, los relevos, el pase entre líneas, el tocar y pasar. Así como si nada, esos números son fríos, con aspecto a solitarios, más a conitos que a personas. Sin embargo, una vez que el juez pitó, no habrá más dibujos tácticos, pero sí desorden, dinámica, toque, freno, aceleración, sorpresa. En fin: habrá fútbol.
Tal vez quienes se la pasen analizando números sean los mismos que anhelen jugadores disciplinados, ordenaditos, que cumplan órdenes defensivas. Las cárceles tácticas proliferan, esas que despojan a los talentosos de poder crear para obligarlos a correr, correr, correr y marcar. Son esas que no necesitaba Garrincha, que detesta Alexis Sánchez y esas mismas que hacen más mediocres a los partidos de fútbol. Mientras venza lo planificado, perderán la espontaneidad y la libertad del futbolista.
“El modelo de juego no es el posicionamiento de los jugadores (1-4-4-2, 1-4-3-3), sino la forma en que se relacionan entre sí”, dijo Rafael Pol, integrante del cuerpo técnico actual del Barcelona. También vale recordar uno de los lemas de un histórico preparador del Barsa, Paco Seiru-lo: “Debemos esforzarnos en construir un proyecto que permita a los jugadores que se enamoren del juego”.
Se necesitan rebeldes en el fútbol. ¿Por qué siempre acatar las órdenes de un DT? Un Ariel Ortega, ese que una vez se negó a salir del campo de juego con Ramón Díaz como entrenador, se terminó quedando y hasta marcando un golazo ante Racing. El Burrito, el mismo que con Marcelo Bielsa tuvo que sufrir algunas veces estar más pendiente en las subidas de Roberto Carlos que en marcar. Bielsa, del que se aprende constantemente y que critica que “el periodismo sólo ha enseñado de geometría, olvidándose de que el público debe ser más culto”.
Porque cuando Dante Panzeri nos decía a los comunicadores deben enseñar a pensar a la gente, a no confundirla y a educarla, además de a los corruptos y gánster, también se refería a aquellos modernos, serios y mercenarios que inundaron al fútbol con palabras difíciles y vacías de contenido. Porque un 4-4-2 jamás será más importante que los jugadores que integran esa forma. Es que esa forma no existe, como no existe ninguna otra. Lo que sirve y realmente tiene vida son los desplazamientos, las libertades y la dinámica de un juego maravilloso que no necesita de cárceles.