Por Ricardo Frascara
Con un juego muy creativo y ágil, el seleccionado de rugby venció a Irlanda 43-20 y se clasificó para la semifinal de la Copa Mundial, que jugará ante Australia, en Londres, el domingo próximo. Juan Imhoff y Nicolás Sánchez fueron figuras destacadas dentro de un equipo que cumplió una tarea excepcional, dirigido por Daniel Hourcade.
El domingo por la mañana, sentado frente a la tv con todo mi ánimo deportivo atento, me preparaba para ver a los Pumas, un espectáculo no habitual. La previa, con montones de grupos de hinchas argentinos acercándose al Millenium, en Cardiff, me fue poniendo en onda. Aparecieron en la cancha ovacionados los hombres de Daniel Hourcade, el técnico que poco a poco fue llevando al seleccionado a un juego que entusiasma. Argentina en cuartos de final del Mundial de rugby no pasa seguido. En cuanto voló la ovalada sentí un cosquilleo agradable; esto funcionaba. A los 3 minutos cayó la primera bomba tras las líneas irlandesas: Matías Moroni, elegido por Hourcade para reemplazar al suspendido Bosch, apoyaba tras gran jugada. Y cuando aún respirábamos ese viento de esperanza Puma, a los 10 minutos, como dice la revista francesa L’Equipe: KO. Los Pumas colocaban el tablero 14-0, con try de Juan Imhoff (27) y conversión de un Nicolás Sánchez impecable a lo largo de todo el partido; ¡que del partido!, de todo el campeonato, del que se encamina a ser goleador máximo*. Esto sucedía, como señaló L’Equipe, “en un Millenium transformado en Bombonera, al son de ¡Argentina, Argentina!”
Mi mujer llegó de la cocina al trote: ¿Qué pasa, qué te pasa?, sorprendida por el insólito ruido de mis aplausos, “¡Es de locos! –le grité– ¡14-0 en 10 minutos!”. “¿Nosotros?”. “Sí, claro, los Pumas. Ahí están, mirá la gente.” Era así no más, Banderas, bufandas, gorros, caras pintadas de celeste y blanco llenaban la pantalla. “No sabés qué jugadas. Estamos en carrera”, atiné a decir, mientras ella me tocaba la frente para comprobar si tenía fiebre.
Qué sé yo. Puro sentimiento. Entonces comencé a mirar los gestos de Hourcade. Hacía un gran esfuerzo por mantener la compostura, para no ofender al rival. Yo a la distancia lo felicitaba. Es su obra de tiempo, primero al frente de los Pampas XV y después de los Pumas. Cuando los espectadores “no veíamos” a los Pumas resurgir, él ya estaba proyectando esto: un equipo de gran nivel. El comienzo “fue un cuarto de hora de juego excepcional”, dijo Romain Bergogne, de la revista francesa. Y después del partido Hourcade confirmó: “Fue obra de los jugadores. Esto que vimos no es fruto del azar. Es trabajo y trabajo”. Llegaron a 43-20, pudo ser más, pudo ser menos, pero no iba a variar la sinfonía: los Pumas encontraron su melodía.
En el medio internacional hace tiempo que la Argentina es considerada como un rival fuerte, aguerrido, con notable trabajo defensivo, capaz de inquietar al rival más pintado. Pero para mí, que no soy un entendido en rugby, este equipo de hoy ha evolucionado hacia un juego más vistoso, más ágil, y el domingo especialmente mostró un gran juego de manos, con poquísimos errores. Yo lo vi, a lo largo de estos últimos años, variar de un team fuerte y plantado a un equipo liviano, con velocidad física y mental bien desarrollada, algo ya insinuado en aquel Pampas XV, de gran actuación en Sudáfrica en 2010. Y algunos de los jugadores más afinados de aquél equipo se convirtieron en Pumas, entre ellos la revelación, Santiago Cordero (21). A la vez que Agustín Creevy (30) y compañía se hicieron sólidos, otorgaron al seleccionado un juego más suelto, casi desenfadado. Eso exhibieron ante Irlanda.
El cambio de aquella imagen pura garra a este presente más polifacético fue lo que desconcertó al que en los papeles era un temible team irlandés. El try decisivo de una de las brillantes figuras argentinas, Juan Imhoff, un pura sangre rugby, hizo explotar al estadio de Cardiff. En su carrera buscando apoyar en el medio de los palos, Juan ya fue saludando a la tribuna, a la tv y al mundo. Era un verdadero puma suelto, y su planeo hacia el try, fue un salto a la alegría triunfal.
* El apertura Nicolás Sánchez anotó ante Nueva Zelanda 11 tantos; contra Georgia, 15; frente a Tonga, 22 (incluyendo un try) y el domingo le marcó 23 tantos a Irlanda, todos productos de un pateador sereno y efectivo como pocos.