Por Eliana Toledo
Empleados de una empresa de seguridad volvieron a recurrir a las agresiones físicas y abuso de poder la madrugada del 21 de mayo en Uniclub. Esta vez las violentadas fueron tres educadoras populares.
El 20 de abril por la noche Malena Maya, Micaela Jaen y Paula Massa se dirigieron a una fiesta en Uniclub, boliche reconocido como uno de los principales espacios de entretenimiento nocturno, urbano y artístico ubicado en Guardia Vieja 3360, en la ciudad de Buenos Aires.
La banda de cumbia de fondo y un ambiente intelectual alrededor generó que durante el show se comenzaran a cantar una serie de canciones de género, teniendo como protagonistas a Malena, Micaela y Paula. La fiesta siguió y los aires comenzaron a generar una tensión que rebotaba de frente sobre los empleados de seguridad, que sin tener motivos objetivos se dirigieron hacia las propulsoras de los “cantitos feministas”, como definieron ellas, y les emitieron la orden de retirar sus cosas que estaban apoyadas en el piso, sobre la pared del escenario, sin interrumpir de ninguna manera el paso.
“Preguntamos por qué y, acto seguido, se retiran. Al instante vuelve con una mujer “patovica”, que nos repite la consigna y, al encontrarse con la misma pregunta de parte nuestra, nos obliga a retirarnos de forma violenta”, cuenta Paula Massa que terminó con golpes y moretones en los brazos luego de que interviniera al ver que su compañera, Micaela Jaen, estaba en el piso a causa de los forcejeos con los empleados de seguridad.
C.A.P.S.A es una agencia que presta servicios de personal de seguridad a diferentes boliches de Buenos Aires, que se destaca por sus irregularidades burocráticas, sus contratos fantasmas, precarización laboral hacia sus empleados y externamente, sus modos a la hora de emitir tratos al público.
“Nos preocupa saber que la reacción violenta e injustificada de las y los empleados de seguridad de C.A.P.S.A responde a la misma lógica que hace más de diez años generó el asesinato de Martín Castelucci en La Casona, Lanús”, cuenta Paula, quien también indica que una vez fuera del lugar, insistieron durante una hora y media para que le brinden los datos críticos de estos individuos y así accionar la denuncia correspondiente. Los datos no vinieron solos, sino que además llegó con la amenaza explícita por parte de uno de los patovicas que al verse acorralado por mujeres que no iban a dejar que este hecho pasara desapercibido les dijo: “No sabes con quién te metiste”.
Oscar Merlo (integrante de la Asociación Civil Martín Castelucci) dice que “todos los fines de semana hay hechos gravísimos como estos”, y es que C.A.P.S.A, al igual que otras agencias del mismo rubro como pueden ser KRATOS CAP, CAPCONTROL, son contratados por los dueños de espacios nocturnos para evitar los conflictos que se puedan desatar en el interior de estos sitios. Lo que resulta paradójico de esta situación es el resultado de esta intervención, que por algún motivo que no fue estudiado aún, la historia ha traído una serie de casos donde de manera excluyente y condicional, la violencia en sus peores formas se han abatido a través de ellos: golpes, desvanecimientos y agresiones de cualquier tipo que en muchos casos llevaron a la muerte, como es el caso de Martín
Esa pregunta incómoda de ¿Por qué?, interrogante no solamente de estas activistas sino también Mateo D., que el mismo sábado pero en un boliche de la zona de Fluvial fue golpeado salvajemente en el VIP sin tampoco tener motivos concretos, se responde sola: Porque pueden, o porque alguien lo permite.
“Nosotras, como educadoras de niñas, niños y adolescentes que viven situaciones de injusticia permanente, tenemos la responsabilidad de transmitir, no sólo con las palabras sino con el ejemplo, la necesidad de luchar contra la violencia.”, fue lo que escribieron las educadoras en la página de la organización luego de efectuar la denuncia en la Comisaría N°9 contra los patovicas, la empresa responsable y la dueña del boliche.
Los patovicas avasallan los derechos de los jóvenes que pareciera, los pierden una vez que cruzan la puerta de entrada. Hijos de la Justicia Argentina que no buscan la verdad, sino culpables, se los puede reconocer en su pequeño eslabón dentro de la vida nocturna.