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    Sin categoría

    Los movimientos sociales y el tema del poder

    5 diciembre, 20119 Mins Read
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    Por Mariano Pacheco. El ex viceministro venezolano Roland Denis conversó con Marcha en el clásico bar porteño La Giralda, a cuadras del obelisco. Contó sobre su estadía en el país y su impresión sobre la política en argentina, los movimientos populares y el kircherismo.

    Roland, que fue viceministro de Planificación y Desarrollo del gobierno de Chávez entre el 2000 y el 2003, sostiene que hoy en día, sin ocupar un puesto en el aparato del Estado, se siente más bolivariano, más integrado al proceso que algunos que son funcionarios. Cuenta que una vez, cuando dejó de ser ministro, ante la pregunta de un colega, acerca de si seguía siendo parte del proceso, él le respondió: “Yo te hago la misma pregunta. Porque pareciera que algunos que están en el gobierno ya no están con el proceso”. Lo mismo pasó –continúa– cuando unos obreros, una vez, tomaron su lugar de trabajo. Ellos dijeron: “Nosotros apoyamos al gobierno. Pero pareciera que el gobierno ya no nos apoya a nosotros”. Es que tanto el proceso –concluye– como las fuerzas que lo integran, son muy complejas.

    Ahora, Roland Denis se explaya ampliamente acerca de cómo vio la política Argentina, qué impresión se lleva luego de pasar estos días en el país y recorrer varios lugares donde organizaciones populares llevan adelante sus tareas diariamente:

    “Hay en Argentina una recuperación muy fuerte del formato institucional, el poder constituido, con todo lo que implica para la tradición del país. Recuperación que corre a través de una fracción burguesa muy lúcida, muy inteligente, que sabe que, a estas alturas, ya no puede rechazar el proceso histórico tan importante que se vivió aquí, como fue la lucha armada de los 70, hasta este ciclo actual. Una fracción que supo entender que el hecho histórico no es descartable, que ha ocurrido, y hay que reconocerlo. De allí que descarten esa interpretación histórica que se dio, de una manera u otra, a través de Alfonsín y el peronismo de Menem, que implicó una suerte de paté de asesinos y se compromete o utiliza toda esa historia para refundar un orden burgués posible, de recuperación y refundación del orden republicano, democrático-burgués.

    Pero también me he encontrado con algo muy interesante: la continuidad de lo que yo llamaría el acontecimiento –para decirlo con las palabras de Raúl Cerdeiras– del 2001, como parte de todo un movimiento de revuelta. Desde Venezuela teníamos la impresión de que aquello había sido, pero ya no era. Que aquello había sido recuperado, casi en su totalidad, por todo este movimiento reformista del kirchnerismo o, sencillamente, que había quedado completamente marginado y reducido a pequeños colectivos excéntricos. Pero no: todavía sigue siendo un hecho orgánico a lo que es todo el movimiento popular argentino. Y que cuenta además con toda una experiencia de construcción de poder popular, de experiencias en comunicación, en educación, en todo lo que puede ser la fase constitutiva de lo que en Venezuela llamamos la República Autogobernante, realmente muy hermosa. Esto, por supuesto, desde un cuadro completamente minoritario, analizado en términos cuantitativos, pero muy intenso, con lo cual todavía tiene una proyección hegemónica muy fuerte. Y termina, de alguna manera, con las trabas históricas de la izquierda. Ya sea de los distintos partidos, del marxismo-leninismo, como también de la izquierda nacionalista. Entonces veo, en estos movimientos de ahora, un salto cualitativo que arrastra al conjunto. Me doy cuenta de que, en sus prácticas concretas, estos movimientos generan valores muy parecidos a lo que han sido estas verdades nacidas de todo ese movimiento del 2001, por ponerle un nombre.

    Y acá tenemos un parecido con Venezuela, en el sentido que pasa lo mismo que pasó allá en el 89, y en un ciclo histórico también muy parecido, donde pasaron 10 años (claro que allá se sumaron rebeliones militares que acá no hubo), de aquél caracazo, y llegó el punto en que todo ese movimiento de revuelta popular, de resistencias, tuvo que plantearse el problema del poder. Porque no queda otra salida más que plantearse el tema del poder verdaderamente. Claro, allá se contó con una burguesía medio imbécil, que insistió casi de manera idiota, imponer un modelo neoliberal a como dé lugar (estamos hablando de la presidencia de Rafael Caldera, anterior al triunfo de Chávez), y por supuesto, fracasó por completo. Y en ese sentido, el deterioro generalizado en Venezuela fue gigantesco. Lo que explica también, de alguna manera, que la candidatura de Chávez como expresión de todo ese movimiento, haya resultado triunfante. Pero claro, si Chávez es la salvación de un sistema, lo es de una manera muy diferente a esta expresión burguesa que es el kirchnerismo. Porque Chávez no expresa a ninguna fracción burguesa, más allá de esos burgueses que él mismo ha creado, a través de toda la corrupción a partir de la cual todos esos jefecillos militares y civiles, se han ido enriqueciendo, se han vuelto multimillonarios en estos años de chavismo, pero ellos no componen una fracción de clase en sí misma. Y en este sentido, Chávez expresa otra cosa.

    Pero para concluir con la situación de Argentina, diría que aquí hay un potencial muy fuerte. Sin embargo, hay dos cosas sobre las que he estado insistiendo en las distintas tertulias y conversaciones que he tenido en estos días con los distintos movimientos, y es que, primero, tenemos que ser capaces de superar todas estas alegorías de la identidad como movimientos sociales, porque son una inmensa trapa, incluso del lenguaje. Porque el movimiento social no se plantea el problema del poder. Cuestión que ha llevado a situaciones casi trágicas a algunos movimientos gigantescos y que son paradigmáticos en el continente, como es el caso del Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, que al no plantearse el problema del poder, quedaron atrapados luego de la asunción de Lula al gobierno. Y eso, obviamente, los ha deteriorado en su fuerza, en su capacidad. Eso en primer lugar. Y en segundo lugar, que el problema del poder tiene que plantearse. Hay que decirlo: somos movimientos revolucionarios. De base o como quieran llamarse, pero movimientos de ruptura, de quiebre del poder constituido. Porque si hay algo que puedan enseñar todas estas experiencias democrático-revolucionarias que se han dado en los últimos años en Nuestra América (particularmente en Venezuela, en Bolivia y en Ecuador), es que el problema del Estado, en sí mismo, no resuelve el tema del poder. De alguna manera lo encamina, pero no lo resuelve, de ninguna manera. Al contrario, puede convertirlo en un bloqueo, como en el caso venezolano y el papel de la burocracia que se ha formado a través del chavismo, que generan un bloqueo a la construcción de un poder revolucionario. Ahora, ¿cuál es la respuesta? Evidentemente, cada proceso nacional, que tiene su dinámica propia y es imposible homogeneizarlos, cada proceso nacional dará sus respuestas específicas. Y un tercer elemento, podría agregar, es que necesitamos para esto un lugar común: de diálogo, de solidaridad, de acumulación de fuerzas, desde estos movimientos de base, para –precisamente– hablar de estos temas a nivel continental. Ese es un mandato que tenemos que tener: construir, poco a poco, y no caer en ese tipo de ilusiones del tipo “movimientos sociales del ALBA”, porque ahí no se convoca a movimientos que se planteen realmente el tema del poder, sino que se los convoca sobre el supuesto de que el poder ya se ha tomado, en tres países: Venezuela, Bolivia y Argentina, aunque en Argentina habría que agregar algunos elementos… [risas] Pero con esos supuestos no se puede discutir nada”.

    Un llamado telefónico interrumpe la charla. Luego, Ronald hace referencia a cómo lee él, actualmente, el panorama de América Latina.

    “Yo tengo una manía optimista que no me la puedo sacar. En eso, he logrado sobrevivir a momentos muy oscuros. No sé si me equivoco, pero veo que estamos en un momento de encrucijada, porque hay tensiones continentales, atravesadas por un contexto global que nos favorece, porque la revuelta ya no solamente es nuestramericana, sino que también es gringa, porque los muchachos norteamericanos están dando unas lecciones sabrosísimas. Y todo eso favorece a una profundización del proceso en Nuestra América. Ahora, ¿cómo lo vamos a hacer? Y, ahí tenemos un punto de debilidad, porque los lugares que han ido más lejos, han sido también los lugares en donde los movimientos populares, tienden a burocratizarse y a perder esa autonomía y esa potencia de lucha con la que comenzó todo este lío hace ya más de diez años. Entonces, tenemos un escollo que superar. Tenemos que crear un punto de enlace que nos ayude a recuperar toda esa potencia subversiva. Y la crisis del capitalismo, si se mantiene, nos va a llegar. Y eso es un tema, también, para todos estos gobiernos reformistas, porque van a tener muchos problemas de sobrevivencia. Y eso tenemos que tenerlo en cuenta. Sumado a que ya está ocurriendo una contraofensiva imperialista, que comenzó con el Golpe de Estado en Honduras y que se sostiene en ciertas canalizaciones que se están dando en lugares como en Perú. Entonces, pareciera como que se agotaron ya las chances de estos gobiernos democráticos-revolucionarios, como el de Venezuela. Y se viene una etapa mucho más profunda, quizás más dura en muchos aspectos, por los acumulados históricos que se han conseguido. Así que, vaya a dónde vaya el proceso, desde el punto de vista de la organización, de la militancia, de los espacios conquistados, de la propia crisis del orden democrático-burgués en América, se ha acumulado mucho. Y bueno, estamos aún a las puertas de esa nueva etapa. Y de ahí el debate. Pero ni desde un café en Buenos Aires, ni desde una asamblea de movimientos siquiera, vamos a estar resolviendo el problema. Eso se va a resolver con la acción de los pueblos. Pero por lo menos, nosotros, tenemos que apostar a prefigurar la situación. No es solamente una expansión y ponernos entonces a ver cuál es el Chávez de la Argentina o el Evo del Perú. No, buscamos algo más que eso. Y es, hoy por hoy, el reto fundamental que tenemos por delante.

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