Por Mauro Iasi* / Foto: Midia Ninja
¿Y ahora? ¡Llegó la hora de patear el tablero!
La confirmación de la condena de Lula siguió el guión esperado. A pesar de la inconsistencia de pruebas, hechos y fundamentos jurídicos, era necesario retirar al ex-presidente de la disputa electoral de 2018 y continuar con un gobierno cuya unica lealdad sea con las contrarreformas y los intereses del gran capital. El fin de la democracia de cooptación, operada por los gobiernos petistas abrió espacio para la barbarie explícita y las canalladas que presenciamos, políticas, jurídicas, cultural y comunicacional.
Los pesados ataques contra los trabajadores, en especial la reforma laboral y la amenaza de la reforma previsional, no tuvieron la respuesta necesaria porque el petismo y sus aliados todavia esperaban la “marcha de los acontecimientos” que desembocaria en las elecciones de 2018, aunque programáticamente eso no garantizaría la reversión de las medidas aprobadas hasta aquí. Con la condena de Lula la coyuntura cambia radicalmente en dos sentidos.
Primero que la apuesta en las elecciones se transforma en un desafio abierto a la legalidad institucional establecida, ya que mantener la candidatura del ex-presidente se convierte en desobediencia civil. Segundo que las frágiles apariencias de normalidad institucional pueden desvanecerse rápidamente y abrir espacio para medidas políticas mas duras de parte de la classe dominante y de la continuidad usurpadora en el comando del estado.
En este escenario, la combinación de espacios institucionales establecidos, y acciones por afuera y mas allá de la legalidad gana relieve para los dos lados involucrados en la disputa. De parte de las clases dominantes, eso no es una novedad, porque a diferencia de cierto sector de la izquierda, la clase dominante nunca creyó en la institucionalidad democrática y siempre la usó pragmáticamente segun sus intereses. El estado trata a todos de forma igual frente a la ley, aunque no hay nada que una valija llena de dinero y un lobby eficiente no puedan eludir. La burguesia puede operar en el terreno de la democracia porque tiene los instrumentos de coerción del Estado y del domínio económico a su disposición. Así, puede alternar formas democráticas y autritárias con mayor eficacia, lo que no sucede con los trabajadores.
Cuando una fuerza política elije operar en los límites de la institucionalidad, queda muy difícil romper y operar con formas abiertamente insurgentes. La única fuerza política que puede crear las condiciones para estos fines es la disposición de las masas para romper la legalidad en el sentido de la rebelión. Como todo buen lector de Lenin sabe, esta es una condición objetiva – o sea, no está al alcance de esta o aquella fuerza política poner las masas en movimiento, de cierta forma ellas reaccionan a una determinada situación política.
Lo que la burguesia tal vez haya hecho, inadvertidamente o no, es ofrecer el pretexto para que las masas entren a la escena en una dimensión que puede ir mas allá de la institucionalidad dada. Mientras tanto, en este punto interviene la intencionalidad política de los sujetos. Marx dijo una vez que no se debe jugar con la insurrección si no se desea llevarla hasta las últimas consecuencias. Por lo que parece, el lulopetismo espera que las masas garanticen que Lula no sea preso y dispute las elecciones, pero que después salgan de la escena para que todo vuelva a los rieles de la normalidad para que se pueda remendar el pactos soscial desgarrado por el golpe. De cierta forma la rebelión de las masas se convierte en un instrumento de chantaje o amenaza para que los sectores burgueses entren en razón y acepten renegociar los términos del pacto.
Este es un juego peligroso. Primero porque no se debe fanfarronear cuando se trata de una política revolucionaria tomada a serio. Parece que no se convoca a las masas para que la clase trabajadora establezca las condiciones de su propio poder, sino para que garantice la correlación de fuerzas necesaria para recomponer las condiciones que caracterizaron la conciliación de clases que pravaleció hasta 2016. El gran problema de esta alternativa es que el petismo se asusa mas con la rebelión de las masas que la burguesia: No hay lugar para la insurrección en la estrategia democrática popular y el PT no sabe que hacer cuando ella se presenta, como fue evidente en 2013. Por otro lado, la burguesía tiene medios jurídicos, políticos y represivos para enfrentar un descontrol social – algunos de esos instrumentos, por cierto, gentilmente ofrecidos por los gobiernos petistas como el mantenimiento de la Ley de Seguridad Nacional, la Ordenanza Normativa que establece las Operaciones de garantia de la Ley y del Orden de diciembre de 2013 y la Ley antiterrorismo, sólo para citar algunos dispositivos–, mas allá, claro, de un sistema judiciario que se de um sistema judiciário que se emancipó de la molesta tutela del Derecho y de la Justicia.
Por lo tanto, se trata de definir hasta donde las fuerzas políticas están dispuestas a tencionar la legalidad. Estoy convencido de que la burguesia mantiene sus apuestas, incluso si fuera necesario romper (como lo hizo en el gobierno del usurpador) cualquier base legal, política e institucional. ¿El PT está dispuesto a hacer lo mismo?
¿Cuáles son los próximos pasos indicados por el sector dominante? Trata de transitar las elecciones sin Lula, frente al riesgo de la extrema derecha y de la ausencia de una candidatura que pueda retomar la estabilidad que la burguesia necesita, o, cancelar las elecciones y constituir alguna espécie de transición, una junta provisória que prepare las condiciones políticas de una alternativa más estable en términos del orden, como el semi-presidencialismo, o el parlamentarismo, o cualquier otra forma.
Lo voy a repetir: La burguesia puede cancelar las elecciones de 2018. Y pregunto: ¿Las fuerzas populares están dispuestas a poner el enfrentamiento ante las contrarreformas y el arbitrio burgués por encima de las elecciones, inclusive actuando en función de invisibilizarlas?
El punto oscuro es el próximo paso del petismo. ¿Será que el está realmente dispuesto a resistir y enfrentar la decisión judiciaria con todos los medios necesarios, o es una fanfarronada mas? La moderada y elegante presidente nacional del PT afirmó recientmente que la única manera de reaccionar a la consolidación de un escenário político en el cual Lula fuera preso e imposibilitado de disputar las elecciones, es la huelga general. ¡Fíjense! La izquierda ya sabia que la única manera de evitar la consolidación del golpe contra los trabajadores, la reforma laboral, y la previsional es la huelga general, pero el PT no lo veia así, porque creia que existía otra posibilidad: la candidatura de Lula. Ahora que esa alternativa slaió de escena… entonces ¡Vamos a la huelga!
Marx y Engels, en un famoso texto de 1850, decian que los trabajadores no pueden evitar que la pequeña burguesía actúe como el sector social vacilante que está condenado a ser, sin embargo los trabajadores deben, en sus palabras, “contrarrestar los intentos contemporizadores de la burguesía y obligar a los demócratas a llevar a la práctica sus actuales frases terroristas” (“Mensaje del Comité Central a la Liga de los Comunistas”, Marx y Engels, 1850 ). ¿Quieren una huelga general? Bueno, entonces vamos a hacerla hasta que las medidas contra los trabajadores sean derogadas y hasta que el gobierno Temer caiga. Ahí discutiremos qué hacer. Ciertamente algunos van a proponer que todo vuelva a la “normalidad”, y que se vuelvan a convocar elecciones “limpias” (como las de 2014, en las que el financiamiento privado aportó R$ 5 mil millones en diferentes candidaturas, menos en las del PCB, del PSTU y del PCO). Nosotros mantendremos nuestra propuesta de establecer un Poder Popular Revolucionario fundado en una nueva forma de gobernabilidad en la clase trabajadora de la ciudad y del campo, en la juventud y en las masas urbanas.
No importa ahora que unos se movilicen alrededor de un líder cuyos intereses de fondo, a nuestro parecer, son contrarios a los de la clase trabajadora porque quiere recomponer el pacto deshecho. En este momento se produce una aproximación interesante en la cual el interés del lulopetismo en enfrentar la decisión que saca a Lula de las elecciones coincide con el interés de la izquierda en enfrentar las contrarreformas reaccionarias con una Huelga General. ¡Si los intereses fueran los mismos (derrotar el gobierno Temer y sus contrarreformas), perfecto! En caso contrario, los caminos se bifurcarán y nosotros, como hemos hecho, tomaremos el camino de la izquierda.
*Mauro Iasi es profesor Adjunto de la Escuela de Servicio Social de la UFRJ, Investigador del NEPEM (Núcleo de Estudos e Pesquisas Marxistas), del Núcleo de Educación Popular 13 de Mayo y miembro del Comite Central del PCB.