A casi 15 años de Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, recuperamos discursos históricos. En la primera entrega, la voz de Lohana Berkins en un seminario realizado en el Congreso en 2010.
Por Redacción Marcha | Foto: Archivo
El 30 de septiembre de 2010 se realizó, en el salón Belgrano del Senado de la Nación, el Seminario Internacional “Derecho al aborto, una deuda de la democracia”. En esa ocasión, Lohana Berkins (1965- 2016) disertó como presidenta de la Asociación de Lucha por la Identidad Travesti y Transexual (ALITT), integrante de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito y como referente de la comunidad travesti. Un discurso necesario para una lucha histórica.
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Agradezco la invitación al panel. Como siempre digo, ser travesti tiene sus ventajas y un plus: una no es académica, no tiene una disciplina y se puede tomar ciertas licencias para ser políticamente incorrecta. Voy a reflexionar acerca de tres instituciones ideologizadas como son el campo jurídico, la medicina y las iglesias. Seguramente estas iglesias que condenan cualquier tipo de sexualidad que confronte con la heteronormatividad están bendiciendo el golpe de estado en Ecuador que tiene lugar en este momento, ¿no?
Para eso, los curas no le ponen pereza y salen a la palestra inmediatamente. Ahora bien, para condenar situaciones de desigualdad ya se toman su tiempo. Quinientos años después piden perdón, tibiamente. Entonces, la idea es tratar de relacionar el tema de la corporalidad, del cuerpo como sitio de las relaciones opresivas, con el tema del aborto inducido y los modos en que estas instituciones que mencioné intervienen reproduciendo la subordinación de algunas sujetas. Quiero establecer una comparación entre experiencias femeninas: acerca del modo en que las travestis y las mujeres somos clandestinizadas cuando tomamos decisiones sobre nuestros cuerpos.
No es una cuestión de equiparar condiciones ignorando los matices, ni de medir víctimas, pero no es posible abordar el tema del control sobre los cuerpos y las diversas expresiones de la sexualidad sin sostener una crítica al heterosexismo. Además, en el caso de nosotras, las travestis, consideramos otro eje relacionado con la matriz heterocéntrica y patriarcal: la situación como víctimas de la prostitución. Estas instituciones que yo mencioné reproducen normas y prácticas que disciplinan nuestros cuerpos, se apropian de nuestras coporalidades y sus posibilidades, dictaminan sobre ellos y los explotan, extrayendo recursos en mercados legales y clandestinos.
La medicina, las iglesias y el derecho definen nuestros cuerpos heterónormadamente, generan mecanismos de control sobre las corporalidades y las sexualidades, muchas veces en forma de prohibiciones: no abortarás, no gozarás, no cuestionarás la identidad que te asignaron, no resistirás a los mandatos propios de tu sexo, no desearás, entre otros. Cuando la jerarquía eclesiástica sostiene que la sexualidad debe estar sólo puesta en función de la reproducción niega el deseo y distorsiona la realidad. Debemos analizar el impacto que generan estas cuestiones sobre quienes somos marginalizadas o quienes somos dejadas por fuera de estos sistemas ¿Cuál es el impacto? Yo escuché en muchos panelistas, por supuesto, desde sus disciplinas, que daban cuenta de los avances en el campo de la medicina, del derecho, pero la mera verdad, que todavía falta mucho, porque habemos quienes estamos por fuera de los sistemas democráticos.
Entonces, cuando se nos marginaliza, ¿que es lo que pasa? Para las travestis, cuando nosotras decidimos vivir según nuestros propios parámetros, deseos o como lo denominen distintas corrientes teóricas, no se produce un escándalo con nuestra exclusión de los bienes materiales y simbólicos que circulan en nuestra sociedad. Esta sociedad puede convivir con miles de muertas civiles. No veo que las iglesias o las y los diputados se mueran por reconocer nuestro derecho a una vida digna y feliz. Nadie se interroga “¿qué pasó?”; o “¿qué pasa con ese grupo de ciudadanas y ciudadanos que a los trece o catorce años desaparecen del sistema porque deciden vivir una identidad de género distinta de la asignada al nacer?”. Las posturas esencialistas suponen ser varón y ser mujer como destinos ineludibles, inmutables y excluyentes. Nunca se nos dice cuál es la letra chica de ese contrato social, es decir, cuál es el precio que debemos pagar para enrolarnos en esa binaridad: varón o mujer.
La letra chica del sistema dicotómico y jerárquico de géneros empuja a las mujeres al sistema del aborto clandestino y a las travestis a la prostitución, que también es sostenida y alimentada por marcos de ilegalidad, marcos de clandestinidad. En el tema de la prostitución a mí me llama la atención que cuando se hacen encuestas, el 90% de la población de cualquier país la acepta. Esa mayoría lo único que pide es que no se la vea, cuando más lejos suceda, mucho mejor. ¿Cuál es el problema, entonces? ¿La existencia o la visibilidad en sí misma de esa realidad? Creo que en esta cuestión hay similitudes con el aborto inducido. Quiero señalar cuál es el impacto que producen esas situaciones de clandestinidad en travestis y en mujeres: primero, somos tuteladas, somos vistas como sujetas inferiorizadas, incapacitadas, no podemos decidir sobre nuestras propias vidas. Otros y otras deciden sobre nosotras, deciden sobre nuestros cuerpos. Nos dicen qué tener, qué no tener y cómo ser.
Obviamente nosotras, como buenas feministas, desobedecemos todo. Nosotras decidimos como queremos ser y enfrentamos el constante hostigamiento de estos saberes poderosos, resistiendo con construcciones, deseos y placeres alternativos. La medicina determina la corporalidad, pero ¿cuál corporalidad? Toda esta perimetralidad que ven o que cada uno, yo veo de cada uno de Uds. ¿Quién determina la corporalidad? ¿La medicina, la farmacología, la psicología, la filosofía? ¿Quién determina qué es un cuerpo, cómo debe ser? Se pone mucho empeño en que quede bien encorsetada la estética de esa corporalidad y ahí es donde hay una trampa porque muchas veces se cercena la funcionalidad del cuerpo. Como nosotras, para la sociedad no somos reproductoras, somos cuerpos inservibles. Cuerpos que no vamos a reproducir y para reconocer nuestras relaciones afectivas y nuestras identidades de género muchas veces nos exigen demostrar que no vamos a procrear. Esto es una injusticia y niega una realidad, que excede la imaginación represora.
Ya hubo un hombre que tuvo, parió, un bebe y se armó todo un debate sobre cómo podría ser definido, si a partir de su identidad de varón o por su genitalidad o por su capacidad reproductiva. Las compañeras lesbianas, a través de la fertilización asistida también están formando familias. Están deconstruyendo esta disociación perversa entre diversidad sexual y no procreación, esta idea de que nuestra orientación sexual o nuestra identidad de género no son compatibles con la maternidad o paternidad. ¿Por qué debo pagar en este cuerpo y en esta sociedad para ser legitimada, mutilando mi propio cuerpo con cirugías que me dejarían estéril?
Para terminar, quiero plantear la necesidad de ampliar en esta Campaña, de profundizar el proceso que ya venimos haciendo, de exceder la cuestión del lenguaje, de correr la Campaña de un anclaje netamente heterosexual y empezar a mostrar la diversidad de quienes integramos toda la Campaña y de mostrar toda la transversalidad del control que hacen los estados, las iglesias, todas estas disciplinas sobre nuestros cuerpos. Me interesa mostrar lo que las travestis, transexuales y transgéneros podemos aportar a la Campaña. Siempre somos las chicas que vamos aportar el cotillón, el show, la diversión ¿no? También producimos saberes, podemos elaborar teoría y, en este sentido, no estamos proponiendo cambiar el eje, insisto, de la cuestión central, vertebral que son las mujeres, sino enriquecer esta Campaña y esta propuesta trabajando temas que hacen a la misma cuestión, como es la de arrancar a los estados, a las corporaciones y a las iglesias la propiedad de nuestros cuerpos. Es un buen momento para ampliar estos debates, para seguir generando derechos, para tomar este desafío, para mostrar toda esta intersecionalidad que atraviesa esta Campaña que exige la legalización del aborto. Una vez leí una frase que dice que las mujeres tienen la capacidad de parir y a mi se me ocurrió decir que las travestis no tenemos la capacidad de parir, pero sí tenemos la capacidad de engendrar otra historia.
Muchas gracias.