Por Miguel Mazzeo. A propósito de Siempre Regreso al pie del árbol, de Marco Teruggi (El Colectivo, 2012).
En la poesía de Marco Teruggi es imposible delimitar la lírica pura de la épica militante; ambas se nos presentan amalgamadas en cada poema, en cada verso, inclusive en cada palabra. Gobierna la metáfora connotada. Del mismo modo, la poesía de Marco nos impone una frontera indefinida entre la imaginación poético-política y la memoria individual y colectiva, entre la “visión” y la “misión”. Marco trabaja para reconstruir un lenguaje de confluencias.
Marco alcanza las cimas del lirismo con elementos austeros y prácticos, críticos y corrosivos; construye la épica militante con las fiestas que hermanan, con fulguraciones de mañanitas ceñudas y rebeldes agazapadas en barriadas, con el amor y otras formas de la constancia. Y también con cielos desfondados, con tardanzas desoladoras, con soledades que se acurrucan para enfrentar el desasosiego y la desesperación.
Los poemas de Marco desnudan violentamente lo inauténtico, eluden el lugar común: los racimos de guirnaldas, los fuegos artificiales, la sordidez de las deformaciones propagandísticas o populistas de la literatura y el textualismo desmaterializado de los poetas posmodernos y los escritores colonizados. Son poemas claros y vitales, constituidos en relación directa con lo otro: sujetos, lenguajes y mundos periféricos. Son poemas refundadores de una pertenencia, de una identidad cultural autónoma. Son poemas tan honestos que dejan al descubierto la vivencia de una autoconciencia.
Lúcido como el mismo diablo, Marco, en esta obra inicial pero rotunda e íntegramente destellante ya se muestra experto en entrever las grietas en las que se pueden insertar las palabras disonantes, las acciones distintas y las iniciativas subjetivas; idóneo para convertir los hechos embrionarios en categorías; agudo para traspasar la epidermis del progresismo y para no ser engullido por relatos que, en última instancia, son ajenos.
No es difícil deducir que, a lo largo de su vida, Marco fue testigo de innumerables momentos combinatorios de alma, ojos y manos, de encrucijadas articuladoras de voluntad, valor y desprendimiento. Esto es, Marco habitó y habita la geografía de los herejes. Seguramente este emplazamiento, y la perspectiva que conlleva, le ha servido para eludir la tríada dolor-fuga-decadencia y para labrar pacientemente la parcela del dolor-lucha-creación.
A pesar del pasmo trágico, del dolor sedimentado, de los ríos horrorosos contaminados por la violencia de los dominadores, la presencia de la celebración es abrumadora, algo que era usual en el discurso poético primitivo y que Marco recupera. La poesía de Marco se nutre de la mística que produce la comunicación y la acción de compartir. Es una poesía que reivindica el derecho al entusiasmo y a la vida entera.
Con Siempre regreso al pie del árbol Marco socializa algunas revelaciones, logra trasmitirnos las sensaciones de sus contactos íntimos con experiencias sociales y políticas radicalmente humanas, nos comunica sus propios procesos de entendimiento con la generosidad de la que sólo son capaces algunos poetas. Tan, pero tan generoso es Marco que él mismo se ofrece como hipótesis. En efecto, ni los poetas están librados del ejercicio gnoseológico y auto-educativo de la escritura. Un ejercicio que, en ocasiones, también puede ser terapéutico. Se trata de escribir para entender y para entenderse, y en el caso de Marco también para transformar radicalmente este mundo impracticable. Marco, además, nos muestra un posible sendero de coherencia sustantiva -ni folklórica ni meramente evocativa- a la hora de administrar la formidable herencia de impugnación y rebeldía de los de abajo. He aquí un buen ejemplo de dedicación cariñosa y consecuente con esa herencia.
Sería una gran mentira decir que la poesía de Marco servirá para cauterizar heridas, incluso puede que las ensanche o -absolutamente desinteresado en aplacar ardores- les arroje un poco de sal. Pero indudablemente es una poesía que se muestra como herramienta apta para combates fundamentales, esos combates que aceleran, un poco, el porvenir. Principalmente porque se trata de una poesía que acerca el sueño a la vida y la vida al sueño y que celebra la vidasueño. Una vidasueño que no puede ser otra cosa que militancia en el sentido más amplio, es decir, lucha y acción emancipadora en todos los planos. Y a fondo.
En Los vasos comunicantes, André Bretón decía que “el poeta del porvenir superará la idea deprimente del divorcio inseparable entre la acción y el sueño”. Yo no tengo dudas, Marco es una voz de la memoria anticipada, un poeta del porvenir.
Siempre Regreso al pie del árbol, será presentado el martes 2 de octubre en el Centro Cultural Olga Vázquez de La Plata a las 19hs con la presencia del autor y Vicente Zito Lema