Por Martín Estévez. La reconocida cantante de tango se adentró en el universo creador de Atahualpa Yupanqui en un disco homenaje en el que versiona una docena de sus temas. Este sábado vuelve a presentarlo en el país, en la ciudad de Avellaneda.
Sorprendió Lidia Borda en los primeros meses de este año con la aparición de su último disco, Atahualpa, en el que realiza doce destacadas versiones del repertorio del legendario cantautor popular argentino Atahualpa Yupanqui, más una hermosa yapa de su hermano, Luis Borda, quien compuso el tema “Atahualpa”.
Su voz, sin duda entre las mejores del canto actual argentino, nos había acostumbrado a navegar por las rutas del tango, fundamentalmente con tres de sus cuatro discos previos: Entre Sueños (1996), Tal vez será su voz (2002, acompañada por la Orquesta Típica El Arranque), y Manzi, caminos de barro y Pampa (2010); aunque su estirpe arrabalera tampoco escapa de Ramito de Cedrón (2007), álbum en el que se abocó a interpretar temas de Juan “el Tata” Cedrón.
Es una obviedad plantear que tocar temas de Yupanqui no sólo es un gusto, sino todo un desafío para cualquier persona que se dedique profesionalmente a la música. Es lo que sucede con todo clásico. La vara está muy alta, tanto por el original como por la ya profusa cantidad de intérpretes que interpretan sus temas. Mercedes Sosa y Liliana Herrero fueron dos mujeres que lo han hecho con soltura y excelencia en cuanto a canciones de Don Ata. Borda se suma ahora a esa dupla para conformar un trío femenino que reversiona con identidad propia canciones del más importante autor de la música folklórica nacional.
Pero Borda va un poco más allá, porque se trata de un disco íntegro con temas de Yupanqui, cuyo espectro recorre los nuevos sonidos que Lidia le encuentra a sus reconocidas canciones. Efectivamente, hay una esencia que no se pierde en ninguna versión de las piezas de este disco, una herencia de la tierra, como se indica en “Atahualpa”, un espíritu yupanquino que está ahí y que renace en las cuerdas de la guitarra de Luis Argañaraz -siempre fiel lugarteniente de Borda-, roza una y otra vez las teclas del piano de Daniel Godfrid, sube por el contrabajo de Pablo Motta, se palpa en el cello de Paula Pomeraniec y nos llega por la voz siempre diáfana de Lidia.
La precisión del repertorio elegido también es para destacar. El autor de “El payador perseguido” tiene decenas de clásicos y muchos temas más de enorme valía, ¿cómo elegir sólo doce? Sin embargo, Borda lo hace. Realiza una hermosa selección, que arranca con la alegre “Chacarera de las piedras” como una manera de enfatizar el quiebre con su obra previa y demostrar que es capaz de recorrer con igual plenitud diversos géneros musicales. Continúa con “Tú que puedes, vuélvete”, una canción parsimoniosa, de esas en las que la cantora se desenvuelve con más comodidad, lo cual se reafirma con la excelente versión de “Camino del indio” y en “Guitarra dímelo tú”.
Una de las zambas más reconocidas y tocadas de Atahualpa, “El arriero”, encuentra en la voz de Lidia nuevos caminos por los que continuar campo abierto por la música argentina. La recuperación de “Cachilo dormido” es otro hallazgo del disco; lo mismo que “¡Siempre!” y “Yo quiero un caballo negro”, que se alternan aquí con otros clásicos como el majestuoso “Piedra y camino”, “El alazán” y “La pobrecita”, estos dos últimos antecediendo la aparición de “Atahualpa”, bello homenaje en la voz de Lidia y la letra de su hermano Luis al más grande compositor popular argentino. Buena previa esa para un final a manos del nombrado “Yo quiero un caballo negro” y “La flecha”.
Borda encara el mundo de Yupanqui como si el folklore haya sido su vida en el canto desde siempre. Interpreta su cosmovisión, la profundidad de su palabra, el paisaje en sus ojos, la presencia del hombre americano en su voz, la sensibilidad social en sus cuerdas. Produce un disco estupendo que quedará por mucho tiempo en la memoria de quienes seguimos esta clase de música, y suma así a su repertorio una serie de canciones de las que no podrá desprenderse fácilmente de ahora en más, porque ya son suyas también, y porque se encuentran entre lo mejor que ha hecho en su ya prolífica y brillante carrera. Borda le agrega a la fuerza de los clásicos la actualidad de los cuidadosos arreglos que pululan en cada tema, y en su canto conmueve.
Atahualpa, el disco, fue presentado en el salón del libro de París en los primeros meses de este 2014, lleva varias presentaciones en la Argentina desde entonces (la última el pasado sábado en Café Vinilo), como parte de los espectáculos que Lidia realiza a lo largo y ancho del país. Este sábado 30 de agosto se presentará en la ciudad de Avellaneda, en la Sociedad Crucecita Oeste (San Martín 1710), a las 21:00 horas. Es una buena oportunidad para disfrutar las letras de Atahualpa en su dulce voz.