Por Eugenia Miqueo @eugemiqueo
La segunda novela de la autora francesa y best seller internacional, Muriel Barbery, cuenta la historia de una mujer y una niña que, aunque diferentes, comparten la sensación de ser parte de una sociedad estructurada y vacía.
Publicada en agosto del 2006 en Francia, La elegancia del erizo, invadió inmediatamente todas las vidrieras de las librerías y se convirtió en best seller mundial con treinta ediciones y más de un millón de ejemplares vendidos; sin embargo la publicación de esta gran obra a mi me pasó desapercibida. Generando el efecto contrario al buscado, la sobreexposición en las vidrieras no me generó curiosidad sino escepticismo. Pero, varios años después, aún estaba firme en mi retina la portada de éste libro con un nombre tan particular como poético y tentador: La elegancia del erizo.
Desconocía quién era la autora de la obra y no había leído ninguna reseña de esta obra que me llamaba sin descanso desde hacía varios meses. Finalmente, tomé riendas en el asunto y conseguí un ejemplar usado y en excelentes condiciones. Lo había esperado tanto, tenía tanta ansiedad por leerlo, aún sin saber siquiera de qué se trataba, que no había manera de que la lectura saliera airosa: El libro estaba destinado a fallar en su misión de colmar mis expectativas por más bueno que fuera.
Pero, La elegancia del erizo escrito por Muriel Barbery, autora francesa y profesora de Filosofía, es realmente un libro maravilloso, mágico y hermoso. Es una historia simple que permite la lectura en varios niveles porque brinda muchísima información sobre literatura, música, cine, y filosofía. Está narrada en una forma bellísima, casi poética, por sus dos personajes principales: Paloma y Reneé. La acción se desarrolla en Paris, en un edificio de lujo en la calle Grenelle, dónde Reneé es la portera y Paloma, una niña de doce años que vive con sus padres en este palacete burgués. Ambas mujeres tienen más en común que lo que las estructuras mentales y diferencias de clase podrían imaginar. Brillantes, tiernas y solitarias criaturas, hacen culto al placer de las cosas cotidianas, la amistad, el arte y la belleza.
(…) “Sí, el universo conspira a la vacuidad, las almas perdidas lloran la belleza, la insignificancia nos rodea. Entonces, tomamos una taza de té. Se hace el silencio, fuera se oye soplar el viento, crujen las hojas de otoño y levantan el vuelo, el gato duerme, bañado en una cálida luz. Y, en cada sorbo, el tiempo se sublima.(…)”
De lectura lenta y apacible, recomendado únicamente para almas sensibles.