Por Cezary Novek. Marcha conversó con Emiliano Salto sobre No todo cierra, un libro de relatos que rompe con las estructuras narrativas sin perder el humor.
Emiliano Salto nació en Córdoba en 1987. Es docente de Lengua y Literatura en establecimientos de nivel Medio y recientemente publicó un original libro de relatos titulado No todo cierra (Llanto de Mudo). En sus narraciones se dan cita diferentes ingredientes del paisaje urbano de Córdoba, que se involucran en narraciones en las que -parafraseando a Lampedusa- pasa de todo para que nada pase.
Ya desde la tapa, el libro desconcierta un poco: el título no es gratuito, ya que los cuentos se parecen más a recortes o segmentos en los que se pueden leer fragmentos de historias que remiten unas a otras, que a su vez se repiten cíclicamente como si desnudaran los engranajes de esa maquinaria que llamamos “cotidianeidad”. La ilustración -a cargo del artista plástico Nicolás Monsú- busca la hibridación entre un banco de plaza con una sustancia extraña de apariencia orgánica y abstracta.
Hay un narrador protagonista que opina pero no participa más que atendiendo esporádicamente a través de la ventanilla de un kiosco, finales que brillan por su ausencia y una colección de personajes reconocibles en las calles de Córdoba, todo esto aderezado con un humor que oscila entre la ingenuidad y el cinismo. La primera lectura hace pensar un poco en La conjura de los necios trasladada a la Córdoba contemporánea y con un protagonista repartido en toda una fauna urbana muy particular.
Antes de publicar No todo cierra, escribió y dibujó historietas, y participó del guión y producción -en conjunto con otros colegas- de unos cortos de humor absurdo que se pueden ver en el canal de Youtube Es lo que es. También incursionó en el stand up, realizando algunas presentaciones en bares de la ciudad, y es uno de los conductores del programa de radio online especializado en comics y películas La bastardilla es nuestra.
El autor dialógó con Marcha sobre sus lecturas, influencias y sobre cómo decidió convertir una dificultad en el trabajo de escritura en la parte más atractiva del libro:
Escribí los primeros dos cuentos sin posibilidad de darles cierre. Intenté solucionar ese “problema”, pero no me convencía el resultado. Me seguían gustando más en su forma original, así que decidí dejar de intentar cerrarlos y tuvo más sentido en cierto punto: las historias me parecían más vivas sin cierre, de otra forma las veía como prefabricadas.
Antes del libro
Tenía cosas escritas pero no trabajadas. Y no las mostraba. La experiencia de kiosquero tuvo todo que ver: me aburría mucho y al mismo tiempo me parecía muy interesante lo que veía, porque el tiempo y el aburrimiento te obliga a fijarte en las cosas. Y cuando eso no alcanza, te obliga a imaginarlas distintas. Creo que la motivación se la debo al trabajo mismo de escritura. Una vez escrito, tenía que mostrarlo. No lo puedo pensar de otra manera.
El proceso
Dos meses de escritura. No me acuerdo bien en qué momento empecé a pensar en la edición. Terminando el penúltimo cuento me contacto con Llanto de Mudo y ya escribo el último pensando en la edición. Por ese tiempo también me contacto con (el escritor y corrector Sebastián) Pons, que hizo la corrección final. El título apareció con el último cuento, en el proceso. Y quizá tomó un mes y medio o dos hasta que estuvo listo el libro y salió.
Lecturas
El interés por la lectura literaria no me viene de la literatura. La literatura era, de chico, algo que había que leer, algo que se respetaba. Mi interés vino por el lado de los cómics y eso me hizo dar cuenta de lo conectados que estaban los dos medios; y la conexión con el cine también. Recién empecé a leer “literatura” a eso de los doce o trece, pero pasó un tiempo antes de que se convirtiera en costumbre y pudiese encontrar el mismo goce que cuando leía cómics. Siempre vuelvo a Faulkner y últimamente estuve leyendo mucho Burroughs. Me río en voz alta con Burroughs. Borges siempre fue de cabecera, pero lo separo, como si no fuese literatura, como si fuese Borges y punto.
Hace poco leí algo de Gonzalo Toledo y me enganchó bastante. Me interesa mucho César Aira. Y digo “me interesa” porque no sé si me gusta, pero sí me gusta leerlo. Es distinto, es interesante y a veces interesante es mejor que bueno, o está en primer plano; creo que innecesario es peor que malo, y no creo que sus trabajos sean innecesarios. Clarice Lispector me gusta mucho también -siendo laxo con lo contemporáneo- y Bolaño, de nuevo, sin encontrar ningún tipo de influencia o parecido con lo que hago. Simplemente me gustan. DeLillo también, o Tom Sharpe. De todas formas, por estos días, paso más tiempo viendo películas o series del que paso leyendo.
-¿Separás a la literatura de los otros géneros -por mucho tiempo llamados “menores”- como el terror, fantasy, sci-fi, policial, etc.?
-No, para nada. Creo que si algo es bueno o malo literariamente hablando es independiente del género sobre el que trabaje.
–¿Qué estás trabajando ahora?
-Justamente estoy probando con la literatura de género. Me gusta mucho probar qué funciona y qué no, y ver si sirvo o no para el terror o para la ciencia ficción o para el policial. Por ahora creo que todos van a ser experimentos, cuentos sin continuidad entre sí, que me sirvan para practicar con los géneros. Sí tengo una idea para una novela, en el futuro, pero quiero resolver cosas a menor escala antes. Escala en el sentido de la extensión, claro.
Influencias
Del cómic: Grant Morrison y Alan Moore. En la literatura, quizás Cortázar, no porque haya una similitud estilística o de cualquier tipo, la verdad, sino porque al leer a Cortázar siempre me quedaba la sensación de experimentación permanente. Experimentación con fórmulas, claro. Pero parecía haber una búsqueda de diversidad, un “prueba y error”. Él la pegó con todas, pero bueh, ja.
Rituales
No puedo escuchar música. Escribo mucho a mano, no me tengo la confianza para sentarme en la pc de una, tengo que tener todo armado en borrador aunque luego cambie todo cuando escribo el definitivo. Entonces tengo varios cuadernos (o cualquier papel que encuentre en el momento) con anotaciones, flechas, tachones, círculos. Esto va acá, esto va allá, sacar, poner, asterisco. Generalmente trabajo a la siesta. No escribo de una sentada, hago un par de párrafos y tengo que salir a dar una vuelta por la terraza y volver, fumar -fumo mucho, pero más cuando escribo-: el espacio de un cigarrillo me sirve para repasar lo que acabo de escribir.
-¿En pipa o cigarrillos?
La pipa fue un regalo y la usé por un tiempo, pero fumar en pipa requiere una disciplina que no tengo; higiene, que no tengo; y paciencia, que tampoco tengo. Sin embargo, tiene sus ventajas: mejor olor, y se saborea. El tabaco del cigarrillo es una dosis. La pipa es algo que hay que sentarse a hacer, como sentarse a comer. Igual, no convivió con la escritura. Mientras escribía, fumaba clásicos y cancerígenos cigarrillos. Pero la foto de la pipa (que ilustra esta nota) sí tiene relación: es la foto del pelotudo-pretencioso-cazador de ballenas-Hemingway. Y el fondo es berreta.
–En la literatura contemporánea, la adjetivación, así como el narrador que realiza valoraciones durante la historia, suelen ser vistos como un campo minado del que casi ningún narrador sale vivo -en todos los talleres lo desaconsejan-, pero en tus cuentos parecen funcionar bien. De hecho es lo que varios lectores han destacado como el punto fuerte.
-Debe ser porque nunca fui a un taller. No es tan complicado cruzarlo si es casi lo único que uno tiene. Creo que alejarse de las valoraciones es un error, al menos alejarse completamente siendo que hay valoraciones en todo. Generar la ilusión de transparencia por momentos se vuelve forzado, falso. También es cierto que la mezcla es lo que más me interesa. La mezcla entre valoración subjetiva y “pintura” de la situación. Pensando en que cualquier descripción está cargada de valoración. Y si no se puede anular eso, mejor explotarlo, usarlo hasta que se pierda entre lo otro. Como un collage.
–¿Tu actual trabajo como docente repercute de alguna manera en lo que estás escribiendo? ¿Volverías al kiosco en busca de ideas?
-Sí, todo alimenta. Hay historias en todos lados, aunque suene trillado: las hay. Y sí, regresaría a cualquier lugar de necesitarlo.
-¿Cómo compaginás la escritura, la docencia, la conducción radial y el stand up?
-Creo que tengo cuatro o cinco ideas, y el truco es disfrazarlas lo suficiente. Dependiendo del caso, un buen disfraz cumple la función de una nueva idea. Sí creo que el humor es gran parte de todo. Me cuesta mucho no reírme de lo que veo, hasta de las tragedias -o especialmente de las tragedias–, creo que todo es gracioso visto desde la suficiente distancia, gracioso aunque sea horrible, gracioso aunque sea desesperante; y gracioso aunque uno no sea capaz de verlo a veces.
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