Leonardo Melgarejo es ingeniero agrónomo, magister en Economía Rural y miembro de la Unión de Científicxs Comprometidxs con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (UCCSNAL). En esta entrevista, opina sobre la política ambiental del gobierno de Jair Bolsonaro, la importancia para el mundo de preservar la Amazonía y sus expectativas en torno a la elección presidencial de este domingo.
Por Ignacio Marchini*
¿Cómo es la política medioambiental en Brasil? ¿Qué cambió desde la llegada de Jair Bolsonaro?
No tenemos una política ambiental que considere el ambiente como objeto de defensa y de interés nacional. Las políticas ambientales en Brasil hoy se asocian a las políticas agrarias, que consideran al territorio y a la biodiversidad como mercancías. Con Bolsonaro, la importancia del agronegocio para Brasil se ha vuelto dominante y ordena al gobierno brasilero. Los intereses de los exportadores son valorados por sobre los derechos humanos de la población y las necesidades relacionadas a la naturaleza. Por ejemplo, el Ministro de Medio Ambiente de Bolsonaro dijo en una reunión que el gobierno debería aprovechar la distracción de la sociedad por la pandemia de covid para “cambiar todas las reglas y simplificar las normas” que protegen al medio ambiente y la naturaleza.
“No tenemos una política de protección ambiental, sino una sucursal del Ministerio de Agricultura operando dentro del Ministerio de Medio Ambiente, presionando por los intereses del agronegocio”, Leonardo Melgarejo.
¿Cómo ha sido el vínculo entre el gobierno de Bolsonaro y el campesinado?
El primer día de este gobierno cerraron el Ministerio de Desarrollo Agrario, un ente de influencia y capacidad menor, proveniente del gobierno de Lula, pero que dedicaba sus recursos y sus esfuerzos a fortalecer las organizaciones del campesinado, de las poblaciones indígenas y de los pueblos tradicionales, como los quilombolas, poblaciones de origen africano que habitan en Brasil desde la tragedia de la esclavitud.
El desmantelamiento de estos mecanismos, si bien eran insuficientes y relativamente frágiles, hacían crecer la autoestima y las posibilidades de los campesinos, mediante el acceso a algunas líneas de crédito. Teníamos la expectativa de ir fortaleciendo esos mecanismos. Ahora observamos fenómenos que no existían hace mucho. El hambre ha regresado a los territorios rurales y ha crecido muy duramente por el avance del agronegocio y por los privilegios que este gobierno le ha asegurado, incluso por encima de la posición de privilegio que ya tenían en los gobiernos populares.
La política de Bolsonaro hacia el campesinado ha sido la persecución a las organizaciones, la facilitación de crímenes ambientales, la distribución de armas entres los terratenientes y la no investigación de crímenes contra líderes de los pueblos originarios que defienden sus tierras.
¿Cuál es el potencial productor de la agricultura campesina? ¿Qué debería hacer el Estado para incentivarla?
El potencial de la agricultura campesina se asocia a tener un tejido social fuerte en los territorios rurales. Al eliminar este tejido social, la naturaleza, la tierra, el agua, pasan a ser mercancías a favor de los capitales y de los intereses de los grandes grupos transnacionales. La destrucción de leyes ambientales en Brasil sigue la misma línea que se observa en Paraguay, Argentina, Colombia, Bolivia, y los demás países de Latinoamérica. En toda la región hay un desprecio hacia las preocupaciones de los pueblos, sus territorios y sus culturas.
¿En qué estado se encuentra la Amazonía y por qué es importante su conservación?
Se trata de la importancia de la homeostasis de la temperatura de todo el planeta. La Amazonía es la última frontera del avance del agronegocio en Brasil. Las poblaciones indígenas son las que están en la línea de fuego, defendiendo la flora y la fauna de los invasores, poniendo en riesgo su propia vida. Esos territorios están protegidos por ley por ser pueblos originarios, pero el gobierno de Bolsonaro ha suspendido las demarcaciones** y está estimulando el crimen, como el Día del Fuego el 10 de agosto de 2019, en el que agricultores lanzaron un plan coordinado para quemar enormes superficies de bosque talado en el estado de Pará. De un día para otro los focos de incendios en la Amazonía se incrementaron en un 700%. Una vez destruidas las tierras son ocupadas por plantaciones para el ganado o monocultivos de soja; en conjunto, esto es una amenaza real de genocidio hacia los pueblos indígenas, sumado al ecocidio evidente que se perpetra con la anuencia, sino con el estímulo, de agentes de este gobierno.
No solo eso, la destrucción de la Amazonía está reduciendo el flujo aéreo de nubes que se forman sobre la selva por la condensación de la respiración de los árboles y el vapor de agua que proviene de la evaporación de los océanos y que, reunidos, forman una masa enorme de nubes que se desplazan hacia el sur. Estas nubes son conocidas como “ríos aéreos”. La reducción de la masa de transpiración de la flora produce la reducción del volumen de los ríos aéreos y, por tanto, del flujo de agua para el sur. Entonces, la sabanización de la Amazonía se traduce en una desertificación del sur del país. Nosotros no tenemos un desierto como el de Atacama aún, gracias a la Amazonía.
¿Qué expectativas tenés con las elecciones del domingo y qué panoramas posibles ves?
Estamos convencidos de que Lula va a vencer en primera ronda. En la visión más optimista, Lula va a establecer las articulaciones necesarias que permitan superar este primer momento, desde que sea electo hasta que asuma el primero de enero del 2023, y así reducir los riesgos de confrontación y violencia en Brasil. Esta visión también permite suponer que, una vez establecido el nuevo gobierno, gracias a sus vínculos internacionales por ser Lula uno de los estadistas mundiales que mejor negocia, va a conseguir establecer nuevas relaciones positivas con los países de América Latina, retomar y fortalecer los BRICS y conseguir los recursos para enfrentar los problemas acuciantes de Brasil.
Estos son, en primer lugar, el hambre; en segundo lugar, la salud pública; y, en tercer lugar, la seguridad pública. En esta visión, también logrará establecer estos vínculos en un corto plazo, de manera que genere cierta estabilidad socioeconómica y las insatisfacciones reprimidas no se sumen a la virulencia de la derecha que estaremos derrocando del poder.
La versión pesimista es que iremos a una segunda vuelta y que en los treinta días que sigan, la derecha, el fascismo, unida a los intereses económicos que apoyan a Bolsonaro, distribuyan armas en la población y provoquen convulsiones que amenacen de manera muy grave a la democracia. Lula vencerá seguramente en el segundo turno, pero este accionar del fascismo tornaría más difícil restablecer la normalidad del país y lo forzaría a negociar con el sector agrario y la derecha, para recuperar la estabilidad. Esto amenazaría las posibilidades de recuperación de las políticas ambientales y volvería más difícil la articulación con los otros países de América Latina sobre estos temas, que es el mismo problema de todos los países: el dominio de los intereses de empresas transnacionales y la falta de soberanía.
Cualquiera de las versiones que acontezca, estamos seguros de que Lula va a ganar, sea en la primera vuelta o la segunda. Pero según cuál suceda, será más o menos difícil el restablecimiento de la democracia y del respeto a los derechos humanos en el país. En cualquier caso, los primeros cien días de gobierno serán decisivos, en base a las articulaciones y el apoyo que el gobierno de Lula pueda obtener.
Tememos que haya una revuelta social debido a la distribución de armas por parte de la derecha y de que continúe con fuerza la bancada ruralista conocida como “BBB” (Buey, Biblia, Bala) en el Poder Legislativo. Esto sumado a sus agentes en el Poder Judicial. Pero con la movilización de la población y con el apoyo de otros países de América Latina podemos aprovechar el momento geopolítico de transición internacional desde el dominio monolítico de los Estados Unidos hacia la multilateralidad, con el crecimiento y el ascenso de Rusia y China y con la posibilidad de conformar un bloque regional importante en América Latina, para mejorar nuestras condiciones de negociación frente al agronegocio y los intereses norteamericanos.
* Publicado originalmente en BiodiversidadLA
**Las demarcaciones son el establecimiento por parte del Estado del territorio que ocupan los pueblos indígenas, para garantizar su protección.