Por Mariano Pacheco – @Pachecoenmarcha
A 40 años del Golpe de Estado, el cronista realiza una serie de notas en las que reflexiona sobre las resistencias –obreras, armadas, culturales–. En esta oportunidad, rescata la figura de Rodolfo Walsh, y su legado a través de un caso: el periódico Resumen Latinoamericano y su director, Carlos Aznárez, quien visitó esta semana la provincia de Córdoba.
El pasado lunes y martes (14 y 15 de marzo), en el marco del 8ª Escena y Memoria (evento que intenta cruzar poesía, teatro y derechos humanos), el director del periódico Resumen Latinoamericano, Carlos Aznárez, visitó las ciudades de Córdoba (capital) y Alta Gracia. En ambas fue parte de jornadas que intentaron cruzar memoria y actualidad. Bajo el título “Homenaje a Rodolfo Walsh – La contrainformación: de ANCLA a Resumen Latinoamericano”, Aznárez realizó un recorrido por su labor periodística y su práctica política, que en su tramo más intenso (1968-1977), compartió con Walsh.
En un intento por situar el inicio de la última dictadura en el ciclo de luchas previas, y partiendo de una serie de anécdotas personales que iluminaron el recorrido de la experiencia colectiva, el director de Resumen contó que conoció personalmente a Walsh de un modo azaroso pero que marcaría su futuro: la noche en que el dirigente Raimundo Ongaro anunciaría la conformación de la CGT de los Argentinos, el autor de Operación masacre se encontraba a su lado, con un grabador en mano… que se le había quedado sin pilas. Él, que entonces editaba un boletín sindical, grabó todo el discurso… y luego se transformó en colaborador del diario CGT. También compartió con Walsh la participación en el diario Noticias, y finalmente, en la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA). En el plano político, antes de ser parte de la organización Montoneros, ambos transitaron las filas de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), y compartieron el desafío de conformar, en 1973, la agrupación sindical peronista 26 de julio, con la que disputaron (y ganaron) la conducción del gremio de prensa de Buenos Aires.
Lejos de la nostalgia y con toda la intensidad del momento político que atraviesa el país, el continente y el mundo, Aznárez aseguró que cada vez que se encuentra con una duda, o en una encrucijada, se pregunta: ¿qué estaría haciendo ahora Rodolfo Walsh?, y trata de responderse apelando a un sentido de continuidad con quien considera “el jefe político que más los cuidaba”. Por eso resaltó que no resulta casual que de un núcleo de militantes tan expuestos, como los integrantes de ANCLA, muchos hayan sobrevivido al horror. “Walsh era un tipo tan obsesivo con la rigurosidad de la información como con las medidas de seguridad”, recordó, y lamentó que ese 25 de marzo de 1977 el autor de ¿Quién mató a Rosendo? Se haya dejado llevar por el aprecio que le tenía al compañero que lo citó, y haya concurrido a un encuentro que todo indicaba que no era de fiar. Así y todo, Aznárez destacó el hecho de que Walsh muriera con un arma en la mano, enfrentando a sus verdugos, y que haya dejado “a los milicos con la sangre en el ojo”, porque –agregó– “la patota tenía como misión llevárselo vivo, tenerlo en un campo de concentración para luego exhibirlo como trofeo, y obviamente, todos sabemos lo que iban a hacer teniendo a un tipo como Walsh prisionero”.
Alguna vez, ese periodista, escritor y combatiente montonero, escribió que en Argentina, las clases dominantes procuraban siempre que los trabajadores “no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires”. Así, según el autor de “Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar”, cada lucha debía empezar de nuevo, separada de las luchas anteriores. Por lo tanto, la experiencia colectiva se perdía, las lecciones se olvidaban y la historia se aparecía a los de abajo como propiedad privada, cuyos dueños eran “los dueños de todas las otras cosas”. Décadas antes, en otras geografías pero en la misma clave, el pensador marxista Walter Benjamin había asegurado que ni los muertos estarían a salvo del enemigo, “si este vence”. Y aclaraba: “este enemigo no ha cesado de vencer”.
La figura de Walsh es ya hoy un ícono, qué duda cabe: está presente en remeras, libretas, afiches y un sinnúmero de elementos. En donde no está muchas veces presentes en la necesidad de reactualizar, en las condiciones actuales, un periodismo posicionado junto a todos aquellos, todas aquellas que sostienen prácticas que apuntan a transformar radicalmente la situación de injusticias actuales. La experiencia del periódico Resumen Latinoamericano (que tuvo sus primeros 100 números entre 1980 y 1983, y que luego tuvo su relanzamiento en 1993, en plena ofensiva neoliberal), que logró sostenerse en las dos últimas décadas, es un insumo no solo de información, sino también de formación. La presencia de su director en dos charlas en las que estuvieron presentes decenas de jóvenes militantes, no puede ser sino un motivo de alegría. No esa frívola que se intenta imponer como lógica hegemónica desde el vértice del poder político y comunicacional actual, sino esa otra que asegura que la alegría es la capacidad que un cuerpo tiene de afectar (y ser afectado), para potenciar nuestras posibilidades de ser… ser apasionados sujetos que habitamos críticamente el mundo, y luchamos por transformarlo.