Por Federico Orchani* / @fedeorchani / Foto: Resumen Latinoamericano
Convocado por la Asociación de Trabajadores del Estado, pero nutrido por un amplio espacio de oposición al gobierno, se realizó el primer Paro Nacional contra Macri. El reciente “protocolo antipiquetes”, a pesar de la presión mediática, no pudo con las más de 50 mil personas que marcharon bajo el sol.
La convocatoria al Paro realizada por la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) para el pasado 24 de febrero, logró lo que hasta ahora ningún sector había podido realizar: una inmensa movilización de más de cincuenta mil personas que fueron a Plaza de Mayo a reclamar por los miles de trabajadores y trabajadoras despedidos durante el gobierno de Mauricio Macri. La movilización se transformó en un grito multitudinario en contra del ajuste, la represión y la criminalización de la protesta.
Ajuste, movilización y protocolo
Desde que asumió el gobierno de Cambiemos, liderado por Macri, ha descargado una serie de medidas antipopulares que atentan directamente contra el bienestar de las mayorías trabajadoras. El gobierno de CEOs no paró de favorecer a los sectores concentrados de la economía mediante una feroz devaluación que disparó los precios de alimentos y bienes de primera necesidad, mientras despidió (y sigue despidiendo) a miles de trabajadores y trabajadoras con el objetivo de disciplinar al movimiento obrero, y así negociar salarios a la baja.
Pero el ajuste que quieren imponer -achicando el Estado, mientras se premia a grandes multinacionales y al empresariado local con la quita de retenciones al campo y la minería- no se puede sostener sin judicializar las luchas populares.
Otro de los condimentos de la jornada del 24F fue el “Protocolo” anunciado por la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Este no tiene otro objetivo que sacar de la calle a quienes reclaman ante los atropellos constantes del gobierno de Macri. Sin embargo, la enorme masividad de la convocatoria hizo imposible que el protocolo de la autoritaria ministra se implementara de manera efectiva, aunque no haya que descartar una interna entre sectores del gobierno y las fuerzas de seguridad. De todas maneras, este tipo de avances represivos debe poner en alerta al movimiento popular, y es necesario recordar que Milagro Sala aún continúa presa. También ayer se conoció la noticia de que van a otorgar la prisión domiciliaria a José Pedraza, autor intelectual del asesinato de Mariano Ferreyra, una medida repudiable que consagra la impunidad.
Los desafíos del campo popular
La importante movilización del 24F puede cobrar más envergadura aún si se tiene en cuenta el contexto regresivo que describimos anteriormente. Los riesgos también existen: hay que señalar que si bien la medida fue convocada desde un sector de la dirigencia sindical, esto no ocurrió sin una fuerte presión desde las bases que empujaron el paro y encabezaron la resistencia ante los despidos desde el primer día. Una de las lecciones del 24F es que la pelea debe profundizarse: así, el paro del miércoles tendrá mayores repercusiones si no queda en un hecho aislado. La disputa tendrá éxito si se logra reincorporar a las y los compañeros despedidos; de lo contrario, la negociación salarial se llevará a cabo en un contexto sumamente defensivo.
En cuanto a la composición, se plegaron al paro organizaciones populares, partidos de izquierda y un sector del kirchnerismo, además de ATE, que movilizó la mayor cantidad de personas. También se acercaron a la convocatoria personas de manera espontánea y trabajadores despedidos que no están organizados. Hay, por lo tanto, una gran responsabilidad en el movimiento popular argentino en encabezar las luchas contra la ofensiva derechista que hoy lidera Macri, pero que tiene expresiones similares en países de la región y otras partes del mundo.
Si bien existe un fuerte debate hacia el interior de las organizaciones populares y de izquierda sobre compartir la calle o no con quienes eran hasta ayer parte del gobierno, no hay que perder de vista cuáles acciones son defensivas y demandan por lo tanto unidad en la acción. El avance del macrismo significa, en algunos casos, un retroceso grave en conquistas que son del conjunto de las y los trabajadores, y que van más allá de cualquier gobierno. Por ejemplo, es justo señalar que el macrismo avanza sobre el Estado, producto, entre otras cosas, del alto nivel de precarización laboral durante el kirchnerismo. Pero la solución del gobierno de Cambiemos ante esa problemática no es resolver el flagelo de la informalidad laboral, sino dejar a las y los trabajadores en al calle, acusándolos, además, de ñoquis. Ante eso, la respuesta debe ser unitaria. Eso no implica diluirse junto a quienes ayer fueron en parte responsables del deterioro lamentable de las condiciones de empleo, aunque el riesgo puede ser subestimar la capacidad que tiene el pueblo argentino de leer de manera crítica la realidad y el pasado reciente.
Habrá que intentar convencer a aquellas y aquellos indignados con la política de Macri y desencantados con las respuestas de quienes como alternativa propusieron a un candidato muy parecido en la última elección. Es tarea del conjunto del movimiento popular y las izquierdas articular un proyecto político independiente, superador del neoliberalismo salvaje y también del capitalismo con inclusión; y eso no niega la disputa que de hecho existe hacia el interior del campo popular por la conducción de ese proceso. Para eso es necesario dialogar con quienes estén dispuestos a encarar ese camino: entendiendo el momento histórico, interpelando a sectores amplios de nuestro pueblo dispuestos a acompañar y a ser protagonistas de un proyecto político que invite a organizarse y luchar, además de ir a votar cada tanto. El desafío es inmenso y las cartas están echadas.
*Militante del Frente Popular Darío Santillán
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