Por Maro Skliar
A unas horas de terminadas las PASO porteñas, en las que el PRO quedó como el más firme candidato para la próxima jefatura de Gobierno, un trabajador y delegado gremial analiza las políticas que se desarrollan desde hace dos mandatos; y que parecen serán la triste continuidad de los años venideros.
Es política de vivienda reprimir hasta la muerte en el Parque Indoamericano, prometer vivienda y algún tiempo después poner una plaza, una “playita” y olvidar las casas para siempre. Allí hubo tres muertes con el sello represivo del Estado. Allí debería haber un sitio de memoria, no una “playita”. Es una política des-habitacional pasar topadoras sobre un asentamiento a la madrugada, como en el barrio Papa Francisco.
Es política de educación nombrar un ministro como Abel Posse, defensor de la dictadura. No garantizar ni de cerca las 5000 vacantes de nivel inicial y mostrarse preocupados por “la calidad educativa”. Eso es política del cinismo.
Es política de seguridad volcar un ejército policial adentro de un hospital de salud mental para garantizar el desarrollo inmobiliario, nombrar a un jefe policial implicado en el encubrimiento del atentado a la AMIA y bancarlo como el mejor hombre; también es una política abrirle causas judiciales a militantes barriales, delegados y estudiantes, mientras en varios lugares de la Ciudad se comercia a cielo abierto droga de la buena para los ricos y de la mala para destrozar a los pibes pobres.
Es política de salud embellecer las fachadas de los hospitales y que adentro las enfermeras se desvivan haciendo módulos extra para llegar a fin de mes, las y los profesionales no puedan siquiera trabajar tranquilos porque no se les brinda un ámbito cuidado, o bien intentar cederle generosamente una porción del hospital de niños a una empresa como Mc Donald’s.
Es política de espacio público asfaltar tres veces una misma calle en una año o pagar millones por lo que cuesta miles –como las estaciones de Metrobús o los palitos de plástico de las bici sendas–. También es política urbana que la “puesta en valor” de un barrio sea el eufemismo para decir: “apertura al negocio inmobiliario y desplazamiento de los pobres por el efecto de la mano invisible del mercado”.
Es política de modernización del Estado haberle quitado con patotas la participación en órganos de decisión a las y los docentes, como las juntas educativas.
Una ciudad moderna, según este gobierno, es que sus máximas autoridades se hayan construido un palacio de cristal ostentoso al que llaman “Nueva Jefatura de Gobierno”; una obra faraónica que contrasta con la realidad de miles trabajadores y trabajadoras en negro y miles más con sueldos bajísimos. El edificio diseñado por un arquitecto de vanguardia quiere simbolizar la transparencia y la sustentabilidad. El sarcasmo de la transparencia en boca de los personeros de lo opaco, de lo oscuro, del pacto con los poderes de hecho, del clientelismo de siempre hoy pintado de amarillo y decorado con globos.
Es política de niñez y adolescencia el colapso de las Defensorías Zonales del Consejo de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes por el abandono, que es una forma de planificar la política. Es, entonces, política la implementación de programas vistosos pero distantes de la orientación de los Derechos del Niño, basados en enfoques que entienden la problemática social como una emergencia, como una catástrofe… todo ello en desmedro de un sistema de protección y promoción capaz trabajar los temas sociales como lo que son: emergentes de una forma de organización desigual de la sociedad.
Sigue siendo un desafío para los y las trabajadoras de lo público plantear nuestra verdad cuando en la Ciudad la mercantilización de la política es un hecho y el Pro genera e interpreta, a la vez, ese fenómeno, echando mano a eslóganes tan incesantes como insípidos, a estrategias de venta que se han vuelto –según parece– bastante efectivas. Es la Ciudad más rica y nosotros somos trabajadores salarialmente pobres. Dicen que es la “Ciudad verde” y nosotros trabajando en negro. La nueva Jefatura costó 250 millones, pero con un 15% de aumento pretenden que vivamos hasta octubre. Crearon ministerios de gobierno y de modernización, direcciones, secretarías y subsecretarías, donde proliferan nombramientos con funciones indeterminadas, pero a nosotros no nos reconocen las funciones que llevamos adelante hace cinco, diez, quince años, cada día durante todo este tiempo.
Un ejemplo concreto es el de la actual ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, que se toma fotos de campaña contra la discriminación y por la igualdad de género, pero a las trabajadoras de los programas sociales que buscan la igualdad de derechos, esa misma ministra las discrimina por su opción gremial o política dejándolas sin derechos laborales.
Miguel Del Sel va a contratar “putas” porque ganó en Santa Fe y nuestras compañeras estarán en los territorios de esta Ciudad gobernada por los que apadrinan a Del Sel, intentando con profesionalismo buscar estrategias que hagan un poco más digna la vida de las pibas y pibes tratadas y explotadas sexualmente; ellas, mientras tanto, le pelearan a los proxenetas que venden a las pibas como cosas. Y estaremos todos nosotros peleándoles a los que cubren y pactan con esos proxenetas.
Por su parte la policía metropolitana y casi la totalidad del poder judicial (hay honrosas excepciones en algunos fueros) estarán persiguiendo delegados y militantes por cortar una calle, por pelear por vivienda, por defender la salud y la educación pública, por organizarse; o estarán estos poderes de pistola Táser y expediente a medida arreglando gobernabilidad territorial con barras bravas, mafias de la droga, burocracias sindicales podridas. Todo ello tendrá un costo en los barrios: serán muertes a los tiros, será cada vez menos libertad para vivir socialmente el espacio público, será consumo sin razón, autodestructivo. Todo esto ocurrirá en las bambalinas de un escenario de globos coloridos, pantallas led y mucho color amarillo.
Pero nuestros compañeros y compañeras estarán en los barrios, en las escuelas, caminando las ranchadas, en los hogares y los refugios, garantizando juegos y aprendizajes, deportes, oficios y talleres, palabras para buscarle el sentido a las cosas, afecto y grupos de pertenencia donde cada uno de esos pibes y pibas puedan subjetivarse, ser en relación con otros, poner en práctica sus derechos. Sabemos que lo haremos en desigualdad de condiciones, pero no dejaremos de hacerlo ni un solo minuto.
Quienes murieron asesinados por la policía en el Indoamericano no son del equipo de 3 millones de vecinos del PRO. Tampoco los pacientes del Borda baleados en su propio patio por una policía moderna y despiadada.
Los niños y niñas y familias sin vacantes en la educación inicial no juegan en el equipo de Macri.
Las pibas y pibes presas de la trata y la explotación sexual no quieren jugar en el equipo de Del Sel.
Quienes sufren en situación de calle, quienes no tienen vivienda, los que murieron porque la ambulancia no entró a la villa, los pibes matados por el narco no tienen ganas de rodearse de globos y estar en el equipo amarillo.
Los trabajadores y trabajadoras precarizados, discriminados, pauperizados, ninguneados, no formamos parte de tu equipo Mauricio, Horacio, Gabriela.
No hay un equipo de 3 millones de vecinos. Algunos tenemos osadía de exigir sueldos dignos, planta permanente, reconocimiento de funciones. Pero ojo, porque también queremos cambiar las cosas, queremos dar vuelta la tortilla… y no nos van a frenar.