Se profundizan la mercantilización y colonización de la vida, descargando violencias sobre el territorio-cuerpo y el territorio-tierra. Hacia un feminismo indígena, comunitario, campesino y popular en Nuestramérica.
Por Claudia Korol* / Foto: Biodiversidad
El patriarcado capitalista y colonial, impacta con sus violencias de manera diferenciada en los cuerpos y vidas de las mujeres. En la medida en que se expande el agronegocio, y el capital penetra en los territorios para garantizar la generación de lucro, avanzan la contaminación con agrotóxicos, la contaminación transgénica, la contaminación de la tierra y el agua, del ambiente, amenazando la producción de alimentos realizados por la agricultura campesina, a la propia existencia de la agricultura campesina, a los alimentos de toda la población, y a la salud de la población rural y urbana.
Se profundizan la mercantilización y colonización de la vida, descargando violencias sobre el territorio-cuerpo y el territorio-tierra. Sintetizando los impactos sobre las mujeres, podemos identificar:
Destrucción del modelo de agricultura campesina:
El agronegocio ocupa y / o contamina los territorios donde históricamente las mujeres sostenían la agricultura campesina, expulsando a las mujeres de la producción de alimentos, y consolidando la división sexual del trabajo que menosprecia e invisibiliza el trabajo de las mujeres y las relega a la esfera doméstica y al trabajo de cuidados. También consolida la división entre la producción agropecuaria y la reproducción de la vida, atentando contra la sustentabilidad de la vida, la autonomía de las mujeres, sus conocimientos y su papel como sujeto político. En determinadas regiones se pierden las agriculturas campesinas como proyectos productivos, y con ello las primeras afectadas son las mujeres que eran / son sus primeras sostenedoras.
Conflictos territoriales:
El avance del agronegocio promueve el acaparamiento de tierras, desalojando a las comunidades campesinas e indígenas de los territorios que habitaron históricamente, especialmente donde viven comunidades indígenas, negando sus derechos políticos, económicos, sociales, culturales, y su propia existencia como pueblos. Las mujeres de las comunidades son afectadas por estos desplazamientos, y en algunos lugares son obligadas a migrar, despojadas de toda forma de economía de subsistencia. Existen muchos campesinos/as e indígenas asesinados y criminalizadas, en conflictos territoriales.
Acceso a la tierra:
Existen en el mundo alrededor de 1.600 millones de mujeres campesinas (más de la cuarta parte de la población), pero sólo el 2% de la tierra es propiedad de ellas, y reciben el 1% de todo el crédito [1]. En América Latina y El Caribe, según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la población rural asciende a 121 millones de personas, lo que corresponde al 20% del total de la población. De este total, el 48% son mujeres (58 millones). Sólo el 30% de mujeres rurales poseen tierras agrícolas, y no tienen acceso a los medios de producción. La FAO señala también que sólo el 18% de las “explotaciones agrícolas” regionales son manejadas por mujeres. Las mujeres reciben el 10% de los créditos y el 5% de la asistencia técnica para el sector [2]. Muchas poblaciones rurales se ven rodeadas por el agronegocio, que arrienda y compra tierras provocando el incremento del precio de ese bien fundamental para la producción de alimentos. El incremento del precio de la tierra ha llevado a que mucha gente –especialmente jóvenes- decida abandonar el campo, lo que debilita el tejido social y provoca la pérdida de centros educativos, de salud, y otros servicios.
Daños al medio ambiente:
No hay medidas concretas para detener la destrucción del ambiente que produce el agronegocio, y su impacto en la vida de las comunidades y de las mujeres. En algunos casos las poblaciones están luchando por un ambiente no contaminado, y particularmente se han logrado disposiciones en lugares donde se encuentran escuelas o poblados. Las redes de pueblos afectados por las fumigaciones, de médicos-as, de maestros-as de pueblos fumigados, tratan de cuidar la salud de las personas, de las comunidades, y también las economías de subsistencia que lograron desarrollar los pueblos y comunidades.
Señala Miriam Nobre (Marcha Mundial de las Mujeres-Brasil): “El proyecto del agronegocio tiene costos ambientales, sociales y económicos. Ambientales, por la destrucción directa, ya sea por la contaminación de agua y suelo, o por la emisión de gases de efecto invernadero, ya que este modelo de agricultura es adicto al petróleo, debido a la mecanización, los aditivos químicos, y las grandes distancias que recorren sus productos”.
Salud de las mujeres:
“Nosotras somos las que parimos, nos afecta de manera diferente. Nuestro cuerpo es más vulnerable a los herbicidas, fungicidas e insecticidas que son extremadamente fuertes. Los hombres salen de las casas. Las mujeres quedan con los niños y niñas en las casas”. (María Ramona, Organización Cultiva, Paraguay.
La mayor parte de los agrotóxicos afectan los sistemas hormonales y reproductivos de las mujeres. Hay estudios que revelan el impacto diferencial de los agrotóxicos en los cuerpos de mujeres, vinculados a desequilibrios hormonales (los llamados “disruptores endócrinos”) y determinados cánceres (de útero, de mama). Muchos de los agrotóxicos causan, simultáneamente, enfermedades crónicas como cáncer, leucemia u otros trastornos endócrinos, a la vez que malformaciones y abortos.
Un estudio realizado en Mato Grosso, Brasil, revela la contaminación de la leche materna por el crecimiento del agronegocio. Se señala:
“Se encontraron variadas sustancias contaminantes en la leche humana, que tienen efectos adversos sobre el sistema reproductivo y hormonal, pudiendo inducir el aborto y otras enfermedades”.
Se profundiza la división sexual del trabajo. Las mujeres como cuidadoras:
La división sexual del trabajo hace que los daños del modelo del agronegocio al conjunto de la vida familiar signifiquen sobre-explotación de las mujeres en su rol de cuidadoras de la vida y en los trabajos precarios a los que acceden. La división sexual del trabajo, genera la invisibilidad tanto del trabajo en la casa de las mujeres, como de los trabajos productivos de cuidados de animales, de las huertas, intercambio de alimentos, etc.. Por un lado el trabajo es invisible, pero este trabajo invisible se ve recargado porque hay más familiares afectados/as en su salud, en su posibilidad de trabajar, y las mismas mujeres quedando en la casa están más expuestas a las fumigaciones. Las tareas domésticas relacionadas al trato del agua, lavado de la ropa de la familia, y particularmente la ropa de los varones que trabajan aplicando agrotóxicos, amplían los riesgos para las mujeres.
Migraciones a las ciudades de las mujeres campesinas:
Una de las mayores consecuencias es el desplazamiento forzado de mujeres campesinas que llegan a las ciudades o migran a países vecinos o europeos, exponiéndose a diversas formas de violencia, como la trata con fines laborales o sexuales, o están obligadas a sobrevivir en empleos precarios y sobreexplotadas. Muchas de las mujeres migrantes tienen como única opción laboral el trabajo doméstico, o son víctimas de la explotación sexual.
Hacia un feminismo indígena, comunitario, campesino y popular:
Asegurar el enfrentamiento a los despojos del territorio tierra y del territorio cuerpo, es parte de la formación de los feminismos en el Abya Yala, con un carácter antipatriarcal, clasista, anticolonial, antirracista, comunitario y anticapitalista. La organización de las mujeres originarias, negras, quilombolas, campesinas, trabajadoras, migrantes, mujeres que habitan villas y favelas (desplazadas por la avance del agronegocio), es fundamental para poder enfrentar las políticas de muerte, destrucción de la naturaleza y desarticulación de las comunidades.
Dicen las mujeres campesinas de la CLOC: “La lucha por la emancipación de la mujer debe ir de la mano de la lucha para acabar con la propiedad privada, por el derecho a la tierra y el territorio, por la reforma agraria, contra las transnacionales, contra los transgénicos, contra los plaguicidas, por el fin de las mineras, etc.
La feminización de la resistencia al agronegocio, y los procesos de formación feminista, son claves para que puedan crearse y fortalecerse las semillas no transgénicas de estos feminismos.
*publicado originalmente en Biodiversidad