Por Crono
El origen, las huellas, el imaginario. De eso nos habla “Los cuadros al sol”, documental que busca “reconstruir” lo que fue la vida en la colonia Salinas Grandes en los ’70 y ’80, a partir del relato de quienes fueron sus habitantes, hoy reubicados en Macachín.
“Los cuadros al sol”, la película del género documental de Arian Frank que reconstruye la vida en la colonia Salinas Grandes, se estrenó en el cine Gaumont (Rivadavia 1635, Ciudad de Buenos Aires) el viernes pasado y se proyecta todos los días en dos funciones: 12.40 y 20.
Salinas Grandes fue una colonia de trabajadores y trabajadoras de la fábrica de sal Dos Anclas (Compañía Introductora Buenos Aires) que se construyó alrededor de la laguna de sal que la empresa cosecha. Bosques de Eucaliptus, montes de caldenes, inmensos blancos de sal y atardeceres en la llanura, constituyen el paisaje de las salinas -que, en cierta medida, resumen el paisaje pampeano-.
A partir de los fragmentos de recuerdos, a partir de las imágenes imponentes del blanco-sal, del cobrizo de los restos de hierro, de los rosados del atardecer y la salmuera, se va armando la historia de lo que fue Salinas.
Allí vivieron 600 personas, entre ellas varias que habían sido trasladadas desde la fábrica de San Luis. La empresa les otorgaba las viviendas en forma de préstamo pero de un día para otro comenzó a cobrarles un impuesto que generó un enorme descontento y desató una de las huelgas más largas de la historia argentina en 1972. Los 170 días que duró fueron afrontados gracias a las ollas populares, la ayuda de otros pueblos de la zona, la caza de animales, los juegos compartidos, el apoyo de todas las familias, pero sobre todo, el fuerte sentimiento de comunidad que tenías los trabajadores y trabajadoras.
En todos los relatos, las salinas se presentan como el recuerdo más fuerte y más constitutivo: “Yo por Macachín no siento nada, en cambio por salinas…”, explica una de las mujeres que vivió en la colonia al hablar del equipo de fútbol que ya no existe. Los relatos nos muestran la fuerza de lo imaginario cuando se erige a partir de lo real. Es que la vida en colonia, la vida en comunidad, de obreros, de ollas populares, del compartir, de ese “nosotros” y “nosotras”, constituyó la experiencia más fuerte de sus vidas.
En los ’80 la empresa decidió retirar la fábrica junto a sus trabajadores y trabajadoras a Macachín. La decisión en torno a la vivienda no pudo ser resistida. No había quedado un saldo organizativo a nivel sindical luego de la huelga, obreros y obreras habían quedado muy desgastados y el traslado a Macachín les garantizaba una vivienda en la vejez.
Con tristeza se trasladaron hacia allí. La empresa automáticamente derrumbó las viviendas y la escuela. La clase obrera vio la forma en que se derrumbó todo lo que había sido su pueblo, su comunidad. Hubo quienes no hicieron de su vida más que el rememorar aquella época, viajando todos los fines de semana, luego de la jornada laboral, a las salinas. Iban a tomar mate, a hacer huerta, a comer un asado. Ese siguió siendo siempre el origen al que había que volver.
Hoy Salinas Grandes es eso que nos muestra la película: fragmentos de historias y materiales. Son pedazos de hierro, pedazos de ladrillos, pedazos de relatos que se resisten a ser corroídos.
“Los cuadros al sol” muestra a partir de fragmentos y de retazos lo que en algún momento fue un todo social. Es, a su vez, una apuesta a reconstruir ese todo social. El derrumbe de las casas, de la escuela, de la fábrica, fue el derrumbe de una historia que la película intenta rearmar.
De fondo el infinito de la llanura y la sal tomados con una fotografía increíble contrastan como un todo con las partes fragmentadas. Las historias se resisten, como el hierro y el ladrillo a la corrosión de la sal, aunque su huella es inevitable.