Cinco periodistas mendocinas se paran en medio de “la popu” para despedir a Maradona. En las líneas que siguen, palabras de agradecimiento se mezclan con tristezas y recuerdos. Se celebra la edad redonda, el disfrute universal y se dice, también, “todas somos Dalma y Gianina”.
Por Gisela Marsala Cardona y Penélope Moro | Foto:
Fue intempestivo, improvisado, desbordante, conmocionante, como todo en estos días en que se nos fue Diego, y antes con él también. Gisela Marsala Cardona, periodista feminista y maradoneana, empezó a escribir la editorial para su programa radial La Changa y la tristeza golpeaba a través de sus dedos el teclado, estaba impactada por la visita de la muerte sin aviso. Unas semanas antes, para el cumple del Diego, cruzamos por privado uno mensajes sororos dándonos fuerzas y amor frente al odio viralizado que no nos permitía expresar nuestras ¡Fuerza Diego, feliz cumple, te queremos! sin aguantar los veredictos de un sector del feminismo que fallaba en nuestra contra por bancar “un macho”. Nos hicimos el aguante para que nadie perfore nuestro sentir popular con censura. Y la seguimos.
Esa noche, ya sin Diego en este plano, Gisela atravesada por los sentimientos convocó a algunas compañeras que integramos el espacio de Comunicadoras Feministas por el Aborto Legal para pedirnos audios y pasarlos en su programa para despedirlo y expresar nuestro amor
maradoneano.
Nos prendimos de toque las Lauras, Deborah y yo. Nos emocionamos tanto en nuestra comunión maradoneana que decidimos que la oralidad de ese programa quede en palabras escritas para seguir interpelándonos, pero ante todo, para decir sí, acá estamos, existimos las feministas agradecidas a la pelota, al pueblo y al amor: Gracias Diego. Este texto empieza con la editorial de Gisela para “La Changa” y continúa con nuestras intervenciones en ese especial de homenaje.
Gisela Marsala. Periodista feminista y militante popular.
Murió Maradona, murió Maradona, murió Maradona, murió el Diego, así se repetían los mensajes unos atrás de otro. No quería creerlo. No podía ser, no podía ser. ¿Cuántas veces habrían matado al Diego las malas lenguas? Pero esta vez, con la insistencia parecía ser verdad.
¿Habrá alguien en este país que haya sido más amado y más criticado? ¿Habrá alguna, una sola persona que nos haya unido en un sentimiento popular sin importar equipo, sector social, género, ideología o religión?
Me cuesta pensar en otro ser de esa magnitud. Es que les grandes son así y parece que no puede ser de otra manera. Diego Armando Maradona no solo es el mejor jugador de fútbol de la historia argentina y el mundo, no sólo es reconocido por la magia con la que nació en sus piernas (y en su mano) sino que el Diego siempre fue un ser polémico, siempre. Abría la boca y encendía pantallas y tapas de los diarios, en los últimos años también las redes sociales y tending tropic.
La inmensa mayoría del pueblo argentino ama al Diego con pasión, con locura, con fanatismo, lo idealiza, lo endiosa, lo venera. Algunos sectores intermedios te reconocen que es el mejor jugador de fútbol del mundo pero empieza toda la cantata de juzgamientos sobre la vida y que esos “no son los ejemplos que tenemos que tener como sociedad”. Y en el otro lado, están los de siempre, los odiadores de toda expresión popular, las versiones actualizadas del “Viva el cáncer”, los que festejan la muerte, los que desprecian al negro, villero, grasa, falopero y peronista.
Y ahí es dónde nuestras pasiones se reavivan, se encienden. Es ahí cuando toda la grieta es definida por un lado y otro del ring. Quienes quedan en el medio bueno, no me corresponde ni me interesa juzgarles. Siempre me han atraído mucho más los enfrentamientos con los verdaderos e históricos enemigos de clase. Y quienes lloramos estos días la partida de este ser que no sabemos todavía de qué planeta vino, sentimos que estábamos en el lugar que elegimos estar, quienes lo despidieron con amor y compasión. Del lado de Alberto y Cristina, del movimiento peronista que está de duelo por la muerte de un compañero, del lado del Indio, de Charly, del movimiento villero, de las Madres y Abuelas de Playa de Mayo, de los HIJXS, del lado de Dolina, Víctor Hugo y del rechazo al ALCA. Estamos del lado de Evo, Maduro, de Dilma y de Lula, del Papa Francisco.
También estamos paradas en y desde los feminismos populares que nos permitimos abrazar las pasiones desde la problematización, la deconstrucción y los sueños de una sociedad distinta, pero siempre con los pies en la realidad que nos toca vivir y transformar. Y por eso también venimos sosteniendo que las feministas podemos ser maradonianas, porque el patriarcado es un sistema y el machismo no es un individuo. Nos permitimos abrazar las contradicciones, si es que resulta contradictorio para una feminista popular abrazar a los ídolos del pueblo del que somos parte. Ayer el mandato machista por excelencia que pregona que los hombres no lloran, también lo rompió el Diego. Porque eso también es Maradona. Y hoy la Patria toda lo llora. Porque el Diego es mi Patria.
No solo se terminó el ciclo en esta tierra del mejor jugador del futbol en la historia de la humanidad; se terminó la vida de un tipo que nos pone en la jeta lo mejor y lo peor de todes nosotres, nuestra identidad nacional, esa argentinidad al palo con la que hemos nacido y nos hemos acostumbrado a vivir. ¿Cuándo una pasión es políticamente correcta? ¿Qué ídolo o líder de masas lo es? ¿La vara de lo políticamente correcto sería la gente que lo critica despiadadamente? ¿O lo que habría que hacer, una vez asumido que la corrección ética y moral no existe, sería desistir de liderazgos y amores populares? ¿Alguien se anima a nombrar aunque sea una sola persona que exista en este tiempo y espacio conviviendo con vos y conmigo en este planeta, que pudiera darnos la llama que prendió aquél pibito de Villa Fiorito, que amaba jugar a la pelota, que quería crecer para salvar a su mamá y a su papá de la pobreza más forra que pueden crear las desigualdades, que soñaba comprar una casa para tener donde vivir?
¡Mierda! Qué sueño tan parecido al de muchos de nosotros y nosotras. Pero no tuvimos la suerte de nacer con ese don, o la desgracia.
El Diego vivió de un momento para otro un “Truman show”, custodiado por la prensa gusana que hizo de él el centro de atención para subirlo y bajarlo, para endiosarlo y odiarlo, que hizo guita con él, que vendió con las historias de su familia, su adicción, sus amores y desamores.
Les jueces de vidas ajenas se refieren al Diego como problemático porque adicto, falopero, alcohólico, golpeador, padre abandónico y pedófilo. Yo no lo niego pero tampoco me animo a hacer de esto el todo del Diego. Ni viceversa. Metonimia se llama en lingüística al proceso de sustitución de la parte por el todo. En psicoanálisis este proceso refiere a la proyección que realizamos de, por ejemplo, las cosas que nos malpegan. Es un proceso psíquico que realiza el inconsciente de uno, para manifestarse en un otro.
El Diego jamás podrá ser la parte por el todo. El Diego fue más, mucho más que un jugador de fútbol polémico. El Diego fue un referente popular que jamás olvidó de dónde salió, jamás tuvo siquiera el intento de convertirse en un desclasado. Toda su vida fue una entrega absoluta a la Patria que lo vio nacer y por suerte, también morir. Toda su vida levantó nuestras banderas. Y la verdad es que acertó muchas
veces más de las que la pifió. “Si yo estoy en una fiesta en casa del Presidente de la Nación con un smoking y me llega una pelota embarrada,
la paro con el pecho y la devuelvo como dios manda”, confesó alguna vez. Y el Dios del fútbol siempre tocó de zurda. No le dio la mano a Videla ni aceptó la invitación de la Reina de Inglaterra, estuvo en el ALCA contra Bush, abrazado a Hugo Chávez con quien tejió una enorme amistad. Luchó porque los partidos se hicieran en cada país y logró que se respetara a Bolivia. Impulsó un gremio de jugadores de fútbol siendo el uno del mundo y millonario. Se enfrentó a la FIFA, a Macri y a las riquezas de la Italia del norte. En su hombro derecho llevaba orgulloso la cara del Che.
En la pierna izquierda, la mágica zurda, llevaba tatuado el rostro de Fidel, a quien bendijo como su segundo padre. Su irreverencia temprana
perduró a lo largo de las seis décadas que nos acompañó. Sin ocultarla, marcando un rumbo, abriendo camino, siendo el faro de millones de
personas que quizás no se sienten representadas por ningún líder político. Pero el Diego lo hizo. Siempre con el pueblo del que será parte hasta la eternidad, como su fútbol. Sus contradicciones y debilidades sólo han profundizado el título de héroe trágico que no traicionó su esencia y que supo ganarse el amor de las masas.
¿Qué más queda por decir? Tantas cosas… el fin de la guerra y la caída de la dictadura, el regalo del Pelusa que nos vengó de la historia siniestra; o aquel “gol imposible”, el inolvidable tiro libre indirecto con una barrera de seis jugadores de la Juventus encima de él, el tipo hizo que la pelota se elevara lo suficiente como para superarlos y que además, también descendiera lo necesario para entrar al arco sin que nadie pudiera evitarlo. En el medio de su gloria y de la relevancia del futbol europeo el Diego eligió el sur de Italia y dijo en su primera conferencia que lo hizo porque Nápoles era un lugar que tenía mucho que ver con él y con la pobreza de la que salió. "Al Napoli lo hicimos nosotros, desde abajo. La gente fue aprendiendo que no había que tener miedo, que no ganaba el que tenía más plata sino el que más luchaba", dijo y me conquistó. Así, vencieron a los equipos del norte, considerados como el poder aristocrático del fútbol italiano.
Los dedos se me escapan solos. El día de su muerte se me hizo un nudo en el cuerpo y no pude llorarlo, no tuve tiempo para hacer el duelo ni para entrar en la picadora de carne de las redes sociales en una batalla sorda por ver quién tiene razón. Estaba luchando con el movimiento feminista del que soy parte. Estaba en la calle activando con mi cuerpo y mi corazón en el “Día internacional contra las violencias de género”. Llegué a casa tarde y agotada. Sabía que mi mundo estaba despidiendo al héroe de nuestras infancias y yo no estaba reaccionando ante el vacío que me provocaba la idea de vivir en un mundo sin Maradona. Lloré varias veces al día mirando por televisión a la patria sublevada que lo despedía y que nos regalaba, una vez más y de manera inevitable, ese salvajismo intenso del que soy parte. Cómo hablar de él sin conmoverme si Maradona es toda la Argentina habitando un solo cuerpo.
Laura López. Periodista deportiva Mendoza Post. Futbolíricas: “Lo disfrutamos más de lo que él se disfrutó”
No tengo demasiadas palabras para describir lo que siento en este momento, que es sin dudas lo que sienten millones de personas en el mundo. Hablando con allegados de la familia futbolera coincidimos en el sentimiento de que se nos fue alguien de la familia. Nos hizo felices y nos permitió abrazarnos. Nos hizo enojar y le dejamos de hablar. Nos hizo reír, nos hizo llorar. Fue tan humano, tan imperfecto, como todes, bah. Nos unió a los argentinos como a una gran familia que gracias a él pudo disfrutar las buenas cuando eran más las malas. Diego fue único, y nosotras lo vimos, fuimos contemporáneas, coterráneas. ¿Te acordás?
Seguro pronto podremos desatar este enorme nudo y volver a reír con su magia. Somos responsables de transmitir su legado. De decirle a nuestrxs hijxs y nietxs que el Diego fue el más grande. Fue el fútbol mismo en su máxima expresión, y sí, se equivocó. Pero ¿quiénes somos nosotras para juzgarlo?
Lamentablemente creo que lo disfrutamos más de lo que se disfrutó él mismo. Por eso lo lloramos. Ojalá se haya ido sabiendo todo lo que nos dejó, lo felices que fuimos gracias a él… y por supuesto Diego: “la pelota no se mancha”.
Deborah Puebla. Periodista deportiva. Mdzol:
Diego y la edad redonda
El año pasado cometí una de las locuras más lindas de mi vida que fue viajar a La Plata para ver el debut de Diego como técnico de Gimnasia. Lo tuve cerquita en la conferencia de prensa. El magnetismo que genera es impresionante, se sabe de esto, pero hasta que una no lo tiene enfrente no lo dimensiona. Lloré muchísimo ese día.
Pasó un año y ahora tenemos que hablar de que nos dejó. El 25 de noviembre me desperté celebrando mi cumple 36, ya nunca más será un cumpleaños “normal”. ¿Qué pasará ahora? Se nos fue el único Maradona que va a existir en la historia, hablo como jugador y como persona. Yo no voy a separar a este ser humano en dos porque él nunca fue dos, siempre que uno. Hizo cosas extraordinarias dentro de un campo de juego y cometió errores en su vida personal, hizo todo lo que no debería hacer un hombre, hizo todo lo que debería haber hecho un jugador de fútbol. Pero son las dos caras de una misma moneda. Tenemos muchísimo que aprender de él. Sin querer nos lo ha enseñado.
Maradona es el ser humano que ha traspasado la barrera de lo simple mortal: quedar inmortalizado en música, fotos, paredes, banderas, videos.
¿Qué diremos de Maradona de acá a 50 años? Tenemos que reflexionar muchísimo sobre cómo fue él. Murió en su edad justa, en su edad
redonda.
Laura Maya. Docente, comunicadora feminista y maradoneana:
Una hija feminista y maradoneana
Mi historia con el Diego comenzó a los 11 años. Fui criada en familia futbolera, todos los domingos se escuchaban los partidos desde la radio de mi abuelo, un grabadorcito gris que le había regalado para su cumpleaños. Todos los domingos estaban matizados por el grito del gol. En el 86’ el Diego logró la alegría más grande para nuestro pueblo que fue la copa del mundo y a partir de allí el amor fue eterno.
Como fanática del fútbol, de Diego, he vivido muchas anécdotas, pero recuerdo muy bien un día que fuimos con mi mamá caminando a la casa de mi nona, eran quince cuadras, y todo el camino yo le fui relatando con gestos y palabras, cada gol que Diego hacía en el seleccionado Sub 20 que había salido campeón en el 79’. Mi mamá con infinita paciencia me escuchaba y me miraba: tenía una hija futbolera y maradoneana.
Desde chiquita y hasta hoy siento que Diego marcó mi infancia feliz, mi vida y mis contradicciones. Bueno, feminista, maradoneana e hincha de River… y él de Boca y un poco macho. Y acá estamos, llorándolo.
Penélope Moro. Periodista de Radio Nacional y feminista del Abya Yala:
“Todas somos Dalma y Gianina”
Yo no voy a disociar el jugador del hombre porque no sé nada de fútbol y sí bastante de militancia y activismo popular. Siempre se trata de hacer el intento de calzarse en las zapatillas de les otres. En un primer momento me lleva a un vínculo muy fuerte con mi ancestralidad masculina. Con los varones que fueron mi familia y a quienes perdí muy pronto. Los primeros recuerdos del Diego los tengo con mi viejo y con mi hermano. Seguramente mamé los festejos del triunfo del 86’ porque nací en 1982, sin embargo, no están tan patentes. En cambio sí están muy presentes los del fatídico Mundial USA 94’, un día tristísimo para todes y esa imagen de dolor cuando Diego es retirado de la cancha de la mano de una enfermera.
Abrazada a mi padre que lloraba yo intentaba entender más de lo que presumía. Y mi papá con toda la honestidad del mundo me habló de las
contradicciones humanas, no estaba enojado con Diego, estaba sufriendo por él. Pudo ponerse en las zapatillas de él y me enseñó a hacerlo… y vaya! Qué tarea difícil ponerse en las zapatillas de Diego, pero un país entero lo ha hecho por eso lo hemos vuelto nuestro Dios Humano.
A partir de ahí nunca más pude desprenderme de su dignidad. Escuchar la palabra “corrupción” por primera vez de la boca de Diego, para mí que siempre fui una apasionada de la política, ha sido muy conmocionante en mi historia. Lo mismo el hecho de ver cómo se paraba frente a los poderes fácticos y reales. Marcó mi militancia, ni hablar llegado el 2000 y su participación en el tren del “Al Carajo” rodeado de los referentes populares de esta Patria Grande que hoy amamos.
Después, ya como mujer y feminista llegaron las contradicciones pero siempre tratando de entender la relación hijas – padre, y quién no se
siente identificada con Dalma y Gianina. Creo que todas somos Dalma y Gianina, y eso nos debe interpelar dentro de los feminismos. No podemos concebir feminismos sin incluir a los varones en nuestra lucha. Sin plantearnos el lugar del deseo, el exceso, la idolatría. Los reflejos que nos significan tantos varones como Diego a quiénes nosotras también decidimos defender, amar, cuidar y a quienes nosotras criamos y hacemos parte de esta cultura.
La muerte de Diego me deja un vacío muy grande porque siento que con él se nos termina la posibilidad de revancha a les que no tenemos nada en esta tierra. Diego fue eso, la voz y patada de la revancha. Viva el Diego.