Por Ricardo Frascara.
El hecho no podía pasar inadvertido para este cronista, que es fanático del pensamiento de Josep Guardiola, técnico del club alemán clasificado para las semifinales junto a Barcelona, Real Madrid y Juventus.
Además de las rubicundas muchachas tirolesas que gambetean entre las mesas de la histórica Hofbräuhaus portando en cada mano cuatro jarras de cerveza, Munich se muestra al mundo a través de once foragidos imparables, que no sólo gambetean, sino que, de la mano de Pep Guardiola, paralizan y liquidan a sus rivales. Tras su victoria por 6 a 1 frente a Porto, que lo ubica en las semifinales de la Champions, el Bayern Munich, campeonísimo del fútbol alemán de la década actual, acaba de consolidar su lugar en la historia del campeonato principal de Europa. Es el primer equipo que alcanza un récord difícilmente igualable: anotó 5 goles en un período (en realidad en 40 minutos), y de ellos, los tres primeros los marcó en el escandaloso lapso de 13 minutos. Fueron, al mejor estilo alemán, tres formidables cabezazos de Thiago Alcántara, Jérome Boateng y Robert Lewandowski. Con esa seguidilla fulminante dio vuelta el resultado de la serie, que había comenzado en Oporto con el triunfo del local por 3 a l. Es claro, con la diferencia de un gol a favor, la cosa no estaba definida, así que Müller a los 35’ y otra vez el polaco Lewandowski cuatro minutos más tarde, pusieron el match al borde de un horrendo final.
Terminado el partido con un segundo tiempo intrascendente, donde el equipo de Pep se tomó un respiro. Y tras el descuento por parte del colombiano Jackson Martínez (7 goles en 8 partidos de la Champions), Xabi Alonso, con un tiro libre de su marca dio por terminada la masacre. Ya en el vestuario, si hubiera acudido a investigar a los asesinos de Munich el famoso Sherlock Holmes, se le habría escuchado una de sus tajantes conclusiones: “La risa de aquellos monstruos extraordinarios era espantosa de oír” (*)
No hay que ofender al Bayern Munich. En la rueda anterior el Shakhtar en la ida, en Ucrania, había conseguido cerrar su partido con los alemanes sin goles, y en la vuelta ganó la banda asesina por 7 a 0. El martes fue 6 a 1. Como en aquella ocasión, Guardiola opinó ahora en Munich: “Jugamos distinto en ataque que en la ida. Le había dicho a los jugadores que teníamos que luchar y lo hicieron todo el tiempo”. La contundencia del Bayern por supuesto que no surge únicamente de las ganas y el esfuerzo, el mismo Pep lo dice: “No se trata de coraje, hay que jugar bien al fútbol”. Por favor, es claro, juguemos al fútbol. El éxito que ha obtenido el DT catalán al frente de este equipo, tiene un secreto a la luz: Guardiola entró en un team consagrado, campeón de todo con su anterior técnico. Allí radica la visión y la ambición de quienes lo contrataron, encabezados por una ex estrella del fútbol alemán, Karl-Heinz Rummenigge, presidente del comité ejecutivo del club. Buscaron mejorar lo muy bueno que ya tenían. En ese momento Guardiola se puso manos a la obra. Y ya el 2 de octubre de 2013, cuatro meses después de haber salido por primera vez a la cancha con el respaldo total para su técnico, Bayern Munich tocó su primer gran concierto en Manchester para un final de 3 a 1 sobre el City. Ese día, el ex presidente del Bayern, Uli Hoennes, había expresado: “Fue el mejor fútbol que he visto en mi vida”. Y el periodista Marti Perarnau, en su libro sobre Pep, recordó: “En el minuto 65 ha tenido lugar el rondó. Durante casi tres minutos y medio el Bayern ha encadenado 94 pases, en los que han intervenido los diez jugadores de campo…”
Ese fútbol, ese plantel continúa, y digo plantel porque en este último 6-1 terminante, el team de Munich no pudo contar con dos hombres clave del ataque: el holandés Arjen Robben y el francés Franck Ribéry. Es la prueba de la categoría del team. Manuel Neuer, el gran arquero de Bayern y del seleccionado, opinó: “Philipp (Lahm, 31, el capitán) ha hecho hoy de Arjen”. Y lo hizo, lo vi. Más aún, hizo de Robben y de Lahm, con gran categoría. Desde el primer día que llegó al club Guardiola se “asoció” mental y conceptualmente con Lahm, le cambió el puesto, lo volvió a su lugar original, lo llevó para atrás, lo lanzó adelante, como el martes, y Lahm no sólo aceptó la responsabilidad, además creció estratégicamente. En el 6-1 fue un valor sobresaliente. Colaboró en gran estilo con él, guardándole la espalda, el brasileño Rafinha, otro de los admirados por el técnico. Pero no se trata de nombres. Pep dixit: “Tras la derrota los jugadores eran mis héroes, ahora resulta fácil quererles”. Sí, los quiero. En estos días seguramente los quiere todo Munich… quizá hasta una vieja amiga mía paraguaya que vive en la Kurnbergstrasse y odia a Pep.
(*) De “El vampiro de Sussex”, de Conan Doyle