Por Patricio Klimezuk*. A raiz del debate generado por el acto que encabezó Alak en la ex ESMA, una mirada sobre la complejidad de construir una oposición seria que pueda pensar críticamente por fuera de la polarización entre el gobierno nacional y el Grupo Clarín.
El tema puede parecer trivial, y pensándolo en su estricta dimensión, lo es, ya que constituye solo un punto más de una pelea en la que están embarcados dos actores principales: el gobierno y el mayor grupo multimediático del país, o sea, el Grupo Clarín.
A partir de un evento para presentar el Plan Estratégico que el Ministerio de Justicia piensa llevar adelante en el trienio 2012-2015 (esperemos que siendo que ya comenzó el 2013, haya empezado a funcionar) realizado en la ex ESMA, en la que luego de la presentación se degustaron patys y choripanes, se dio una discusión sobre la utilización de ese espacio.
Finalizada la actividad, se escucharon reclamos de víctimas y familiares de víctimas de la represión criticando fundamentalmente el asado, ya que se lo comparó con una metodología utilizada por la dictadura en la que se quemaban cadáveres de secuestrados. Y de sectores de la oposición, que aprovechando la ocasión, se subieron a las críticas y pidieron, incluso, la renuncia del titular del ministerio, Julio Alak.
Como ocurre en los últimos tiempos, gobierno y oposición (en su conjunto, porque hasta desde cierta parte de la izquierda ya anunciaron su participación en un acto de repudio el martes frente a la cartera de Justicia) entablaron una batalla sobre el significado del espacio y el evento, que si no fuera por la repercusión que adquirió, no valdría la pena dar una opinión al respecto.
Sin embargo, me voy a referir al hecho y no por el hecho en sí sino por una arista que me interesa particularmente. En un contexto de alta polarización, ¿cómo elaborar una posición política propia, no atada a un oficialismo servil ni a una oposición “boba”, con posibilidades de ser una voz escuchada en el panorama nacional cuando lo que digas no contribuye ni a una defensa cerrada ni a una oposición cerrada?
Es posible expresar esa “tercera posición” desde, si se quiere, una opinión periodística, y muy posiblemente, una posición sensata sea rescatada entre tanto análisis sesgado por la militancia en las filas oficialistas u opositoras (permítaseme una disgregación: a diferencia de sectores del oficialismo, y fuera del debate sobre el liderazgo que se le adjudica al Grupo Clarín del espacio opositor, no soy de los que consideran que todo opositor o le hace el juego a Clarín o es manejado por ese grupo).
¿Cuál sería esa “tercera posición”? Sencillamente una que elabore un análisis de lo sucedido en términos de la innecesariedad, y potencialmente, el mal gusto, de un acto del funcionariado para presentar un programa de un área de gobierno con 2.000 invitados en un espacio recuperado y sustentado por organismos de derechos humanos.
Es de pensar que esa posición se enfrente a una contestación desde el oficialismo y sectores aliados que esgrima la actuación que ellos mismos le asignan históricamente al kirchnerismo en vinculación a los derechos humanos y específicamente, al área que realizó el acto.
A mi parecer, sería mezclar las cosas y no hacer justicia con la lucha que llevaron adelante no solo los organismos de derechos humanos sino también las organizaciones del campo popular para que haya memoria, verdad y justicia en la Argentina. Aún diciendo esto, pudiera asignársele al kirchnerismo un papel significativo en el tema, pero seguiríamos hablando de otra cosa. Lo que se hizo o no poco tiene que ver con un acto del Ministerio de Justicia, un acto oficial que podría hacerse en cualquier otro lugar.
Dicho esto, el hecho en sí mismo no merecería una “cadena opositora” (llamémosle así, burlándonos un poco de la llamada la “cadena oficial” y ratificando la efectiva existencia de grupos mediáticos gigantes con intereses alejados de lo periodístico y bien centrados en lo económico, uno de los cuales estuvo en el oficialismo y se fue y otros, muchos, que nunca comulgaron con el kirchnerismo; ambos comparten hoy su posición opositora) con enormes ríos de tinta derrochadas y horas de televisión y radio desperdiciadas, si no existieran motivos que lo excedieran.
En un verano caliente por el debate judicial sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y a meses de una elección clave para el futuro del oficialismo, cualquier “batalla” sirve a la “verdadera batalla”.
El objetivo del grupo Clarín, que destinó una verdadera maquinaria para difundir distintas voces críticas respecto al acto, poco tiene que ver con un genuino malestar por la utilización de un espacio como la ex ESMA para lo que fue utilizado. Su objetivo permanente es la búsqueda por cualquier medio de un desgaste del Gobierno al que responsabiliza por la sanción de una ley que en definitiva lo obligará (no hay dudas de que salvo un cambio muy importante en la relación de fuerzas o de miembros de la Corte Suprema, la famosa Ley de Medios será declarada constitucional) a desprenderse de numerosas licencias o a crear una ingeniería institucional destinada a cumplir con esa normativa.
Retomemos, sin embargo, lo que interesaba particularmente a fines de éste artículo: la dificultad intrínseca a estos momentos en que un análisis o posición de estas características no pueda ser usada por ninguno de los dos actores principales.
Militante de un proyecto de transformación social al fin y al cabo, considero que el punto nodal refiere, en definitiva, a los problemas que se nos presentan hoy en día para hacer una oposición seria y a la vez radical al gobierno nacional con perspectivas de masividad, en un escenario de tanta complejidad en el que pareciera que sólo se puede hacer oficialismo sin revisión de inventario o una oposición que directamente nos ligue a intereses de los que nada tienen que ver con nosotros.
* Periodista y politólogo. Delegado de la Comisión Gremial Interna de Télam