Mientras el Gobierno de la Ciudad y el sector del campo más oligarca da la espalda a las barriadas populares y al hambre que genera la pandemia, desde la Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Tierra (UTT) siguen construyendo solidaridad y alimento agroecológico. Un recorrido de sus últimas acciones.
Por Mauricio Polchi
El conductor tuvo que maniobrar varias veces para encausar el camión y entrar a la Villa 31. Como la calle es angosta, y las casas están al filo del cordón, resulta complicado pasar por ahí. Cuando logró avanzar unos metros, apareció otro problema. El tendido eléctrico, tan saturado como peligroso, estaba muy bajo. Pero las mujeres del barrio levantaron los cables con los palos de escoba que tenían a mano y el camión pudo continuar su camino. Cuando ellas tiraban para arriba, él pasaba por abajo. Así hasta llegar al corazón del barrio donde la gente esperaba por los bolsones de verduras. Con tapabocas, barbijos, distanciamiento social, organización y mucha voluntad, en pocos minutos bajaron toda la mercadería.
“No solo traemos nuestras verduras sino que también intentamos visibilizar lo que está pasando en el barrio. Acá la situación es alarmante, a la pandemia de coronavirus y la epidemia del dengue, se suma la falta de agua potable”, adviertió Rosalía Pellegrini, referente feminista de la Unión de Trabajadorxs de la Tierra. “Somos productores y productoras de alimentos que tenemos la posibilidad de tener algo para poner en la olla y por eso trajimos las verduras que donaron los compañeros y las compañeras de Berazategui, La Plata y Florencio Varela”, agregó, mientras descargaba los cajones con lechuga, acelga, radicheta, tomates y kale. En un par de horas, en el popular asentamiento de Retiro y en articulación con el colectivo de La Garganta Poderosa, dejaron unos 20 mil kilos. “La salida es colectiva”, fue la consigna de la UTT para esa jornada.
Eso ocurrió el jueves 7 de mayo. Ese mismo día, el gobierno porteño informó que el total de casos positivos por Coronavirus en los barrios vulnerables de la Ciudad de Buenos Aires llegaban a 365. Más de la mitad eran de La 31. Un par de días después, ya serían 851 los contagios. Y entonces las muertes por coronavirus se empezaron a multiplicar en la Villa 31 de Retiro. Al fallecimiento de Ramona Medina, vocera de la Garganta Poderosa quien alertó de varias maneras la situación compleja en la que vivían, se le sumó el de Víctor Giracoy, coordinador del comedor “Estrella de Belén” e histórico referente social de la comunidad.
La salida es colectiva
Desafiando las prohibiciones pero sin romper el protocolo sanitario, el recorrido colaborativo de la UTT había comenzado unos días antes cuando visitaron la revista solidaria Hecho en Bs. As., la olla Dorrego en la Fundación Mercedes Sosa, el Hotel Savalia y los comedores Número 1, Lourdes y Capullitos de La Boca, entre otros sitios. Frente a la falta de respuesta estatal, ellos y ellas garantizan la provisión de alimentos sanos para los sectores más golpeados de la Argentina. La organización nuclea a 16 mil familias con presencia en varias provincias. Producen alimentos agroecológicos, defienden la soberanía de las semillas y proponen acciones directas, como los feriazos o verdurazos. En este contexto, a la pandemia del hambre la enfrentan con lazos solidarios que se replican en distintos territorios.
“2 provincias. 12 localidades. Más de 1.000 familias beneficiadas de cordillera y meseta”, dice el comunicado difundido el 10 de mayo. “Mientras esperamos respuesta de la clase política de Río Negro y Chubut, las y los trabajadores de la tierra ponemos a disposición del pueblo más de 30.000 kilos de alimentos sanos, cooperativos y a precios populares. Estamos distribuyendo en Epuyén, Maitén, Cushamen, Gualjaina, Esquel, Gobernador Costa, Cholila, Lago Puelo, El Bolsón y Rio Colorado”, agrega el texto, que lleva el título: “El campo que alimenta”.
“Nosotrxs proponemos otro modelo agroalimentario, que va en contra de la producción basada en el agronegocio. Sabemos que estos modelos implicaron grandes ganancias para las multinacionales y graves consecuencias para la gente y sus ecosistemas”, reflexiona la Secretaria de Género del movimiento.
El jueves 14 de mayo, el mismo camión que había estado en la Villa 31, ahora aparecía en Plaza Constitución, a metros de la estación ferroviaria del tren Roca. Ahí se repartieron 6 mil kilos, con todos los recaudos y cuidados pertinentes. Los comedores se anotaron previamente en un listado y pasaron a retirar los cajones, como medida para evitar las aglomeraciones y amontonamientos.
“Desde el sindicato Sipreba llevamos adelante, con las compañeras y los compañeros de Télam, una movida solidaria para devolver el apoyo que recibimos por parte de la compañeras del Comedor Sin Fronteras, en el barrio San Blas de la Villa 21-24, y ya llevamos frazadas, alimentos y ahora sumamos el aporte de la UTT”, contó Jerónimo Rojas, delegado del Sindicato de Prensa de Buenos Aires. “Nosotres venimos para sostener las ollas populares en las barriadas y costear la situación crítica, sin romantizar el asistencialismo, y como mujeres y disidencias venimos acá para poner el cuerpo”, agregó Soledad del Frente Salvador Herrera de la CTA Autónoma Capital.
Previo a la crisis sanitaria, la última manifestación fuerte de la Unión de Trabajadorxs de la Tierra había sido el ya lejano 10 de marzo. En esa oportunidad ofrecieron todo tipo de verduras como forma de rechazo del lock out patronal que impulsaban las patronales agrarias y en respaldo a las medidas redistributivas del gobierno central.. Roxana Marca, llegada desde Florencio Varela, dijo: “Es algo insólito que se quejen de una retención con el país como está”. Por esos días, se discutía la decisión del presidente Alberto Fernández de aumentar las retenciones a las ventas al exterior de soja y sus derivados. El sector de la Mesa de Enlace lanzó una protesta de 96 horas, a través un cese de comercialización de granos.
Sin embargo, la UTT tenía el rumbo claro y hoy lo ratifica en las acciones cotidianas. Como explicó Zulma Molloja, otra referente campesina de la UTT, en aquella oportunidad y aplica para hoy, en medio de la pandemia y la desidia en la que el Gobierno de la Ciudad está dejando a las barriadas populares: “Este es el campo que no para. Estamos en contra de lo que hacen los grandes terratenientes, de los que más tienen y que no quieren aportar lo que deben cuando el país se está muriendo de hambre”. Este es el campo que no para, agregamos, y el que alimenta al pueblo del que se siente parte.