Por Tomás Astelarra. Segunda parte de la entrevista de Marcha con el ecologista y autor del libro “Sanarnos con Plantas” Carlos Vicente, de la ONG Grain.
Carlos Vicente vive en Marcos Paz, es farmacéutico, autor del libro “Sanarnos con Plantas”, profesor de agroecología en las universidades de La Plata y Rosario y en la escuela del Mocase, colaborador de la revista Biodiversidad y editor de la página www.biodiversidadla.org. Desde el 2001 integra Grain, una ONG dedicada a la investigación y acción con grupos campesinos para lograr sistemas alimentarios basados en la biodiversidad y controlados comunitariamente. Marcha dialoga con él en el día de protestas contra Monsanto y sus políticas multinacionales.
¿De que manera la soja está afectando los sistemas naturales de Argentina?
El avance de soja se hizo con el costo de desplazar a la producción de otros cereales, la ganadería y otros cultivos alimenticios, como en la zona de San Pedro los frutales, y también avanzando sobre la frontera de bosques. En Argentina se pierden 200.000 ha de bosques por año, con el cambio climático que eso genera. El mapa del dengue corresponde al mapa de la soja. El glifosato, se sabe, es tóxico para anfibios. En Argentina se están aplicando más de 200 millones de litros de glifosato que se comen a los anfibios, que a su vez se comen a los mosquitos. Eso es elemental. Y la erosión de los suelos que ha favorecido la aparición de inundaciones. Y no hay evidencias de que la soja RR produzca más alimento que la convencional. Dos estudios de Estados Unidos afirman que la soja convencional es de un 5 a un 10% más productiva que la transgénica. El glifosato solo mata la maleza y permite la siembra directa permitiendo emplear menos trabajadores. El rendimiento económico es mayor sólo por eso Además, la soja transgénica tiene un metabolismo mas complicado y eso le consume energía y deja el campo sin nutrientes de desecho. El modelo de desarrollo de tecnología que tenemos nosotros siempre apunta a incrementar el uso de la tecnología y no a replantear la situación cuando hay crisis. La solución de las multinacionales es echar más nutrientes. Se está construyendo en Santa Fe una de las plantas de fertilizantes más grandes del mundo previendo lo que se viene.
¿Y cuales son las alternativas?
Las alternativas son muchas, en el ámbito de la producción y del consumo. Muchos dicen que los planteos de los grupos ecologistas, indígenas y campesinos son una utopía, pero en realidad lo que deberíamos darnos cuenta es que la utopía es pensar que el mundo siga funcionando como está funcionando. Quizás nosotros no lo vamos a ver porque 50 años más tiramos. El nivel de extinción de especies es el sexto en la historia del planeta pero el primera provocado por un factor endógeno. Los desequilibrios ecológicos son obvios. Nos dicen que en el sur somos países en subdesarrollo. Pero el “desarrollo” de Estados Unidos, la Unión Europea y Japón es imposible de expandir. Si todos consumiéramos como consume un ciudadano de la Unión Europea colapsa el planeta. El tema es que en la Unión Europea se pueden dar el lujo de decir: no importa que se desaloje el campo porque le compramos muy barato a los países del sur y traemos lo que queremos del otro lado del mundo. Porque hay un poderío económico que lo permite. Pero aún dejando de lado la explotación de las personas en esos lugares del mundo, si uno tiene una mirada global, se da cuenta que el sistema agrícola y ganadero mundial, sumando el transporte, representan casi el 50% de los gases del efecto invernadero. Ahí vos decís: no podemos seguir llevando en barco las cosas de un lado al otro del mundo cuando se pueden producir localmente. Los granos de soja van de acá a la china, dan media vuelta al mundo. Hoy se sabe técnicamente que tanto el cambio climático como la extinción de especies, como la producción de alimentos para todos, se pueden hacer por técnicas agroecológicas que no destruyan los ecosistemas que den trabajo a la gente, la gente no tiene que comer y abandona el campo para venir a comer a Buenos Aires, a los comedores que se financian con los impuestos a la soja.
A veces para la gente que vive la ciudad es también difícil tener información sobre estas realidades del campo o acceso a las soluciones que vos comentas.
En eso es fundamental el papel de los medios alternativos y las organizaciones sociales para difundir y crear redes de solidaridad entre lo urbano y lo rural. La mayoría de la gente que vive en esta ciudad no sabe lo que come, de dónde viene, quién lo produce, cuánto viaja y cuál es el costo real que eso tiene. Y si la gente no empieza a hacerse cargo de lo que se alimenta, es muy difícil hacer el cambio. Por eso son importantes las experiencias de comercio justo, cooperativas de consumo, mercados orgánicos y centros culturales y es importante la solidaridad frente al desalojo de estos espacios.
Esta sociedad es inviable, no hay un futuro del capitalismo, del consumismo. Entonces todas las experiencias, desde los proyectos autogestivos de la ciudad a los campesinos, o la gente que vuelve al campo buscando una alternativa diferente de vida, son las semillas de lo que va ser.
Al mismo tiempo hay muchas iniciativas que tienen que ver con la resistencia al modelo extractivo.
En realidad lo que se está incrementando fuerte y se está notando es la reacción de la gente. Está habiendo un efecto multiplicador de esto que fue esa primera movida de Esquel contra la minería o las primeras reacciones de los movimientos campesinos frente al avance de la soja y las fumigaciones. Hoy se está empezando a hacer un fuerte tejido alrededor de lo que son las organizaciones locales, lo que es la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC), lo que es la campaña Paren de Fumigar o la lucha del Movimiento Nacional Campesino Indígena. Entonces yo espero y creo que se esté avanzando en una alianza en la cual por un lado se pueda cuestionar con más fuerza este modelo de saqueo y contaminación y por otro se puedan ofrecer las respuestas que hacen falta para defender las economías y autonomías locales. La gente que está contra el modelo de minería tiene proyectos productivos agroalimentarios o de emprendimientos turísticos de las que viven y que son una fuente potencial de desarrollo para la zona. Es muy claro que la agudización del saqueo es cada vez más tremenda, porque además tiene que ver con el modelo de concentración y el agotamiento de los recursos. Antes hacer minería era extraer los minerales de la montaña, ahora hay que deshacer glaciares para buscarlos. Todo lo que es hoy la agricultura usa los conocimientos de los campesinos. Las semillas mejoradas que le dan tanta guita a Monsanto y todas estas corporaciones son una creación campesina que llevó diez mil años. Y en los últimos cincuenta años ellos agarraron las semillas, le hicieron mejoramientos muy burdos y dijeron son nuestras. El maíz lo crearon los pueblos de Nuestra América, no existe en la naturaleza, no hay maíz silvestre. Según la FAO, en el siglo XX de la agricultura industrial, en los últimos años se perdieron el 50% de las semillas que se habían desarrollado durante miles de años.
Actos en Buenos Aires: 12:30 – 20:00 Plaza San Martín (frente a las oficinas de Monsanto Argentina que están en Maipú 1210, piso 10)
Rosario: Monumento a la Bandera
Córdoba: Colón y Cañada
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