Por Catalina Arca*. Ante las múltiples violencias machistas, las casas de altos estudios del país se comprometen en la asistencia y acompañamiento de quienes la sufren dentro y fuera del ámbito académico. Un repaso de las primeras experiencias.
Desde su creación, la Universidad Pública argentina ha tenido un rol activo en la sociedad buscando investigar y transformar los contextos sociales a través de la producción de conocimiento científico. Una de sus funciones fundamentales ha sido el análisis crítico de los procesos sociales con miras de lograr el cambio. En una realidad donde cada 30 horas muere una mujer producto de violencia machista -según los últimos datos de la Asociación Civil La Casa del Encuentro-, o donde los crímenes de odio o discriminaciones por orientación sexual o identidad de género siguen vigentes, la universidad pública no puede ni debe mirar hacia otro lado; mucho menos, desligarse de la existencia de la violencia sexista, tanto dentro como fuera de sus aulas.
Existen varias experiencias, a lo largo y ancho de país, que demuestran la urgente necesidad de que las casas de altos estudios intervengan con fuerza en un contexto político que continúa violentando a todas aquellas personas que se encuentran en relaciones desiguales de poder producto de la sociedad heteropatriarcal en la que vivimos. Las funciones principales que tienen estos espacios – mayormente compuestos por personas formadas en diversas disciplinas-, son la asistencia, el acompañamiento y asesoramiento en casos de violencias de géneros, como así también, la concientización y la capacitación para la prevención dentro de las universidades; sin por ello dejar de lado que es una articulación necesaria con la sociedad misma.
Experiencias
En la Universidad Nacional de La Plata, precisamente en la Facultad de Derecho, existe el Centro de Atención a Víctimas de Violencia de Género dependiente de la Secretaría de Extensión. Valeria Segura es abogada, y junto a Paula Talamonti –socióloga-, integran el Centro de Atención que cuenta con “dos áreas, la de atención, que atendemos los martes de 15 a 18 en nuestra oficina y el área de sistematización, que está los viernes de 14.30 a 17.30, donde se arman talleres para organizaciones sociales, grupos de mujeres, escuelas, seminarios y donde también se sistematiza la información de los casos, entre otras actividades” explicó Segura.
La creación del Centro nació tras la experiencias de Segura y Talamonti, quienes anteriormente habían participado en programas de niñez y Derechos Humanos. En una charla telefónica con Marcha, Segura contó que tras esa experiencia, presentó un programa específico sobre violencia de género a la Secretaría de Extensión de la Facultad. El trabajo del Centro de Atención se articula con otros, por ejemplo, con organizaciones sociales “que trabajan el género específicamente o no para hacer un trabajo en red, ya que, tenemos un trabajo fundamentalmente territorial”, aseguró la joven abogada. Por otro lado, en la Universidad de la Plata existen otros grupos que organizan actividades referidas a la problemática de géneros, pero no existe como en la Facultad de Derecho un programa de atención directa.
La Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Comahue en Río Negro también tiene un proyecto para crear un comité que aborda las violencias de género en el ámbito académico. El plan para la creación de un centro interdisciplinario nació por una necesidad que venían viendo las integrantes de la Comisión de Mujeres que allí funciona. “En los últimos años, se han visibilizado varios casos de violencia de género en parejas que cursan dentro de la Facultad, por lo que desde la Comisión de Mujeres comenzamos a pedirles con urgencia a las autoridades la conformación de un equipo que abordara estos temas para ayudar a las compañeras con problemas de violencia en sus parejas” explicó Daniela Castro, estudiante de comunicación e integrante de la organización de mujeres. La petición comenzó en el año 2010, con un caso puntual de violencia en el noviazgo que involucró a dos estudiantes de la facultad. “Si bien nosotras como organización mantuvimos esa reivindicación, recién en 2013 frente a un nuevo caso de violencia, la gestión se comprometió para construir ese espacio” expresó Castro. Aún resta que el Consejo Directivo lo apruebe, pero en cuanto el Centro se ponga en funcionamiento, el Comité interdisciplinario estará formado por un equipo de personas que asistirá y acompañará en materia legal, social y psicológica a las alumnas víctimas de violencias.
El 23 de noviembre de 2013, Valeria Goiffre y su madre, Silvina Eiriz, fueron asesinadas por la ex pareja de ésta última. Goiffre era estudiante de la carrera de Psicopedagogía de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín, en Buenos Aires. “A partir de este hecho aberrante, el Rector –Carlos Ruta- tomó la decisión de que la Universidad se comprometa con este flagelo que sufrimos las mujeres y me convocó a mí y a Silvana Mondino para que armemos un programa de prevención de las violencias hacia las mujeres”. Quien habla es Vanesa Vázquez Laba, socióloga e impulsora del Programa contra la Violencia de Género que funciona desde febrero de este año en esa casa de altos estudios. El programa también aborda otras aristas de la violencia machista, como la homo, lesbo y transfobia. Está compuesto por tres líneas de acción: una de sensibilización y prevención, otra de investigación y capacitación, y por último, la de atención y derivación de situaciones de violencia. Para ello, el proyecto realiza capacitaciones a través de campañas como así también forma “operadoras”, es decir, estudiantes que visibilizan las problemáticas de género en las aulas y en los pasillos.
¿Por qué es necesario que existan estos espacios en las universidades?
“Es absolutamente importante e imprescindible que las universidades tomen cartas en el asunto sobre las situaciones de discriminación y violencias, ya que es el lugar donde los y las estudiantes van a aprender conocimiento y valores y justamente es en ese momento donde se deben destruir los mitos de género que tanto mal hacen a la sociedad” aseguró Vazquez Laba.
Para Daniela Castro, “la importancia radica en que la violencia de género atraviesa a todas las mujeres, de distintas capas sociales y de diferentes edades. Por eso, es necesaria la intervención desde todos los espacios, ya que está demostrado que es un problema social. Y fundamental, la construcción desde los espacios educativos, para modificar la cultura y concientizar sobre la violencia de género con el objetivo de avanzar en una mejor calidad de vida y la defensa de los derechos de las mujeres”.
Por último, para Valeria Segura la validez que tienen la creación de estos programas dentro de las universidades recae en “la formación, dado que ninguna de las facultades tiene materias obligatorias o materias específicas que tengan perspectiva o que aborden las violencias de género”. Educación que luego repercute en la visión profesional de cada persona.
El desafío será entonces el trabajo a hacer con el cuerpo docente, no docente y luego con las y los estudiantes ya que, aun existe una enorme resistencia a desarmar y desestructurar los formatos asimétricos y patriarcales de construcción de los conocimientos.
*Licenciada en Comunicación Social. Integrante de la Red PAR –Periodistas de Argentina en Red por una comunicación no sexista-