Por Juan Manuel De Stefano. En una conferencia de prensa carente de autocrítica, Passarella se despidió de River culpando a Grondona por el descenso de su club.
Daniel Passarella no cambió nunca. No se le podrá negar jamás una coherencia marcada con su manera de ser y de manejarse. Una lupa muy particular sobre la realidad y las vivencias que tiene y tuvo. Lo mismo le ocurrió siendo jugador o, más cerca en el tiempo, entrenador. Análisis erróneos, necesidad de demostrar todo el tiempo que es el más guapo de todos, que “se la banca”, que nunca se equivoca y que se las sabe todas. En síntesis, un compendio lamentable de atributos negativos. Y como no podía ser de otra manera esa faceta la dio a conocer-una vez más- en la conferencia de prensa que cierra su funesto ciclo como presidente de River.
Con su pobre oratoria de siempre, el Kaiser trató de despegarse de todos los males de River en los 4 años en los que fue el mandamás de la entidad, con frases desafortunadas por doquier. “A River lo han perjudicado muchísimo, especialmente en este campeonato, por una pelea personal con Grondona, porque yo le dije que se tenía que ir. Perjudicaron a 17 millones de hinchas y nos mandaron a la B. La única responsabilidad del descenso es que me peleé con Grondona. En la situación que estábamos después de mi pelea, Guardiola y Mourinho no lo salvaban a River”, disparó sin dudar.
Hay que observar los gestos, el lenguaje corporal de Passarella dice mucho, habla y deja entrever que está incomodo, que lo suyo no es hablar ni comunicar. Su lucha contra el periodismo viene de hace muchísimos años (recordar su paso por la Selección Argentina) y no terminará jamás. Hay excepciones, por lo tanto, con su particular estilo, recluta para su monólogo final a los periodistas amigos, aquellos que se cansaron de tirarle centros y de hacer las preguntas pertinentes para su pobre y repetitivo repertorio.
“Lamentablemente tuvimos un mal manejo con la prensa, lo reconozco y les pido disculpas”, espetó a sus amigables interlocutores. Pero eso no fue todo, con su soberbia galopante, se encargó de confirmar algo realmente insólito: “Yo sé que ganaba la elección por todo lo que hicimos en este club. Creo que mi figura está perjudicando a River y hoy es imposible ir en contra de Grondona en el fútbol argentino”.
El presidente de River trató continuamente de explicar lo inexplicable con aseveraciones temerarias, incomprobables y con argumentos muy poco sólidos. Culpó a todos de las desgracias que tuvo que soportar, a Grondona, a los árbitros y a la mala suerte. De autocrítica ni hablar.
No explicó Passarella las razones por las que no cumplió con la mayoría de las promesas esgrimidas en la campaña. Se había comprometido a repatriar a viejas glorias del club, lo hizo en contadas ocasiones y luego los echó sin miramientos (recordar los casos de Cavenaghi y el Chori Domínguez). Se comprometió a cumplir los contratos a sus entrenadores y terminó despidiendo por teléfono a Astrada, Almeyda y Cappa. Habló en algún momento de incorporar jugadores de jerarquía y trajo, entre otros a: Adalberto Román (costó casi 4 millones de dólares), el recordado Bordagaray, Jonathan Bottinelli (2.600.000 por el 60 % del pase), Gustavo Canales, Josemir Ballón, Arano y siguen las firmas.
“Con nosotros River ganó el campeonato económico”, aseguró. Otra falsedad, el nuevo presidente tendrá inmediatamente que asumir gastos por más de 33 millones de dólares en pocos días con muy pocos ingresos para cobrar. El club está en una crisis enorme y hasta los empleados del club llegaron a realizar una huelga por el atraso con los pagos.
“Hubiese dado cualquier cosa para que no nos fueramos a la B”, aseguró el presidente en funciones, lo cierto es que aquello ocurrió y es sólo la cabeza del iceberg, todo lo que se hizo antes y después estuvo mal. Passarella lo sabe, pero jamás lo reconocerá en público. Ni siquiera con un grupo de grandes “amigos-periodistas”, que él mismo se encargó de invitar para cerrar su ciclo con un final acorde a su gestión: balbuceando, mintiendo y muriendo con las botas puestas.