En dos meses, se vienen tres partidos entre Boca y River: mañana por la Superliga y en octubre, por la Copa Libertadores. Mucho se juega en estos Superclásicos: la violencia repetida, las decisiones siempre a destiempo de la Conmebol, la disputa entre directivos mafiosos. Pero algo hay cierto, todo puede pasar cuando la pelota rueda “sobre el verde césped de su única verdad”.
Por Gabriel Casas
Se vienen tres capítulos apasionantes en ambos sentidos (en el bueno y en el malo) de River-Boca o Boca-River, para no herir susceptibilidades. La trilogía no tiene nada que envidiarle a Star Wars o a cualquier película de Marvel, para las y los milennials, y de la zaga de El Padrino, para quienes andamos peinando canas. Es que Daniel Angelici y Rodolfo D’Onofrio vienen luchando una “guerra fría” desde hace mínimo cinco años. Y cuando creemos que cualquier papelón mundial es insuperable, en la semifinal de la Copa Libertadores van a tener chances de revalidar laureles.
Además, los cruces de la Libertadores llegan en octubre (que no será Oktubre), el mes de la elección grande en la Argentina. Si faltaba algo para el cóctel explosivo, listo, bum. La vuelta será en La Bombonera en la semana previa al domingo electoral. Como si este gobierno nefasto no tuviera problemas ahora, y lo peor, que nos genera tantos a una mayoría de la sociedad, tendrá que lidiar con la seguridad (no podrá hacerse el sota como la última vez en el Monumental) para un evento de estas características y evitar otro papelón futbolero que recorra el planeta redondo.
Vamos al peor escenario, para los y las neutrales, ¿se imaginan a River clasificando a la final de otra Copa en la mismísima Bombonera? ¿Cómo hará la policía federal y gendarmería para no repetir, ni liberar zona, afuera del estadio ahora en el barrio de La Boca? ¿Cómo harán Horacio Larreta y Patricia Bullrich para coordinar eso cuando están en otro “juego” más importante para cada quién? Uno por evitar una segunda vuelta cada vez más probable con Matías Lammens y otra, que si bien sabe que su cabeza nunca rueda (no como la de otras personas que sufren sus órdenes y su doctrina Chocobar), que empieza a ver por dónde va a escapar esta vez para seguir burlando a la justicia en el futuro por sus acciones.
Pero si Angelici es Macri, D’Onofrio es Gerardo Wherthein (presidente del Comité Olímpico Argentino y miembro del Comité Olímpico Internacional y ex accionista mayoritario de Telecom). Esto es, nada menos, que un duelo de pesos pesados. En el ambiente futbolero ronda el rumor de que en las decisiones extra futbolísticas (y futbolísticas también, VAR mediante) en la Copa Libertadores manda D’Onofrio por su amistad con Alejandro Domínguez Wilson-Simith, el paraguayo presidente de la Conmebol. A quien le atribuyen también “simpatía” futbolística por la banda roja. Y que a Angelici le queda la Superliga, hasta que deje de “rosquear” con Daniel “Chiqui” Tapia, otro con corazón xeneize ya reconocido.
Entonces, “El Tano” Angelici se hace una visita por Paraguay por motivos laborales, y habría aprovechado para mover sus fichas judiciales (esa que hace años maneja a su antojo en la Argentina), y el mismo día de la revancha de River ante Cerro Porteño, le salta un problema judicial antiguo al uruguayo Nicolás De la Cruz. Y D’Onofrio sugiere que hay una mano negra detrás de eso. Y el presidente de River se ofende como si usara guantes blancos. Basta con recordar la primera Libertadores ganada bajo su gestión y en dónde hubo dos casos de doping positivo (Mayada y Martínez Quartas), pero siempre se habló de que eran varios más. Y enseguida, vendieron a Driussi al exterior. Hay que ver cuál fue la mano que meció la cuna. Al otro año, le cobraron “el vuelto” en la semifinal de vuelta ante Lanús, en el polémico debut del VAR en Sudamérica.
En el medio de todo esto, va a haber tres partidos de fútbol y multitudes pendientes de los resultados acá y en el resto del mundo según los colores que le apasionen. En la era donde el folklore futbolero pasó a ser meme. Ojalá los futbolistas y los entrenadores se abstraigan del contexto y jueguen al fútbol y lo dirijan sin caer en las chicanas. Ojalá la prensa se ponga también a la altura, por más que se sabe lo que puede vender en las empresas periodísticas. Ya no estará el Panadero Adrián Napolitano y su gas pimienta. Ya no estará Héctor “Caverna” Godoy, capo de la barra brava de River, y todo su arsenal para hacer negocios en connivencia con el club y la policía. Sí estarán, manteniendo su negocio, pero sin poder ingresar al estadio, Rafael Di Zeo y Mauro Martín, los jefes de “La Doce”. Ojalá que Angelici y D’Onofrio me tapen la boca y eviten que mis dedos tengan que volver a este teclado. Porque si eso pasa, el daño al fútbol argentino y a los hinchas de todos los clubes, por efecto colateral, será nuevamente grave. Y todavía no pasó un año de la última vez.